Si alguno de nosotros o nosotras hubiera hecho el ejercicio de informarse sólo por TV3 en la última década, descubriríamos que hay muchas cosas que desconoce. Probablemente habría visto decenas de veces las imágenes de las cargas policiales del 1 de octubre pero no sabría casi nada de lo que sucedió en el Parlament el 6 y 7 de septiembre de 2017.
Difícilmente habría visto testimonios o imágenes emotivas de los miles y miles de catalanes y catalanas no independentistas que han vivido con angustia las consecuencias del procés en sus vidas, las personas que se han sentido expulsados de las fiestas de su pueblo, de actividades populares y recreativas de las que formaban parte porque ahora no lucen un lazo amarillo. Esta persona que sólo viera la televisión pública de Cataluña habría visto a muchos independentistas entusiastas, los que cada 11 de septiembre se ponen la camiseta de la ANC y proclaman sonrientes que están en la calle para conseguir la libertad pero no a los que creyeron en unas promesas que nunca se hicieron realidad.
Hace unos días, el CAC, el organismo que regula nuestros medios públicos, constató algo que ya había dicho en 2013 y 2018. Nuestra televisión pública lleva años haciendo algo equivalente a posicionarse de manera clara con una postura política que representa sólo a una parte de la ciudadanía. Entre marzo de 2018 y julio de 2021, emitió 22 documentales o programas especiales en torno a la relación entre Cataluña y España, 17 de los cuáles eran sobre el proceso que llevó al 1 de octubre. Estos 17 especiales respondían al mismo punto de vista, el de las personas partidarias de la independencia. Esto, a pesar que el acuerdo no contabilizaba los ocho documentales sobre el 1-O que TV3 compró a Mediapro en los que 38 de los 41 entrevistados decían que el juicio era un montaje.
El sesgo de los documentales y reportajes de la televisión pública de Cataluña no es algo nuevo. El CAC lo dijo en 2013 y 2018 y pidió que se corrigiera pero desde entonces TV3 no sólo no ha hecho nada para compensar el desequilibrio, ha seguido emitiendo contenidos en un mismo sentido. Este nuevo acuerdo del CAC constata también otra cosa importante. TV3 no sólo incumple reiteradamente su obligación de observar criterios de imparcialidad, neutralidad, pluralismo, objetividad y equilibrio informativo, tampoco fomenta la convivencia, algo que es su obligación como televisión pública.
¿Cómo se explica que en todos estos años no se haya programado ni un sólo contenido específico sobre el diálogo y el reencuentro en Cataluña mientras se programan constantemente otros sobre el agravio y la división? La respuesta del director de TV3, Vicent Sanchis, cuando se le pregunta en la comisión de control del Parlament es que nadie los “ofrece”. Algo equivalente a decir que la parrilla de nuestra televisión pública está en manos del libre mercado, de unas productoras que se llevan casi todo el dinero destinado a producción externa y que al parecer deciden los contenidos de la televisión pública. Es lógico pensar que si dependemos de Jaume Roures o Toni Soler para dar voz a las personas que no creen que España es una democracia fallida homologable a Turquía, estos contenidos nunca llegarán.
Hay muchas cosas que TV3 no explica o explica a su manera. Si fuéramos esa persona que sólo se informa por la televisión pública de Cataluña, creeríamos que el reportaje que publicó The New York Times sobre las conexiones del entorno de Carles Puigdemont con la diplomacia y los servicios secretos del gobierno ruso no es más que una información extraída de informes malintencionados de la Guardia Civil. Nadie nos habría informado que es un reportaje fruto de dos años de investigación y que uno de sus autores ganó el premio Pullitzer justamente por una serie de reportajes sobre cómo funcionan los servicios de inteligencia rusos. Sólo conoceríamos la versión del Kremlin, de los implicados o de sus abogados defensores porque TV3 no nos ha ofrecido nada más.
Si fuéramos esa persona, creeríamos que las únicas entidades vinculadas al debate político que existen en Cataluña son Òmnium Cultural, la ANC y la Associació Catalana pels Drets Civils. El último informe del CAC sobre cumplimento de las misiones de servicio público de TV3 y Catalunya Ràdio constata que nuestra radiotelevisión pública no da voz a ninguna entidad que no sea de perfil independentista. También dice que por cada tres personas partidarias de la independencia, invita a una que no lo es.
Si alguno de nosotros o nosotras hubiera hecho el ejercicio de informarse sólo por TV3 en la última década, sólo existirían catalanes y catalanas que sufren por la situación de los políticos presos o de sus familias, que aspiran a un escenario de liberación nacional y creeríamos que éste es el anhelo compartido del pueblo de Cataluña. Porque lo que siente u opina el resto no existe para nuestra televisión pública.