Antonio Garrigues Walker, en la sede en Madrid del despacho Garrigues, durante la entrevista con 'Crónica Global'

Antonio Garrigues Walker, en la sede en Madrid del despacho Garrigues, durante la entrevista con 'Crónica Global'

Pensamiento

Garrigues Walker: "Debe haber diálogo entre independentistas y constitucionalistas razonables"

El veterano jurista liberal señala que el problema es que la cuestión catalana "quede en manos de radicales, de uno signo y de otro", y pide que alguien dé un primer paso

25 noviembre, 2018 00:00

Walker libro

Walker libro

Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934) lo ha visto y lo ha protagonizado casi todo en la vida económica y política de España. Es el presidente de honor del despacho Garrigues, después de haberlo presidido desde 1961 hasta 2014. Sigue defendiendo el liberalismo, “que no tiene nada que ver con el neoliberalismo”, como se empeña en destacar y como explica en el libro que acaba de publicar, Manual para vivir en la era de la incertidumbre (Deusto), con la colaboración de Antonio García Maldonado. Garrigues Walker asegura en una entrevista con Crónica Global, en la sede del despacho en Madrid, que “todo el estamento político español debería tener en cuenta el interés general y llegar a grandes acuerdos”. Ese interés general, sin embargo, no aparece en el horizonte. Garrigues, amigo de Miquel Roca, impulsor junto a él de la Operación Reformista, que no obtuvo un solo diputado, en 1984, en toda España, “no era el momento”, sigue muy de cerca lo que ocurre en Cataluña. Tiene una máxima y es que “el diálogo se debe dar entre los independentistas y los constitucionalistas razonables”, y que el peligro es que “hay independentistas radicales, y también constitucionalistas radicales, que no permiten una vía posible para encontrar soluciones”. En su libro, aborda los problemas de la democracia liberal, y los retos internacionales, marcados por el ascenso de China y la ola tecnológica, que cambia todos los esquemas que imperaban hasta ahora.

--Pregunta: Usted defiende la democracia liberal, cuando existe una mayor demanda de democracia “real”. ¿Es una confusión que denota falta de cultura política, o es que la democracia liberal no puede solventar lo que se le exige?

--La democracia liberal está pasando ahora una fase crítica y negativa. Hay mucha gente, principalmente la juventud, que pone en cuestión que sea la única fórmula posible y eso es preocupante. Lo es porque siempre se ha dicho que es el peor sistema, excluidos todos los demás. Y hay que defender esa democracia liberal. Ahora bien, es cierto que no tiene el grado de eficacia y de flexibilidad que quisiéramos. No lo tiene para los retos básicos: la desigualdad económica y la cuestión migratoria. Y entre ambos retos se define la política actual.

--¿El problema es la falta de respuesta a la desigualdad?

--El modelo económico ha funcionado muy bien respecto a la creación de riqueza, pero es verdad que no ha dado respuestas a la hora de distribuir esa riqueza. Se ha favorecido una desigualdad excesiva, que se comprueba en países como Estados Unidos, o España. Ahora, ese es el tema básico en todos los medios de comunicación norteamericanos. El nivel de riqueza que se ha concentrado en un porcentaje muy pequeño de la población es excesivo. Y se ha comprobado, viendo el coeficiente Gini que mide la desigualdad en los países, que eso se puede compensar, que hay países como los nórdicos o Japón, que han logrado una cohesión importante en sus sociedades. Lo que ha ocurrido es que muchos jóvenes piensan que la democracia liberal no es un buen sistema, porque se sienten excluidos, y están, además, más formados que nunca. No tienen fe en el sistema y eso es una cuestión muy seria y preocupante.

--En Cataluña se ha vivido un proceso que afecta a la democracia liberal, que no acepta las limitaciones de una democracia con  reglas, justo cuando esa democracia ha buscado limitar daños, con decisiones en el ámbito económico, por ejemplo, como asegurar la independencia de los bancos centrales?

