En Barcelona todo se mueve. El mundo nacionalista desnortado trata de reagrupar fuerzas para presentarse a las elecciones. No es fácil por diferencias políticas pero, sobre todo, por desencuentros personales y desconfianzas casi ancestrales. Algunos movimientos se han diluido como un azucarillo, léase Gerard Esteve, y Junts per Catalunya trata de atraerlos a todos. Dicen que el PDECat es la única opción de este grupo, pero salta una pregunta. Los neoconvergentes tienen en el territorio, en los municipios, su fuerza. ¿Pero esta fuerza se resquebrajará cuando se acerquen las elecciones y decenas de alcaldes se pasen a Junts para garantizarse la alcaldía?
Los socialistas deshojan la margarita sobre quién debe liderar la candidatura que, esta vez sí, podría hacerse con la ciudad. Jaume Collboni registra muchas dudas pero tampoco hay alternativas con cara y ojos. El nombre de Salvador Illa está en todas las quinielas, pero el próximo primer secretario del PSC se descarta. Es lógico, porque el máximo líder de los socialistas catalanes no puede estar en todas las salsas. Collboni, por tanto, sigue siendo la propuesta más sólida para el PSC, a pesar de que quizá debería marcar un perfil propio más contundente con algunas de las políticas de Colau. Según ha podido saber Crónica Global, está en marcha una gran encuesta cualitativa que ayudará a los socialistas a marcar posiciones. Cuando esté finalizado este cualitativo, el PSC tomará decisiones. Hay tiempo, piensan en la calle Pallars.
La derecha no nacionalista trata también de recuperar el fuelle perdido. El PP trata de agruparse tras Josep Bou, mal que les pese a muchos, buscando ticket con los restos de Barcelona pel Canvi, que también va a la deriva aunque algunos traten de convertir el partido de Valls en un partido nacional. Félix Revuelta, el empresario que fue gran apoyo de Manuel Valls, también está moviendo sus hilos. José Ramón Bosch, el ex presidente de Sociedad Civil Catalana, aparece tras estos movimientos y también en el “reagrupament” de la derecha nacionalista, y despierta odios y recelos a partes iguales. Ciudadanos, mientras, vaga en su particular travesía del desierto sin demasiadas opciones. Vox, por su parte, espera su momento. No hay candidato sobre la mesa, pero la marca de la ultraderecha está muy viva. También la CUP. Los anticapitalistas no han decidido quién será su líder, pero todas las encuestas apuntan que tendrá representación.
¿Y los Comunes? Ada Colau sabe que si se presenta, sufrirá. Las encuestas no le auguran nada bueno y siempre se puede ir a peor. Por eso, la alcaldesa amaga con dejar la política municipal por la nacional, arrimándose a Yolanda Díaz. Los demoscópicos apuntan dos datos. Si Colau no se presenta, los Comunes sortearán “el todos contra Colau”, y pueden desactivar una parte del voto contrario. Pero a la vez, si Colau no se presenta, los Comunes perderán parte de su encanto. Jordi Martí, que se postula como heredero, no ganó a Collboni en las primarias del PSC. Dejó el Partido Socialista y se “transfugó” en los Comunes, algo que el electorado no ve con buenos ojos. Janet Sanz tampoco parece que sea una alternativa de éxito. Los Comunes también buscan tiempo para tomar decisiones para ver dónde termina la aventura de Yolanda Díaz, qué tipo de plataforma buscará. De momento, Podemos queda diluido, cuando no amortizado, en este nuevo movimiento. Colau, en función de los derroteros de Díaz, tomará su decisión. Es el único valor de los Comunes, pero no quiere sufrir un revolcón electoral. Por eso, los suyos intentan consolidarse como muleta de los republicanos de Ernest Maragall y seguir en el Gobierno municipal si ERC gana las elecciones.
ERC presentará a un Maragall que está desaparecido y que espera la alcaldía como si fuera hereditaria. Ernest se ha desligado de su pasado como si no fuera parte de la arquitectura que hizo de Barcelona una ciudad bandera. Ahora coge un estandarte para bailar el agua a los Comunes para tratar de recoger frutos en el 2023. Con Maragall, de 80 años en el 23, Barcelona no puede hablar de futuro. Tampoco ERC, pero en el partido republicano no hay agallas para plantear un candidato diferente. Quizá, porque Maragall ha hecho suya la política de tierra quemada y en las filas republicanas no hay nadie “con tirón” en la Barcelona maragalliana.
Los movimientos son constantes, pero todos miran de reojo a Colau. Si la alcaldesa se presenta o no, modificará el escenario, aunque todos deben centrarse en pensar que dependen de sus propias fuerzas. La ecuación no se ha despejado todavía. Colau marea porque sabe que mareando desconcierta, aunque también es consciente de que los Comunes no son lo que eran y están más que desgastados por sus políticas erráticas y sus ocurrencias ciudadanas. El malestar es creciente pero no está claro quién se aprovechará. Por eso, los movimientos previos son fundamentales. Los partidos lo saben. ERC y PSC son los que tienen en sus manos la posible piedra filosofal. Maragall espera que su apellido lo catapulte a la alcaldía y la espera como fruta madura. Collboni tiene que arriesgar, porque solo arriesgando se pueden conseguir resultados que nadie espera. Veremos.