El catalán no es una lengua en peligro
Puede parecer una provocación aseverar que el catalán no está en peligro y que, por tanto, la política lingüística de la Generalitat, ayuntamientos y, en su caso, del Estado central no puede asentarse en esta premisa. Puede resultar provocador, lo admito, y sin embargo es una verdad incontrovertible desde el punto de vista del análisis objetivo del asunto. La cuestión lingüística adquiere en España un papel relevante en el debate público y, ciñéndonos a Cataluña, adquiere un rol central y casi diríamos ubicuo. Este fenómeno nos hace perder la perspectiva. ¿Está el catalán en peligro? En tertulias de radio y televisión, en charlas entre amigos, en las clases de primaria y secundaria se suele dar por sentado que sí lo está. Si nos alejamos, veamos qué sucede.
El catalán no está en peligro y, por tanto, la política lingüística de la Generalitat, ayuntamientos y, en su caso, del Estado central no puede asentarse en esta premisa
La UNESCO elabora un 'Atlas UNESCO de las lenguas del mundo en peligro'. El trabajo y su modo de elaboración son consultables en una versión interactiva al alcance de todos en la red. Es importante el resultado del trabajo, pero aún lo es más el rigor científico de su metodología. Basada en los trabajos de Joshua Fishman, establece seis niveles de vitalidad/peligro en que clasificar cada lengua. De 5 a 0: a salvo, vulnerable, peligro, grave peligro, crítico, extinta. La calificación numérica es obtenida a partir de 9 criterios, de forma que una lengua puede estar en un estado 5 en un criterio y en 3 en otro. Los criterios van desde el más importante, la transmisión generacional, hasta la conciencia de los propios hablantes de su lengua, pasando por el número de hablantes, el porcentaje de hablantes dentro de la comunidad, el reconocimiento oficial, la adaptación técnica, la existencia de materiales educativos o existencia misma de una codificación para su escritura. El trabajo es meticuloso, riguroso y elaborado por lingüístas explícitamente al margen de cuestiones políticas de cualquier género en cada país. Me parece que no hay mejor lugar desde el que mirar con perspectiva la cuestión de si una lengua está en peligro sin las servidumbres del análisis político e ideológico. De hecho, si no aclaramos los términos de nuestro debate político, términos entre los que se encuentra el de si el catalán está o no en peligro, difícilmente podremos mantener un diálogo sincero.
Decíamos que la metodología da un papel determinante al factor de trasvase intergeneracional. Según este factor, los 6 estadios se describen del siguiente modo:
El criterio intergeneracional es complementado, como decíamos con otros 8 criterios, aunque es fácil de comprender que si la lengua X se encuentra en el estadio 3 (en peligro) por falta de trasvase generacional es porque el resto de factores, o una parte sustantiva de ellos, tampoco es positivo.
Veamos ahora un ejemplo de análisis de los lingüistas del AULMP en relación a tres lenguas venezolanas con los cinco criterios más importantes:
En el cuadro observamos tres lenguas. El mapoyo es considerada ya una lengua extinta. Por su parte, el kari'ña es una lengua que está en serio peligro pues solo la hablan personas mayores y no en todos los contextos. Finalmente el sanima es una lengua a salvo.
El AULMP recoge en países como Francia o Italia decenas de lenguas en diferentes grados de riesgo. Para España, se recogen cinco lenguas. En el grado 0 (extinta) tenemos el guanche, en grado 2 (muy grave peligro) tenemos el aragonés, el asturleonés y el aranés y, finalmente, en grado 4 (vulnerable) tenemos el euskera. El resto de lenguas de España no aparecen, pues están a salvo.
¿Está el catalán en peligro? Afortunadamente, si aplicamos los criterios presentados, la lengua catalana obtendría una calificación de 5 en los 9 criterios. De hecho, el catalán no está presente en el AULMP, pues las lenguas en estado 5 no aparecen. La transmisión intergeneracional está plenamente garantizada. La lengua catalana cuenta con materiales educativos, adaptación tecnológica, reconocimiento oficial, valoración por parte de sus propios hablantes, número de hablantes que se cuenta por millones, etc. No, el catalán no está en peligro. No es una provocación. A tenor de las miles de lenguas y millones de personas cuyas lenguas sí están en peligro, lo que nos debería parecer una provocación es justificar la política lingüística en relación al catalán amparándonos en que esté en peligro.
