Decía Mark Twain que "ninguno de nosotros podría vivir con alguien que dijera la verdad de forma habitual; por suerte, ninguno de nosotros ha tenido nunca que hacerlo". A esta desalentadora y categórica afirmación le han de suceder los matices. Es comprensible, pues, que haya autores que planteen la mentira como una táctica para sobrevivir, porque ni la verdad se dice siempre para hacer el bien ni la mentira se emplea para hacer el mal. Otro tema es el escándalo, que puede venir dado tanto por la veracidad como por el engaño.
En el Renacimiento abundaron los autores favorables al embuste. Coetáneos a Maquiavelo y su príncipe, fueron numerosos vocabularios de la mentira. Uno de los léxicos más tardíos fue publicado por Pio Rossi. Este filósofo moralista afirmaba que las mentiras son como las moscas, vuelan por todas partes y posan "allí donde es más fuerte el dulce olor de la curiosidad".
Si hay un espacio donde la curiosidad ha de estar siempre presente, ese es el universitario. Se comprende que sea precisamente en las universidades donde proliferen tanto críticos como falsarios. El escándalo del ex rector Fernando Suárez por sus reiterados y obscenos plagios ha sacudido los viejos pilares de la universidad española. El plagio es sólo el barniz de este caso, aunque se hayan movilizado varios centenares de profesores que han firmado una lista condenando esta práctica tramposa. El escándalo ha puesto en evidencia muchas más vergüenzas universitarias.
Si grave es el plagio del ex rector Fernando Suárez, más negativo aún es que sus artículos hayan sido previamente evaluados por prestigiosos colegas, aquí y en California, sin que ninguno detectase el fraude
Si grave es el plagio, más negativo aún es que sus artículos hayan sido previamente evaluados por prestigiosos colegas, aquí y en California, sin que ninguno detectase el fraude. La impostura no sólo radica en el copiar sino también en el contrastado sistema de evaluación de las revistas con tanto impacto. Quizás han pasado desapercibidos dichos textos plagiados porque, como decía Francis Bacon, los libros destilados, hechos de extractos, son como las aguas destiladas, también insípidos. Más escandaloso que el plagio es también que algunos de esos trabajos de Suárez se hayan publicado hace bastante tiempo, sin que nadie se hubiera percartado del hecho. Conclusión silenciada pero sabida por todos: en las universidades se publica mucho pero no se lee, aquí y en California.
Con estas falsificaciones no solo se ha buscado el medro del profesor, sino también el afianzamiento de un determinado modelo universitario, politizado tanto en su fundación como en su reproducción y en su cotidiana existencia. El caso Suárez ha dejado al descubierto los efectos negativos del culto y de la servidumbre a la jerarquía académica --ceremoniales incluido-- y el poder de las clientelas universitarias. Esta situación se agrava en algunos centros por su intensa politización, al haberse convertido en un espacio de proyección de poder de la partitocracia dominante. En este contexto de patronazgo y clientelismo heredados y renovados, es comprensible que no haya circulado ningún "manifiesto para firmar" en que se denunciara las prácticas endogámicas o cómo los pollos de granja han sido criados para nutrir y, más tarde, reproducir este sistema.
La única esperanza es que, con los fraudes y los mafiosos comportamientos, ese modelo universitaro lo están arruinando. Otra universidad es posible, con más creatividad y menos silencios.