El consejo de ministros del próximo día 21, convocado en Barcelona, tendrá su historia. Es un acto simbólico que se supone comportará la aprobación de algunas medidas específicas para Cataluña, de otra manera, no se entendería la iniciativa. Orden del día a parte, la sola presencia del gobierno en pleno en Cataluña tiene un mensaje inequívoco: esto es España, este es su gobierno y este gobierno se reúne dónde cree oportuno hacerlo sin necesidad de justificación previa. Hay una lectura complementaria: es una muestra de respeto y reconocimiento para Barcelona, capital de Cataluña, territorio que nos preocupa extraordinariamente dada la excepcionalidad en la que se vive desde hace unos cuantos años.
La tercera interpretación es la formulada por la portavoz del Gobierno de la Generalitat: un consejo de ministros en Barcelona tiene un punto de provocación. Las razones esgrimidas son básicamente dos, es justo el día en el que se cumple un año de las elecciones autonómicas convocadas bajo la autoridad del 155 y el diálogo entre los gobiernos no avanza. Las dos cosas son ciertas. Si el consejo de ministros se celebrara habitualmente los jueves, seguramente la reunión se habría adelantado al día 20, ¿cambiaría en algo la valoración de Elsa Artadi?
Muy probablemente no, porqué queda la segunda razón, la negociación no progresa, en lo que interesa al gobierno Torra, autodeterminación y gestos judiciales-penitenciarios para los dirigentes procesados y el diálogo que mínimamente se ha concretado (cuestiones autonómicas) no le emociona al independentismo porque corresponde a una pantalla que tienen estropeada en su ordenador. En resumen: el consejo de ministros no podría venir nunca a Barcelona, salvo en el caso que se tratara de una reunión bilateral entre el gobierno de España y el de la República Catalana.
Pero la reunión se va a celebrar, salvo hecatombe sobrenatural. Vamos a ser testigos, pues, de una provocación, a juicio de Artadi, quien, lógicamente, cree firmemente en el derecho de todo el mundo a protestar. Es una obviedad que cualquiera puede mostrar su descontento y es una obviedad que el día 21 va a ejercerse este derecho por parte de muchos ciudadanos o de unos pocos. Esta no es la cuestión.
Provocar significa incitar a uno a hacer una cosa y Artadi entiende que la llegada a Barcelona del gobierno central estimula a una parte de los catalanes a salir a la calle. está animando a que la oposición se multiplique; aunque a tras formular el eslogan promocional --esto es una provocación--, a continuación, se desmarcara de la movilización que pueda convocarse, como si fuera Magritte y nos quisiera ilustrar sobre la traición de las palabras. Ceci n’est pas une pipe, esto no es una consigna, pero ahí queda, como aviso a patriotas.
La iniciativa de Pedro Sánchez de sacar el consejo de ministros de La Moncloa (de momento Sevilla y Barcelona) solo quedará libre de suspicacias electoralistas para gobiernos amigos o de voluntades de reafirmación de autoridad en territorios con gobiernos esquivos cuando deje de ser un hecho excepcional. Tampoco hay que aspirar a que se convierta en una rutina, transformando al pleno del gobierno en un órgano itinerante por las periferias políticas, como si se tratara de una gira artística; sería suficiente con que la presencia del consejo en el territorio se adecúe, en el tiempo, a la pluralidad de España. Si se cree en ello, claro.