Hace unos días, a iniciativa de un colectivo escindido de la ANC, todos los partidos independentistas se comprometieron por escrito a no pactar con el PSC tras las elecciones de hoy. Lo que puede parecer un hecho menor, resulta muy paradigmático de hasta qué punto nos hemos ido sumiendo en un desvarío que parece no tener fin. ¿Qué lleva a unos partidos, con responsabilidad de gobierno y millones de votantes detrás, a firmar un papel presentado por unas personas que carecen de representatividad? Dos consideraciones.
En primer lugar, la falta de coraje de algunos de los firmantes, pues son conscientes de que, en pleno callejón sin salida, la aproximación a una fuerza moderada como los socialistas resulta imprescindible. Un partido con el que, además, ya vienen pactando en el Congreso de los Diputados. A su vez, todas las encuestas señalan que una clara mayoría de catalanes optan por el acuerdo y el acercamiento entre unos y otros. La opción rupturista, que jamás fue mayoritaria, va cediendo paso a la alternativa reformista.
En segundo, la falta de respeto a los ciudadanos. Sólo a la vista del resultado electoral, de las diferentes opciones y sensibilidades expresadas por los votantes en las urnas, se podrá interpretar qué combinación responde mejor a la voluntad libremente manifestada. Y si resulta un Parlamento fraccionado, sin una mayoría clara que soporte un gobierno cohesionado, es responsabilidad de los partidos encontrar el encaje necesario para gobernar un país en las circunstancias tan complejas del momento. Sin vetos tan absurdos como el firmado por los partidos independentistas.
En el momento más complejo que podamos recordar, inmersos en una descomunal crisis económica y social, en que más que nunca es necesaria una política fuerte y orientada al interés general, un grupo reducido y desconocido de activistas imponen a partidos de gobierno el aceptar por escrito un veto al PSC. A un partido moderado y que, según las encuestas, puede ser la formación más votada por los catalanes. Pase lo que pase hoy en las urnas, lo nuestro va para largo.