Los votantes de Podemos están conmocionados con el carajal montado por Íñigo Errejón, del que solo me gusta el nombre, que ha llevado a Pablo [sin] Iglesias a decir que está triste y deprimido…
El monaguillo de Iglesias ha tocado la campanilla en el momento de la consagración y los devotos se han escandalizado porque el niño se ha abrazado, con su abuela Carmena, al Altar Mayor de la misma Iglesia-Catedral y no en la sacristía, como correspondería a cuatro meses de unas elecciones municipales, autonómicas y europeas.
Que no nacionales, porque seguro que el encantador Pedro Sánchez no cumplirá la promesa de cuando llegó al Palacio de la Moncloa. Siete meses es una vida para los desmemoriados; y no siete vidas como tienen los gatos madrileños…
No sé por qué tanta escandalera mediática de rasgarse las vestiduras porque el padre tiene que interrumpir el periodo de lactancia de sus pequeños; no ha hecho otra cosa que ponerse ante el espejo de la praxis leninista de cortar cabezas. En la Iglesia de Pablo solo quedará él vivo entre todos los apóstoles. No se fía de Pedro, que tiene el juego de llaves del reino del Paraíso para los políticos…
A Íñigo le han precedido en la hoja del laurel del martirio televisado en vivo tres de los cinco profesores que fundaron el colectivo morado: Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa, Luis Alegra y, ahora, el cuarto, Íñigo Errejón…
En la primera Ejecutiva se nombró a doce cargos. En principio eran diez, luego llegó su actual pareja, Irene Montero, encargada de la Coordinación de Áreas --cambiada por la anterior comunista Tania González--, y Pablo Bustinduy como responsable de Relaciones Internacionales.
Como en la novela policíaca y de misterio de Agatha Christie Los diez negritos, todos van cayendo, uno tras otro. Uno de los diez es el asesino. No hace falta mucha imaginación saber quién es el culpable: ¿se lo imaginan?
PD: Iglesias no me cae bien, pero tampoco el monaguillo que reparte hostias de tapadillo en la sacristía de la Iglesia…