--Son cuestiones distintas. En el tema de los bancos centrales es obvio que se trató de una medida positiva, para que los gobiernos no hicieran lo que quisieran con la política monetaria, por ejemplo. En el ámbito de la Justicia, lo estamos viendo ahora, también se han producido problemas. Lo que debemos decir es que el estamento político debe reflexionar, porque presenta la más baja tasa de credibilidad. Es cierto que falta eficacia y flexibilidad, que vemos como se es incapaz de unirse, de tomar decisiones de forma conjunta. En España no ha habido nunca coaliciones electorales, y no se producen acuerdos sobre temas que afectan a la ciudadanía, en el ámbito sanitario o en la educación. Esas coaliciones de gobierno se han producido en toda Europa, y no veo por qué no se pueden producir en España. El concepto de interés general debe prevalecer sobre el particular, es un valor fundamental en una democracia.

--¿Se debe celebrar por todo lo alto los 40 años de Constitución? ¿Tenemos la España que se soñó en aquel momento?

--No sé si se soñó así, pero yo sigo despierto y veo que la Constitución ha sido decisiva para la modernización de España, que es uno de los mejores países occidentales, con la mejor posición. No cambio España por Italia, que tiene ahora coaliciones extrañas de gobierno,  o con Alemania, con partidos de extrema derecha. Si miramos Francia, Macron tiene muchos problemas, y no digamos el Reino Unido con el Brexit, o Trump en Estados Unidos. En España tenemos un sentimiento autodestructivo tremendo, pero la mayoría de países no están mejor que nosotros. Y sí, creo que se debe celebrar la Constitución con alegría. El debate sobre si se debe reformar o no, creo que puede ser secundario. Ahora mismo sería muy difícil. Lo óptimo es buscar reformar a través de acuerdos políticos o leyes orgánicas. Eso es posible, sin necesidad de reformar la Carta Magna.

--Pero aparecen problemas graves, como se ha mostrado esta semana con el asunto de Ignacio Cosidó y el reparto de poder en el Consejo General del Poder Judicial.  

--Es cierto, pero la justicia en España ha funcionado bien. En general tiene una alta calidad, con actitudes incomprensibles, es verdad, que han generado un grave problema. Espero que esta fase desaparezca pronto, pero también quiero advertir de que la absoluta separación entre justicia y política es complicada. Cada país tiene un sistema propio. Lo vemos en Estados Unidos, con designaciones directas por parte del Presidente, y la batalla entre demócratas y republicanos. Siempre hay una relación. Lo que debemos pedir es que se haga con criterios generales, no partidistas. Pero repito que en su conjunto funciona bien, que los jueces lo hacen bien, y lo que ha pasado se debe a la incompetencia y a ciertas actitudes erróneas. Podríamos hacer la lista, pero es evidente que hay empresarios y políticos en la cárcel, por corrupción. Y eso se ha producido en España gracias a la justicia.

--¿Qué verdades ve en el proceso soberanista en Cataluña, o cómo se puede justificar lo sucedido con el proceso independentista?

--Me parece que lo primero que debemos tener en cuenta es que no podemos sorprendernos de que Cataluña sea lo que es. Ha habido declaraciones de independencia en el pasado. Hay una pasión por el autogobierno, que no vamos a eliminar. Lo que no podemos hacer, y creo que ese es el problema, es dejar el tema en manos de radicales, de uno y otro signo. Hay independentistas y constitucionalistas radicales. Pero debe haber un diálogo entre independentistas y constitucionalistas razonables. Es un diálogo que debe ser asumible para conllevar el problema.

--¿Conllevarlo? ¿No cree que puede haber una solución más duradera?

--Conllevarlo, sí, como decía Ortega. No es una época para soluciones definitivas, que me recuerdan a la idea de solución final. Se puede y se debe consolidar el autogobierno, buscar fórmulas, pero para conllevarlo. Por ahora. Tengo el Premio Blanquerna. Recuerdo cuando me lo entregó Pasqual Maragall. Fue una maravilla conversar con él. No hay otro camino que el diálogo, desde una premisa y es que lo normal es estar en desacuerdo. Sé que el acuerdo llegará en Cataluña, conozco a sus gentes, conozco la situación. Se llegará a una convivencia civilizada, aunque ahora haya una mayor presión de unos y otros, de esos radicales de los dos lados.

Antonio Garrigues Walker, en el despacho Garrigues, en Madrid, con 'Crónica Global' /CG

Antonio Garrigues Walker, en el despacho Garrigues, en Madrid, con 'Crónica Global' /CG

Garrigues Walker, en el despacho de la firma Garrigues en Madrid, con 'Crónica Global' /CG

--¿Pero quién debe dar el primer paso?