El catalán no está en peligro, sino en desequilibrio y es este y no el peligro lo que justifica una política lingüística en torno al catalán
Ahora bien, ¿quiere esto decir que no necesitemos política lingüística alguna? No. El catalán no es una lengua en peligro y continuar usando la expresión desvirtúa el debate público y sonroja a quien se asoma al mundo de las lenguas que verdaderamente están en peligro. El catalán no está en peligro, sino en desequilibrio y es este y no el peligro lo que justifica una política lingüística en torno al catalán.
El desequilibrio se refiere a los usos que los hablantes hacen de la lengua. Los lingüistas del AULMP aseguran que este debate, el debate funcional de una lengua, no afecta directamente a su vitalidad. Cuando los hablantes de la lengua X utilizan Y, normalmente de mayor difusión, estamos ante un fenómeno de plurilingüismo que no afecta a la salud de la lengua X. Así, por ejemplo, cuando un hispanohablante realiza estudios especializados (incluso de filología hispánica), ha de hacer una parte de sus lecturas en inglés puesto que no se encuentran en español. El español está en desequilibrio respecto al inglés en materias como la literatura científica. A su vez, el catalán sufre estos desequilibrios, pero con mucha mayor intensidad.
La cuestión que justifica en la actualidad las políticas lingüísticas respecto al catalán no es su estado de peligro, sino su desequilibrio. El idioma llegó a estar en estado 4 (vulnerable) en los años 60 y 70. ¿Son necesarias, justificadas y deseables las mismas políticas lingüísticas de 1980 en 2015 para no volver atrás y avanzar? Una parte sí, la otra no. La lengua catalana está hoy entre las 100 lenguas con mayor número de hablantes y mayor funcionalidad y nuestros esfuerzos van encaminados hoy a igualar su funcionalidad a la de las grandes lenguas del mundo (inglés, francés español, árabe, alemán). Sabemos que el objetivo último es francamente inalcanzable, como también es inalcanzable que el español atesore nunca la capacidad funcional del inglés.
El catalán hoy es una pequeña lengua en el grupo de las más desarrolladas funcionalmente. Es débil en ese grupo pero muy poderosa en términos absolutos
El deseo de que nuestra lengua tenga una cantidad de funciones lo más amplia posible es lógica, pero el hecho de que sufra desequilibrios funcionales en relación a otras lenguas no significa que nuestra lengua esté en peligro. Es cierto que si una lengua ve reducido drásticamente su uso funcional eso afectará a su vitalidad pues puede producirse un corte intergeneracional. Pero lo cierto es que el catalán hoy está más cerca del español o del francés en sus usos que de las lenguas en peligro. El sanima y el catalán son dos lenguas a salvo. Lo que las distingue es que el catalán tiene una capacidad funcional enorme, entre las mayores del mundo. El catalán hoy es una pequeña lengua en el grupo de las más desarrolladas funcionalmente. Es débil en ese grupo pero muy poderosa en términos absolutos, por lo que inscribir nuestra política lingüística en el marco del proteccionismo y diversidad de las lenguas junto al kari'ña está fuera de lugar.
En conclusión, si queremos mantener un diálogo sereno y sincero sobre las políticas lingüísticas hemos de tener claros términos clave como el de “lengua en peligro”. Una parte relevante de las políticas lingüísticas catalanas se asienta injustificadamente sobre este concepto y muchas de estas medidas no se podrían mantener si fijáramos el debate en los parámetros adecuados. Ante una lengua en grave situación de desaparecer, quizá esté justificada una política lingüística que temporalmente ponga en suspenso los derechos lingüísticos de parte de la comunidad. Pero si extraemos de la ecuación ese falso peligro, si hablamos del desequilibrio funcional que el catalán experimenta respecto al español y la necesidad de compensar ese desequilibrio, entonces una parte de la política lingüística actual seguirá estando plenamente justificada, pero otra parte será vista como lo que en realidad es: el uso ideológico de una lengua para unos fines políticos.