El filósofo Víctor Gómez Pin en su casa de Barcelona / LENA PRIETO

El filósofo Víctor Gómez Pin en su casa de Barcelona / LENA PRIETO

Filosofía

Gómez Pin: "La aparición del lenguaje es un hecho tan extraordinario como la vida"

El filósofo barcelonés, que acaba de publicar un libro sobre los grandes pensadores de la cultura, reflexiona sobre los dogmas y la relación entre las ideas y las matemáticas

1 febrero, 2021 00:10

Catedrático de Filosofía emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona y creador del departamento de Pensamiento en la Universidad del País Vasco, Víctor Gómez Pin lleva dedicándose al estudio y la enseñanza de esta disciplina desde que viajara a París siendo un estudiante para licenciarse en la Sorbona. Es autor de un gran número de ensayos. En el último, El honor de los filósofos (Acantilado), repasa la vida y obra de figuras culturales que pensaron y teorizaron libremente, arriesgando en ocasiones su propia vida por cuestionar aquellas ideas consideradas intocables.  

–Uno de los puntos de partida del libro es que, a diferencia de lo que se suele pensar, la filosofía no es un universal. Hay grandes civilizaciones sin filosofía.

–Es imposible conceptualmente concebir una sociedad sin música, puesto que esta es inherente al lenguaje y el lenguaje es inherente a la condición humana. Hay cosas que son universales antropológicos, pero la filosofía no lo es. Sobre ella existe un equívoco: en líneas generales se asocia la palabra metafísica a la filosofía y se entiende, pero se olvida que metafísica significa “aquello que viene después de la física”, tanto en los tiempos de Aristóteles como ahora. La reflexión metafísica se está llevando actualmente desde la física cuántica que, en mi opinión, ha permitido una reformulación de la metafísica sin precedentes, poniendo en tela de juicio los principios sobre los cuales se fundamentaba la física y la filosofía que nace con los griegos. 

El filósofo catalán Víctor Gómez Pin en el centro de Barcelona 1

–¿Una de las condiciones de la filosofía es la existencia de la física entendida como estudio del entorno?

–Claro. Para que haya una física debe considerarse que la naturaleza no solo es cognoscible por el ser humano, sino que tiene una necesidad intrínseca y, por tanto, como hemos constatado, cuando intentamos violentarla se venga. Son estos presupuestos los que abren la puerta a la física en Grecia, donde aparecen personajes como Tales de Mileto, Anaximandro o Pitágoras, a los que Aristóteles llamaba precisamente físicos. Yo no jerarquizo las civilizaciones, no digo que haya unas mejores que otras. Lo único que hago es constatar que ciertas disciplinas o teorías nacen en determinados contextos para, posteriormente, hacerse universales. Y este es el caso de la filosofía, pero también, pensando en los tiempos más recientes, ocurre con la teoría de la relatividad, que no nace ni en China ni en ningún lugar de Oriente, sino en el centro de Europa bajo unas condiciones históricas muy concretas. ¿Qué ocurre después? Pues que tiene un potencial tan grande que se universaliza y se convierte en patrimonio de la humanidad. La filosofía nace Grecia de la mano de pensadores jónicos que, a lo largo de su trayectoria, van evolucionando y pasan de interesarse por el entorno físico a preguntarse sobre el ser del hombre. 

–¿Uno de los filósofos en los que más se constata esta evolución es Sócrates?

–Diez minutos antes de tomar la cicuta que le provocará la muerte, rodeado de sus discípulos, Sócrates toma la palabra: “En mi juventud, lo que me interesaba de esa disciplina que llaman física…”. A continuación, tras explicar qué entiende por física, señala que con el paso del tiempo sus intereses cambiaron y, como diríamos actualmente, se pasó a las letras. Mi tesis es que no se puede hablar de un verdadero cambio de disciplina ni de intereses. Su reflexión sobre la naturaleza le llevó a preguntarse sobre el hombre. El caso de Sócrates no es único: el paso de la pregunta a la reflexión es inevitable. Pensemos en los físicos cuánticos: sus investigaciones terminan en una interrogación antropológica sobre el ser que se interroga sobre la physis

El honor de los filosofos

–La filosofía siempre ha estado relacionada con las matemáticas. 

–Si se repasa la historia de la filosofía se observará que las matemáticas siempre estuvieron presente en cualquier reflexión. El punto de unión entre ambas disciplinas es la música. Pitágoras se sorprendió de que una cosa física, como son los sonidos, estuviese sometida a reglas matemáticas. Este descubrimiento fue una premonición de la matematización de la naturaleza. Que la naturaleza está matematizada es algo que ya vieron los pitagóricos; otra cosa es que llegaran a contestar a la pregunta, todavía sin resolver, de por qué. Nadie duda de que, como decía Galileo, la naturaleza es una escritura matemática, pero nadie nos ha explicado la causa. Hegel, que no es alguien a quien los positivistas admiren, y que no puede definirse como un filósofo de la ciencia, dedica una extensa nota en su Ciencia de la lógica al cálculo diferencial, al que le da una importancia enorme, como también se lo da Leibniz, que lo relaciona con su preocupación por el infinito, algo que no supieron ver los newtonianos, que llegaron a acusarle de plagio. Lo más paradójico es que los mismos que lo acusan y lo llevan a la ruina terminan por adoptar su escritura matemática, ya que la de Newton era confusa. Todavía hoy, cualquiera que estudie cálculo diferencial lo aprende con las formulaciones de Leibniz. 