--Los dos. Es una buena pregunta, pero los dos. Si hay ganas de establecer un diálogo, quien dé el primer paso tendrá premio. La sociedad valorará ese primer paso. Cuando dos amigos se pelean, quien da el primer paso siempre es el que gana, el que logra el objetivo de recuperar esa amistad. 

--¿Una primera idea sería abandonar la vía unilateral, desde el independentismo?

--Eso por descontado. Si no se reconoce eso, entonces no se entenderá nada. Me parece evidente.

--¿Usted hace más caso a la retórica o a las acciones? ¿Qué se debe tener más en cuenta en estos momentos, con el Gobierno de Quim Torra y la aproximación que ha iniciado el Gobierno español de Pedro Sánchez?

--El que crea en la retórica se lo puede pasar muy bien, pero hay que pensar y analizar las acciones que se toman. Es lo más importante. Se debería producir un momento de grandeza, como el de Roosevelt, como explico en el libro, en su momento en Estados Unidos. La retórica sirve de poco.

--Usted explica que el liberalismo se confunde con el neoliberalismo, y que no tiene nada que ver.

 --Exacto. Es, precisamente, lo contrario. Para ser liberal se debe ser liberal en todo, y la gente confunde el liberalismo solo con la economía de mercado. Se debe ser liberal en lo religioso, en lo cultural, además de defender una economía de mercado. En caso contrario puede pasar que defiendas la economía de mercado y ya está. Eso lo hizo Pinochet, con una dictadura en Chile.

--Se lo decía porque se puede establecer una analogía. El catalanismo es al liberalismo lo que es el neoliberalismo respecto al independentismo. ¿Ve que el catalanismo debía tender forzosamente hacia el independentismo?

--No lo veo así. Esa analogía me parece regular. El deseo de autogobierno y el soberanismo bien entendido ha estado presente siempre. Yo creo que ese sentimiento es natural. Ocurre en otros territorios. La autonomía tuvo la virtud de entregar ese poder, y eso es positivo. El problema es que se ha producido una radical división entre un independentismo radical y un constitucionalismo radical.  

--En la política española ha cobrado fuerza que los partidos nacionalistas catalanes dejen de contar cuando se busque la gobernabilidad de España. Ciudadanos propone una nueva ley electoral que haga más difícil que puedan tener representatividad en el Congreso. ¿Está a favor?

--No, para nada. El problema de los partidos constitucionalistas, cuando dicen que quieren eliminar a esos muchachos independentistas, es que no se ponen de acuerdo. Si se ha contado con los partidos nacionalistas en el Congreso es porque los otros partidos eran incapaces de establecer acuerdos. Que no den la lata con la ley electoral, porque ese no es el problema. Depende de ellos, de que establezcan coaliciones, de que sepan gobernar con grandes acuerdos. Y la realidad es que nunca lo han hecho.

--¿Qué le dice Miquel Roca?

--Coincidimos mucho los dos. En las ideas básicas estamos de acuerdo. Roca ha sido un factor de racionalidad, ha generado siempre un ambiente de diálogo. Y lo sigue haciendo, con sus artículos, con una muestra de racionalidad y ganar de generar convivencia. Lamento que el intento del Partido Reformista fracasara, pero la idea estaba llena de sentido. Elegimos mal el momento. Pero Roca siempre ha defendido aquella posibilidad, que en España creo que es necesaria.  

--¿Sería ahora posible? ¿Es Ciudadanos quien representa aquella idea reformista?

--Sería posible sin duda, ya sin nosotros, claro. Lo que no me parece adecuado es que se eche la culpa de todo a los nacionalistas.

--El independentismo reprocha a los intelectuales españoles que no se hayan pronunciado sobre el proceso soberanista. ¿No lo han hecho porque prefieren el silencio a decir abiertamente que están en contra?

--Hacen falta más voces, intelectuales, cultas y comprometidas, que entiendan la situación con más sentido. No se oyen o no se pronuncian adecuadamente. Pero es que no todo el mundo está por la radicalización. Repito que alguien debería dar el primer paso.

--¿El presidente Sánchez está acertando en la cuestión catalana?

--El Gobierno español es consciente de la gravedad del problema y está intentando mejorar el ambiente. De eso no hay duda. Me parece una evidencia y eso es positivo.