¡Mambo, mambo!
La CUP celebra su mitin central en una atmósfera de cansancio y de que no se lo creen ni ellos mismos
11 diciembre, 2017 00:00Una muchachada abigarrada propia de una asamblea de facultad, algunos de ellos con aro de pirata en el lóbulo de la oreja, salpimentada por algún adulto de canosa barba modelo hipster y coleta a juego, esperaban pacientemente mientras que un vendedor ambulante e ilegal ofrecía birras a un euro. Abierta la puerta --porque solo han abierto una-- el recinto del pabellón deportivo del Vall d'Hebron ha ofrecido un lleno casi absoluto.
El formato elegido recordaba más a un concierto rock que a un mitin político y así, cuando los disertantes eran presas de un ataque de entusiasmo, se encendían luces de colores mientras que la platea era rasada por un potente foco. Sin embargo, y a pesar del ímpetu derramador de los oradores y de la predisposición de ánimo del público inclinado a aplaudir lo que fuera preciso, aunque fuera el "¡viva Cartagena!", me ha parecido percibir en el ambiente un deje de cansancio, un sobresfuerzo, un fallo en la resistencia de los materiales. Se pueden hacer muchos malabarismos y ser muy creativos, pero presentarse a unas elecciones y al mismo tiempo calificarlas de ilegales convocadas por un Estado represor es tan difícil como un gol de chilena de espaldas a la portería o que yo cene alguna vez en mi vida con Sharon Stone. Faltaba ese punto de creérselo los protagonistas del acto, quizás porque las encuestas le auguran a la CUP un descalabro con visos de serio percance electoral.
"No pasarán"
El caso es que uno tras otro han ido repitiendo machaconamente el mismo conocido repertorio con alguna variación local en referencia al trasvase del Ebro o de género, como por ejemplo que la pantalla gigante del 1-O de la plaza Cataluña apenas refleja la participación de las mujeres en tamaña gesta. Era una réplica de una sesión del sóviet supremo, que a cada momento era interrumpido por los asistentes, para hacer patente su adhesión a una república en forma de idílica arcadia donde todos y todas seremos felices y comeremos perdices. Mientras tanto siempre les quedará la calle, que es por lo visto suya, como antes era de Fraga Iribarne. Mientras no llega el día de la Resurrección de la Carne, nos deberemos contentar con indicarle al Estado español aquello tan original de que "no pasarán" o que "nos querían de rodillas y nos tienen de pie", Sin pagarle, eso sí, derechos de autor a la camarada Dolores que ya lo dijo en el siglo pasado con el éxito por todos conocido.
A estos chicas y chicos lo que el cuerpo ahora les pide no es bailar el mambo, ni siquiera la polka sino un vals tranquilo interpretado por una orquesta de señoritas en un algún balneario decadente a la hora del té. No hay nada mejor que tomar las aguas antes de empezar la revolución.