No es buena cosa vivir "sin tener ni idea". Tampoco hay duda de que conviene hacer acopio de ideas, relacionarlas entre sí y ensayar con ellas otras nuevas para mejorar razonablemente nuestra existencia. Dejemos de lado frases hechas con repetición y carentes de rigor y de verdad, y sepamos que se pueden extraer ideas interesantes en lugares poco transitados. Tengo sobre la mesa un libro de unas quinientas páginas, Juan Pablo Fusi, el historiador y su tiempo (Taurus), que es un homenaje que destacados universitarios han rendido al profesor donostiarra tras cumplir 70 años de edad. Entre ellos están Fernando Savater, Shlomo Ben Ami y Fernando García de Cortázar. Yo quisiera destacar aquí la aportación del profesor de la Universidad del País Vasco Antonio Rivera. Se titula Pluralismo y hegemonía en la sociedad vasca: una interpretación sanadora. Nos puede ayudar a aclarar una zona que habita en la penumbra.
Es bien sabido que el EAJ-PNV es desde la Transición el partido hegemónico en el País Vasco; una fortaleza casi inexpugnable que procura homogeneizar el Estado-región que maneja. Debido al terrorismo etarra, en Madrid se consideró que había que ayudar a este partido-movimiento como freno a los desalmados asesinos: una bazofia del género humano. El profesor Rivera destaca con aire sombrío una consecuencia que tales apoyos produjeron "hacia dentro de la sociedad vasca": la renuncia de los no nacionalistas a ser estelares, con la breve salvedad que permitió a Patxi López ser lehendakari, y la consiguiente entrega al PNV de la iniciativa política. El carácter recesivo aceptado no ha hecho más que alimentar una continuada pérdida de votos para los partidos no nacionalistas; un fenómeno compatible con un cada día menor apoyo a la causa separatista en Vasconia. Analicemos siempre con frialdad, y abandonemos las estériles posiciones de queja. Hay que apuntar con seguridad y con esmero hacia argumentos trabados, sólidos y coherentes, hacia proyectos que aporten esperanza e ilusión; que, por tanto, nos pongan en marcha sin complejos.
La posición de 'Madrid' respecto al País Vasco tuvo como consecuencia la renuncia de los no nacionalistas a ser estelares y la consiguiente entrega al PNV de la iniciativa política
Desde hace muchos años, conocemos un motor de tiempos que pretende aplastar toda esperanza. La banda etarra fue derrotada a cajas destempladas, tras una larga y acumulada labor zigzagueante. Las víctimas que produjo ahí están. Lo fueron por un proyecto desarrollado por psicópatas, pero era un proyecto político. Por esto las víctimas tienen un claro significado político. ¿A quiénes les molesta su reconocimiento? No nos engañemos: a los amigos de los asesinos y a quienes miraron entonces a otro lado. Otra cosa es, sin embargo, que una víctima no tenga, por el hecho de serlo, infalibilidad política y que no pueda tener patente de corso.
Desde la nomenklatura nacionalista, controladora de su conquista, se tacha como ultras e intransigentes a quienes rebaten sus dogmas o no comulgan con ellos. El mundo al revés. Resaltemos, junto al maestro Unamuno, que los verdaderamente convencidos suelen ser los más tolerantes y los más tranquilos, consecuencia de una firmeza de fe; acaso del espíritu científico. No nos cansemos de transmitir a nuestro alrededor deseo y esperanza por convivir con confianza creciente y con alegría en el horizonte. Hay que organizar el pluralismo. ¿Cómo hacerlo? Quienes han dirigido el autogobierno o gobierno autonómico no lo han querido hacer. De hecho, hoy está en manos del nacionalismo respetar en parte la pluralidad y no acabar con ella, si eso le fuera más rentable para sostenerse en el poder. En particular, la sociedad vasca es hoy, como tal, nacionalista.
“El pluralismo político no tiene quien lo construya y sostenga”, asegura el profesor Antonio Rivera, y “la pluralidad constitutiva de la sociedad vasca asiste huérfana a las pendulares pulsiones hegemonistas de su nacionalismo”. Los no nacionalistas han ido asimilando buena parte de los conceptos nacionalistas, comenzando por el lenguaje particular. Mejor que resistir sería promover iniciativas que requieran un fuego lento y firme. Hay que dar tiempo al tiempo, tener confianza en un proyecto de libertad, justicia y verdad, el cual asegure así la pluralidad, en relaciones de igual a igual. Otra cosa es que, hoy por hoy, las apelaciones a la ciudadanía en el País Vasco resulten poco estimulantes entre el electorado. Pero todo puede llegar, hace falta que llegue; sin prisa y sin pausa.