¿Quién manda en La Moncloa? Pablo Iglesias, alias El Moños.
¿Qué ocurre en La Moncloa? Hay guerra. Navajazos. Puñaladas. Hace un par de semanas ya comentábamos el enfrentamiento de varios ministros socialistas con el vicepresidente Iglesias. Ha terminado en guerra. Guerra al director de La Moncloa. Guerra a quien dirige el gobierno. De momento. Pero hoy lo dirige. Con espada ensangrentada. Papeles firmados. Y vigilando quién es el próximo en caer. Y los ministros socialistas se ocultan, se callan, desaparecen. ¿Qué ha sido de la vicepresidenta Calvo? Desaparecida. ¿Y de la ministra Robles? Silencio. Sálvese quien pueda hasta… Hasta que tengamos Presupuestos. ¿Y después? Después seguirá la guerra a puñaladas, pero algunos desde su casa.
Cuentan por la calle Zorrilla, donde Las Chicas, que esto no puede seguir así. La mayoría de los ministros socialistas están hasta el moño del Moños, o sea de Iglesias. Dirige, controla y amenaza. Él lleva la batuta. Pero el presidente es Sánchez. “El jefe del Ejecutivo es Pedro Sánchez. Y eso a veces nadie debería olvidarlo, incluso dentro del Gobierno”, le ha recordado la ministra de Defensa, Margarita Robles. Ha liquidado la Comisión de seguimiento del reparto de Fondos europeos. Él no estaba en la Comisión. ¡A quién se le ocurre! Pues fuera Comisión. Pues ya está. ¡Faltaría más! No controlar Iglesias los Fondos. Para eso está en el gobierno. Para crecer y multiplicar. Ya ustedes me entienden. Y falta la enmienda a los Presupuestos sobre los desahucios. Ganará. ¡Cómo juega Iglesias a Gobierno y Oposición! De matrícula.
Queda clarísimo la ruptura que hay dentro del gobierno. Sánchez reza para aprobar de una vez los Presupuestos y luego poder mandar sin chantajes. Sin amenazas de bloqueo. Bueno, ya buscará Iglesias otro tema. Sino lo tiene ya, que casi seguro lo tiene. Cuidado Sánchez. Porque Sánchez no ha defendido a ningún ministro socialista. Están desolados. Hundidos. Puede que algunos no quieran seguir. Varios. Hay indignación, se incluye también a los barones, porque Sánchez no hace otra cosa que ceder. Ceder y ceder. Ante Iglesias, vascos y catalanes. Siempre la misma historia. Da igual el color del presidente, siempre ganan los mismos con el dinero de todos.
Sucede que el socio de Sánchez no pierde oportunidad. No hay día que no haya tema para hacer frente al gobierno. Al gobierno al que pertenece. Así juega a las dos bandas. Se enfrenta a Marruecos por la crisis del Sahara, cuando España no respira por miedo que aumenten los inmigrantes en patera. Anuncia un decreto para prohibir los desahucios tras la enmienda a los Presupuestos. No para de poner palos a la rueda del gobierno. Y Sánchez no reacciona. Traga y traga. ¿Hasta cuándo? Un mes. Falta un mes y pocos días para tener Presupuestos y la batalla de Moncloa se termine con muertos a puñaladas. Ya están los puñales afilados. Incluso los existentes en la reserva, que de todo hay, según cuentan algunos socialistas, ya hartos, hasta los mismísimos, del podemita de pelo largo e ideas cruzadas. No pueden más.
Porque el presidente se pasea por otra planta. Por la de arriba. Y mira a sus ministros con bastante desprecio. Ni una sola defensa ha hecho de los suyos. Algunos ya están temblando y se ven fuera del gobierno tras la gran crisis que se dará con el nuevo año. Hace poco el presidente, en uno de sus aburridos discursos dominicales, anunció que “todos los ministros tienen mi confianza y mi empatía”. A temblar. Sentencia de muerte. Si Sánchez te muestra empatía date por muerto. Y bastantes ya se dan por muertos. Miedo a Sánchez y miedo a Iglesias. No respetan a nadie. Ni a Calviño, ni a Ábalos, que ya es decir; ni a Marlaska, Ribera, Escribá y Robles, a quien ya responden los de abajo, la Belarra, sin respeto alguno la acusa de hacer daño al Gobierno al ser la “ministra favorita de los poderes que quieren que gobierne el PP con Vox”. Lo que hay que oír. Y nadie sale al pasillo. Nadie defiende. Todos tienen miedo a Iglesias. Silencio. “Que no se entere Iglesias”.
Si en Moncloa están en guerra, ¿qué ocurrirá en el nuevo año? Primero habrá que enterrar a los 60.000 muertos. Habrá que irse olvidando del Covid, que tanto ha tapado al poder, que pasen los muertos al olvido. Una semanas de blanqueo televisivo y ¡zas!, crisis de gobierno. La sangre ya se huele en Moncloa. Incluso de algunos ministros, mejor ministras, de lo más relevante y destacado. No admiten sombras los narcisistas. Ni sus parejas. Nos entendemos. Teniendo Presupuestos para seguir toda a legislatura, lo demás no importa. A la fosa con todos. ¡Ay, la política! Puede cambiar en una noche. Puede cambiar mientras se toma un café. Todos lo saben, todos lo olvidan.
Con el Covid y las vacunas se está tapando todo. Si llegan las vacunas serán, Pedro y Pablo, los salvadores de la sociedad, de los españoles. Serán los dueños de todo. Y como tales, sin deudas que pagar, decidirán que el edificio de Moncloa está demasiado lleno. Gente fuera. Ministros decapitados. Sin compasión. Sobran bastantes. Y Pablo y sus ‘amigos’ Rufián y Otegi, los que deciden ahora, tienen ganas de venganza. A Pablo ya sabemos que le gusta el fuego. Si estos tres personajes deciden la agenda de Sánchez y el camino a los españoles, agárrense fuerte los pantalones que vienen curvas. Habrá que afilar las navajas. Para defenderse.