La unidad no es solo una mera proclama patriotera. Más allá de banderas y escudos, la unidad representa, desde mi punto de vista, el deseo de solidaridad, de convivencia y de colaboración entre las personas. Entre los casi 47 millones de españoles y con el resto de los europeos. Unidad también es el compromiso de formar una comunidad de derechos y obligaciones para que todos avancemos civilizadamente. En resumen, libertad, igualdad y fraternidad.
El separatismo, habrán deducido, representa lo opuesto. Encarna lo peor de nuestro tiempo; la exclusión, la división y el egoísmo, sazonado con un supuesto sesgo identitario.
El separatista no ama a “su” tierra, sino que se ama a sí mismo y a los que él considera como “suyos”. Puro narcisismo, puro veneno. Y desprecia a los que no encajan en su “perfil” identitario, a los que considera “diferentes”. En un insoportable y pueril ya no te “ajunto”. Puros prejuicios infundados y emponzoñados por los amplificadores mediáticos del régimen.
El separatismo está nervioso. Lo habrán notado. Los Torra, Ponsatí, Puigdemont y demás claca mediática lo saben. Saben que su mercancía dañada, la que han estado colocando desde hace décadas, puede tambalearse por esta grave crisis. De ahí que el nivel de necedades y disparates se haya incrementado también exponencialmente. Temen que el proyecto separatista quede desnudo y expuesto como lo que es; un proyecto reaccionario y populista cimentado en la creación de falsos agravios, los bajos instintos y en el egoísmo y la división.
Están inquietos. Esta crisis les puede poner frente al espejo.
Esta crisis puede hacer recapacitar a muchos de sus actuales partidarios sobre la importancia de la unión, de la solidaridad y de la convivencia entre personas. Y que, en definitiva, es mejor, más solidario y humano un país de 47 millones que no de 7 millones.
Esta crisis puede crear y fortalecer el sentimiento de comunidad, de grupo, y hacer olvidar y desterrar esas rencillas, tan artificiales como forzadas, para centrarse en lo importante; el valor de la unidad, el valor de compartir y de la ayuda mutua.
Todos tendremos ahora tiempo para reflexionar y para revisar ciertas actitudes y valores, y eso es justamente lo que más teme el separatismo, cuya gasolina es el cabreo e irritación vertiginosa e irreflexiva. Por eso, los peores momentos están por llegar. Los insultos, las manipulaciones, las afrentas más tóxicas y descarnadas no han llegado todavía a su pico. Paciencia. Que se desmoronen ellos solitos.