La victimización y el infantilismo son los pilares sobre los que descansa el feminismo, el nacionalismo y el populismo. Muchísimas mujeres dicen que les va mal en la vida por culpa de los malvados hombres del heteropatriarcado, la mitad de los catalanes culpan al resto de España de todos sus males y muchos ciudadanos dicen sufrir muchísimo por culpa exclusiva de esa “casta” rica que se levanta cada mañana pensado en chafarlos como a hormigas. Observamos una sociedad en la que cada vez más personas culpan sistemáticamente a un tercero de las cosas que no le funcionan. Esas personas rara vez llegan a la conclusión de que, a lo mejor, tienen un poco de responsabilidad en algo.

Estamos ante la versión adulta y masiva de aquello que tanto escuchábamos en el colegio de “el profe me tiene manía”. Los dirigentes políticos y los principales medios de comunicación, sabedores de la tremenda extensión de nuestro particular síndrome de Peter Pan, lejos de tratar de inyectar algo de madurez en el sistema lo alimentan para que siga creciendo como una bola de nieve. Pocos políticos se atreven hoy a dirigirse como adultos a los ciudadanos refrescando conceptos como la responsabilidad individual, la libertad, la autonomía, la capacidad de decisión, el esfuerzo o la disciplina. Papá Estado trata en muchas ocasiones a sus administrados como a niños para que estos sigan dependiendo de él. Va a lo fácil: le compra la Play Station al niño para que deje de patalear en vez de ponerlo a estudiar.

Una democracia formada y adulta abordaría sus discrepancias en una mesa de diálogo, dentro de unas normas, argumentos sólidos e interlocutores técnicamente solventes. Como el puerilismo está ya tan impregnado en tantas capas sociales, nuestros “líderes” se limitan a debatir entre ellos con un nivel no mucho más elevado que el del “caca, culo, pedo, pis” de los niños. No es casualidad el tabernario y avinagrado talante de los debates públicos. Ante las controversias patalean, sobreactúan, señalan al oponente con el “y tú más”, jalean a la adormecida masa social con ganas de salir en la Wikipedia y buscan el enfrentamiento banal sin dejarle salida honrosa al otro interlocutor.

Así es muy difícil avanzar y proyectar una buena imagen internacional. Nunca lideraremos nada serio, siempre necesitaremos ser rescatados y ayudados ante las vicisitudes del mundo globalizado. Por eso, debemos instar a los poderes públicos a que se dirijan a nosotros con honestidad, con coherencia, con calidad intelectual y no de una manera paternalista si queremos formar parte de una sociedad próspera y experimentada. Tenemos que huir como de la peste de encantadores de serpientes, de vendedores de crecepelo, de los cuentos chinos y del que nos diga que todo es gratis.

Existen movimientos políticos con mucho apoyo en nuestra sociedad que persiguen ser continuamente ser el centro de atención, que no asumen la responsabilidad de sus actos, que nunca reconocen un error y, como decía antes, siempre transfieren la responsabilidad de hechos negativos a otros. Que luego no nos extrañe que en España sea tan admirada la “lideresa” de 17 años Greta Thunberg.