Pregonero de la Mercè. Pero completamente sesgado al decir que los que hablan castellano aquí son unos “inadaptados”; y por decirlo en compañía de la alcaldesa Ada Colau que aprovecha la más mínima ocasión para repartir leña desde el bando de la anti-España. Tan cerca ambos del nacionalismo crepuscular y tan lejos de los ilustrados, como Blanco White, Larra o Juan Goytisolo; o como Carner y el mismísimo Carles Riba. Los dos, Ada y su payaso, tan del terruño y de la piedra, cómo dispuestos a combatir a la España “torcida”, “bizca”, que “nos sodomiza”. ¡Venga hombre! El comediante, Premio Nacional de Circo, no es un acólito de Torra y Puigdemont; él proviene de una izquierda que no republicanea, pero para el progre, nunca está de más darle un capón a Leviatán.

Dime una cosa Tortell: ¿Kafka fue un inadaptado por hablar y escribir en alemán y no en checo, su lengua natal? O es que el alemán, la lengua de Mitteleuropa --de Musil, Canetti, Stefan Sweig, entre otros genios-- era mala por ser la del imperio austro-húngaro, penúltimo sueño de un continente unido. Muchos echamos de menos a la Viena desmembrada por los nacionalismos en la absurda Gran Guerra (1914-1917), tras aquel asesinato en Sarajevo, resumen de las pasiones étnicas de los Balcanes. No hace falta añadir que aquella Viena fue laminada por Hitler, en 1939, icono del nacionalismo tribal y pangermánico, enfermo de espacio vital (lebensraum). Te digo más: Milán Kundera se marchó de Praga después de ver a los tanques soviéticos en la Plaza de la Ciudad Vieja, la del reloj astronómico. Se instaló en Paris y escribe en francés. ¿Ha dejado de querer a su país de cuna? No, radicalmente, y si lees El libro de la risa y del olvido sabrás de amargura y de tristeza; entenderás lo que es sufrir de nostalgia o morir a carcajadas melancólicas.

El gran Joseph Roth, nacido en la Galizia polaca, escribió en alemán y en francés, y Konrad, también de origen polaco, lo había hecho antes directamente en inglés. Vamos hombre, que un idioma sea mayoritario no significa que oprima a nadie. La obsesión monoglósica de los indepes nos lleva al catalanismo racial de Heribert Barrera, al que el Ayuntamiento de Barcelona le ha retirado la Medalla de Oro por xenófobo. Bravo por el Consistorio que ha tomado esta sabia decisión prescindiendo de Junts y ERC, partidos que adornan la peor tradición del siglo XX, el más violento de la historia. Así sí, Colau. 

Caricatura de Tortell Poltrona / FARRUKO

Caricatura de Tortell Poltrona / FARRUKO

¿Qué le pasa a Tortell? ¿Les debe algo a las autoridades soberanistas? A lo mejor piensa como aquel comediante de Heinrich Böll, en Opiniones de un payaso, que prefería el dialecto renano al alemán oficial. No fastidies; no tiene nada que ver; ni dialectos ni monsergas; el catalán en una lengua maravillosa que convive con el castellano en igualdad de condiciones en un país demediado, pero orgulloso de ser uno de los centros difusores de la lengua común hispano-americana. ¿Cómo va a ser un inadaptado un señor que hable castellano, la segunda lengua del planeta? ¿O es que no hemos visto y oído a los que hablan el román paladino en el laboratorio del Circ Cric de Tortell, el Centre de Recerca de les Arts del Circ en Sant Esteve de Palautordera? A lo mejor, al meritorio payaso, cofundador de la ONG Payasos sin fronteras, se le ha girado el coco. El nacionalismo, una ideología pánica (totalizadora), va cercenando el cerebro de sus mejores hijos, hasta el día en el que piensan solo con el espinazo. 

Con Payasos sin fronteras, Jaume Tortell ha dado lecciones de humanidad y estética en campos de refugiados de Croacia, Bosnia, Kosovo, Sahara, Armenia, Chiapas, Sri Lanka, el Congo, Liberia o Etiopía. El payaso ha dirigido series de televisión como Els Pallassos, Poltrona Express o Frekuencia Pirata. Y que no se nos olvide, pisó los escenarios con Charlie Rivel, Oleg Popov o Jango Edwards. Me gustaría ver desde un agujerito lo que dice Rivel de la tontería del inadaptado lingüístico o qué piensan desde allí arriba artistas tan superlativos como Joan Miró y Joan Brossa, quienes, en más de una ocasión, acudieron a la arena del Circ Cric para disfrutar de Tortell, reinventor de la poética del clown.

Digo que hace falta tener una inteligencia reptiliana para meterse en este berenjenal del inadaptado castellanoparlante. Gran parte de la inmigración habla castellano. ¿Qué hacemos? ¿Declaramos a los inmigrantes enemigos y principal amenaza, como dijo el eugenésico doctor Barrera? Si la palabra va de la emoción al habla, difícilmente llegará un día en que los poderes públicos puedan dominar la inmediatez del sintagma; y menos en una sociedad compleja, como la nuestra (en el metro de Barcelona se hablan 200 lenguas). Para obligar al uso del catalán como lengua única deberíamos frontalizar a millones de ciudadanos. Es más saludable navegar en la cadencia austro-húngara de usos y costumbres diversos, que comparten una lengua nada lesiva, aunque algunos la consideren inadaptable. A una lengua puedes amarla y hasta compartirla, como hacían antes con sus enamoradas los clientes del balneario de Baden-Baden o los poetas, con la letra de Proust y de Manzoni, alternando el francés con el italiano.

Con en el dolor como enemigo, Tortell va de lo grotesco a lo colérico; te clava en su patio de butacas a base de risas y lágrimas, al estilo del Gran Grimaldi en el lejano Londres ecuestre de carlinas y jamelgos. Se lo resumo así: un toque de bilingüismo no te vendría mal.