Cuando León Trotsky, en enero de 1936, escribió La traición del Partido Obrero de Unificación Marxista español debía estar muy enojado. Sus duras críticas a Andreu Nin, Joaquim Maurín y Juan Andrade dan fe de ello. El revolucionario ruso había recomendado a sus seguidores españoles penetrar en el seno de los grandes partidos de masas y sindicatos obreros. El objetivo que les marcaba era desbordar las prácticas reformistas de sus cúpulas dirigentes para llevarlas al campo de la revolución mundial. No lo hicieron. Optaron por formar un partido marxista de nuevo cuño al que Trotsky no dudó en calificar, con desprecio, como centrista y aliado de la burguesía. Pero eso es historia pasada. Posteriormente la táctica empleada por algunos grupos trotskistas --pero no solos por ellos-- para controlar y radicalizar posturas en organizaciones ajenas, dio contenido al concepto que hoy conocemos como ‘entrismo’.
Con el paso del tiempo la sociedad ha cambiado y con ella la política y los partidos que la articulan. Las organizaciones de masas ya no lo son tanto, y los partidos han dejado de ser ejércitos de aguerridos militantes para dar paso a otras cosas. La vieja táctica trotskista quedó obsoleta; cierto, pero no sin antes tener sus momentos de gloria en el laborismo inglés con las actividades de militantes famosos como Vanessa Redgrave. El nuevo ‘entrismo’, el que viene de la mano de personajes como Iglesias, no pretende asaltar las cúpulas partidarias de la socialdemocracia, ni propiciar el trabajo fraccional. No, eso no le interesa a Pablo; en cambio, no se corta lo más mínimo intentando maniobrar desde el corazón del gobierno. Las últimas iniciativas y movimientos de Unidas Podemos en relación a los presupuestos, propiciando acuerdos de bloque y cercenando cualquier pacto hacia el centro político, dan que pensar. Esta modalidad de ‘entrismo’ pablista huele a deslealtad y genera desconfianza entre los socios de la coalición. Llegados a este punto cualquier ciudadano, mínimamente informado, puede preguntarse qué es en realidad Unidas Podemos, y qué sería sin un hermano mayor socialista en el espacio de la izquierda. Cuesta adivinar cuál es su verdadera naturaleza dado que ya no nos incordian, como antaño, con las tesis de Ernesto Laclau, y han perdido la fe en el boliviarismo venezolano. Parece, incluso, que en Unidas Podemos ha caído en desuso el léxico más clásico y descarado de la formación. Ya nadie habla de castas ni de la vieja política; es más, hay quien piensa que se han contagiado del modus operandi y la retorica de los ‘de arriba’. ¿Por ventura se ha convertido Unidas Podemos en el receptáculo donde habitan todos los epígonos tristes de las esencias revolucionarias?
Cuando las Mareas ni vienen ni van, cuando el movimiento se transforma en foto fija, cuando la cabeza es más voluminosa que el cuerpo y se adivinan pies de barro, cuando la disensión es tratada como traición, cuando de la comuna se pasa al chalet o cuando la coleta deviene moño, es que algo pasa. Conviene alimentar a la clientela propia para no perderla. En esa tesitura lo más fácil es vender al ciudadano que se ha dado un puñetazo sobre la mesa, que se ha hecho ‘entrismo’ gubernamental. Se vende al mundo mundial que ésta es una táctica arriesgada, pero útil, para corregir las perversas desviaciones que atenazan a los socialdemócratas. Para ello nada mejor que entenderse con los independentistas para bloquear el paso a la pérfida Inés Arrimadas y a los lacayos del IBEX 35. Patético.
La vicepresidenta Nadia Calviño, con la prudencia y la elegancia que la caracteriza, ha dado en el clavo al manifestar que hay acciones que persiguen tan sólo la visibilidad. En la actividad política la búsqueda desesperada de protagonismo es un síntoma de que algo no funciona, es el termómetro que detecta el miedo del dirigente a perder espacios comunicativos y clientelas. Preparémonos pues, a transitar por una legislatura que no estará exenta de sorpresas, chantajes encubiertos y traiciones. Los de Pablo Iglesias, para vitaminarse, seguirán practicando entrismo intervencionista adornado con retórica populista.