A Oriol Junqueras le van a nombrar socio de honor del Institut Nova Història. Sí, de esa entidad, regada con generosas subvenciones del Govern, que pone a Cataluña en el centro de casi todos los acontecimientos relevantes que han sucedido en el mundo. Ya saben: Shakespeare, Da Vinci y Cervantes eran de origen catalán, además de Cristobal Colón.
El republicano ha dibujado, junto a Arnaldo Otegi, un estúpido paralelismo entre Cataluña, Ucrania y España. De un tiempo a esta parte Junqueras no está muy fino, no toca bien la gralla dulce. Se pasó de decibelios en la presentación de su libro en Igualada llamando, con emotivo desespero, a desafiar de nuevo al Estado español y no duda en meterse en un jardín cada vez que toma la palabra ante un auditorio afín. Busca protagonismo y recuperar presencia mediática al precio que sea.
Lo hace, precisamente, en un momento en que Pere Aragonès intenta zafarse del marcaje permanente de radicales y puigdemontistas. La ANC rechaza la mesa de diálogo y sigue apostando por la vía unilateral. No en vano recuerda insistentemente que países que hoy son independientes, como Estonia, Letonia, Lituania y Eslovenia, lo son porque apostaron por un proceso brusco de secesión. Y esto es lo que, Elisenda Paluzie, predica sin descanso para lograr que el unilateralismo vuelva a instalarse en la agenda política catalana.
Así las cosas lo de Oriol Junqueras con Ucrania no ayuda a ERC, sino todo lo contrario, forma parte de ese hilo argumental viajero que tanto gusta al independentismo irredento. La carencia de referentes ha convertido a muchos políticos --pienso en Artur Mas, Alay, Puigdemont y ahora en Junqueras-- en amantes de la historia virtual y lectores enfermizos de ucronías baratas.
Intuyo que el actual presidente de la Generalitat, además de sortear la mirada inquisidora del Consell per la República que le vigila desde Waterloo, libra una dura batalla interna con los tics de la vieja guardia republicana. El fuego amigo que cae sobre Aragonès deviene mas dañino, para su hoja de ruta, que el vuelva usted mañana de Sánchez.
Los sectores pragmáticos de ERC estan desconcertados. Respetan a Oriol Junqueras pero, al mismo tiempo, viven con preocupación algunas de sus intervenciones; las consideran un estorbo en el camino diseñado para la consolidación de Pere Aragonès como president de la Generalitat.
El relevo en las distintas cúpulas de las corrientes independentistas es pródigo en golpes bajos y Esquerra no es una excepción. Quizás por ello a finales de marzo los republicanos tienen previsto reflexionar internamente alrededor de un Plan de Legislatura. Nueve meses de reuniones “a seis” de partidos y entidades independentistas no han servido para crear el tan deseado mando conjunto del independentismo.
ERC quiere vincular la unidad del movimiento a la presidencia de Aragonès. Los de Carles Puigdemont, conscientes de que está en juego la hegemonia del tinglado secesionista, teorizan acerca de los liderazgos colectivos. Desconfían unos de otros, dentro y fuera de sus respectivas organizaciones y colectivos.
El horno no está para bollos después de comprobar, en Chez PP, como una mayoría absoluta puede desmoronarse en tan solo tres días y su líder acabar defenestrado o humillado. Daniel Innerarity, preguntado en televisión por lo acontecido en el seno del PP, soltó una de las verdades del barquero: “Quien crea que un partido político es un club de amigos, está equivocado”. Si por definición un partido no es un club de amigos, qué no será esa dirección estratégica colegiada a la que aspiran independentistas de todos los pelajes.
Ah, por cierto, el diccionario define la ucronía como un genero literario, como una reconstrucción histórica que se basa en hechos posibles pero que no han sucedido realmente. Dicen que a Oriol Junqueras le encantan las lecturas de ese tipo; es posible, pero le traiciona el espejo retrovisor que utiliza. Es cóncavo y le ofrece imágenes deformadas de la realidad.