Pensamiento

Ni de izquierdas, ni de derechas, ¿pues qué son?

14 febrero, 2015 09:31

Palabras como clavos, que clavan al adversario y se clavan en el cerebro de aficionados y espectadores; frases cortas, que se pueden tuitear, recordar y gritar fácilmente y que, como fuegos artificiales, iluminan el problema un instante para quedar después todo nuevamente a oscuras; recurso a la emoción del cambio al por mayor sin entrar en los detalles; estética de temporada, de color entre rojo y azul, como el zumo de las moras; líder de vídeo clip que llena las pantallas con entretenimiento y provocación… con estos mimbres y el telón de fondo de la gran crisis los ideólogos de Podemos han conseguido llenar recintos y calles y ganar en las encuestas.

“Ni de izquierdas, ni de derechas” ignora, sino desprecia, el desarrollo de las ideas y las luchas de las clases sociales a lo largo de la historia

Despojados de la novedad y meditados, los eslóganes de Podemos no son tan vacíos o inofensivos como una cierta crítica generosa los presenta. “La casta” es una generalización gratuita, ofensiva y condenatoria para los miles de políticos, funcionarios, empresarios, académicos, cuadros… honestos que hacen rodar el sistema real, fácil de criticar, muy difícil de substituir. “El régimen del 78” deslegitima la transición y el éxito de la Constitución que ampara, precisamente,la existencia de Podemos, imposible bajo el régimen del 39. “Asaltar el cielo” se apropia de una retórica romántica del viejo marxismo, que si en el pasado quedó en nada, en el presente resulta de una ilusa desproporción igual como la fagocitaria presunción de que “los peces pequeños se comerán a los grandes”.

El eslogan más revelador del arte de la confusión y la ambigüedad calculada: “ni de izquierdas, ni de derechas” ignora, sino desprecia, el desarrollo de las ideas y las luchas de las clases sociales a lo largo de la historia, reduce la dialéctica más constante de las sociedades humanas a simples metáforas, a nombres nada más, intercambiables, prescindibles. Y llenan el vacío de su ubicación en el pensamiento y en la realidad social invocando el sentido común (como Mariano Rajoy) “contenido en una identidad transversal y popular”. Sin embargo el ejercicio de tanto funambulismo no les impide proclamar “somos la socialdemocracia”, al mismo tiempo que denigran la socialdemocracia original, la del PSOE.

Tienen santa razón afirmando que hace falta un cambio. La denuncia de la mayoría de los malos apuntados es acertada, pero a la hora de concretar el cambio, de identificar los medios que lo harán posible, de presentarse como los mejores preparados para llevarlo a cabo –ellos que no han gobernado ni siquiera en un municipio de España-, como pasa con otros populismos, nacionalistas o de otro género no tienen la solución, solo la capacidad de crear ilusión, pero la ilusión creada es lo que es: una esperanza sin fundamento real.

El líder, que pretende asaltar La Moncloa desde la comodidad de los platós, anuncia como un eslogan más que “nos atacarán”. Claro que sí, hay motivos de sobra, tanto por los líos monetarios y políticos de la cúpula como por el tramposo festival ideológico del conjunto, y hay la libertad para hacerlo, conquistada en el hito crucial de 1978 del que reniegan.