–Hablaba antes de la música, objeto de interés de muchos filósofos.

–Uno de los primeros fue Descartes, autor de Compendio de música, que se publicó en castellano con una introducción de mi amigo Ángel Gabilondo. Podemos citar más: a Galileo, cuyo padre era músico, a Nietzsche, que era compositor, si bien no tenía el nivel de Debussy, y a tantos otros. Por activa o por pasiva, la música siempre ha estado ahí en la historia de la filosofía y, prueba de ello, es el seminario que desde hace quince años organizo en Ronda sobre música y filosofía y al que tenía que haber acudido Eugenio Trías el año de su fallecimiento. Es indudable el interés filosófico por la música como los es la estrecha relación que hay entre filosofía, matemática y música. Tan estrecha y esencial es dicha relación que en la Universidad del País Vasco introduje como optativas asignaturas dedicadas a estas disciplinas. Luego las cosas cambiaron, pero en Barcelona el plan de estudios incluía filosofía y matemáticas, una asignatura que impartí hasta hace dos años. 

El filósofo catalán Víctor Gómez Pin en su casa de Barcelona 4

–Según Descartes, pensar es lo que nos define. ¿No podemos dejar de hacerlo?

–Habría que preguntarse qué es pensar. No se puede no pensar, es cierto, pero, evidentemente, se pueden pensar muchas estupideces. En mi libro reúno a una serie de personajes que se enfrentan a la dureza del pensar, que no consiste en reiterar aquello que ya está asumido. Pensar es ejercer el juicio. El verbo clinamen (desviación) de los griegos significa poner en cuestión todo, empezando por uno mismo y siguiendo por las ideas y conceptos preconcebidos y asumidos como ciertos. Si lo único que se hace es reiterar lo que ya sabemos, no se fertiliza el espíritu. Y es tan importante ejercer el pensamiento como el juicio. Mi libro termina con unas palabras de Émilie du Châtelet, que, en un momento de su vida, comienza a temer que pensar ya no es posible. Estamos hablado de una mujer que traduce la obra de Newton y durante mucho tiempo la única traducción al francés de los Principios matemáticos era la suya. Ella ayudó a Voltaire a introducirse en el mundo de la física y de las matemáticas, algo que el autor de Cándido reconoció hasta el punto de que quería que sus reflexiones sobre Newton llevaran también su firma, pero el editor del libro no quiso. En aquella época un libro firmado por una mujer quedaba automáticamente desacreditado. 

–¿En el caso de las mujeres pensar fue –y es– más peligroso?

–Casi siempre. Recordemos a Simone Weil, seguramente una de las filósofas más conocidas entre todas las que cito en el libro. Se suele olvidar que su primer interés, antes que la moral, fue la ciencia, quizás por influencia de su hermano, André Weil, que fue un notable matemático. Fue también amiga del matemático Jean Cavaillés, que, estando en la Resistencia, le pidió a De Gaulle que no la dejara participar en sus actividades, puesto que era judía y corría peligro. No poder volver a Francia y unirse a la Resistencia terminó por hundirla: se sintió marginada también por los suyos. Otro caso es Olympe de Gouges: hablando con amigas mías, defensoras de la causa de la mujer, me ha sorprendido ver que en torno a su figura existe un gran desconocimiento. De Gouges fue una mujer admirable. Escribió Los derechos de la ciudadana y realizó una carrera brillante teniendo en cuenta que la casaron cuando tenía 16 años. Para escribir y publicar debía tener el permiso de su marido. Para ella, el matrimonio era la “tumba de la confianza y del amor”. Tras la muerte de su marido no se volvió a casar y se convirtió en una heroína, participando activamente en la Revolución Francesa. 

Víctor Gómez Pin4

–Usted dedica algunas páginas a esta revolución.

–Es un periodo extraordinariamente importante. Simpatizo con Hegel, que nunca renegó de la revolución; más bien consideraba que era el acontecimiento más grande que había vivido la humanidad. Por esto, aun siendo alemán, la defendió hasta el final, llegando a justificar el terror. La Revolución Francesa es uno de los hechos más grandes de la historia de la humanidad, no es una historia de buenos y malos, pero fue una tragedia en el sentido griego: los grandes hechos implican grandísimas contradicciones internas. Olympe de Gouges, que sirve a la Revolución, cae con ella, como cayó el fiscal que la había condenado, Robespierre o Condorcet, cuyo caso es quizás el más dramático. Aquí es conocido como matemático, pero fue un pensador de primer orden y un importante pedagogo preocupado de que el conocimiento se universalizara. Creía que desde nuestro nacimiento somos aptos para el conocimiento y que es la mala educación, la escuela como antítesis de la paideia (sistema educativo) griega, la que nos priva de ello. 

–¿La religión no necesita a los filósofos?

–Yo no lo diría así. Mis alumnos se sorprendían de que les hablara de la filosofía escolástica, no siendo yo católico ni creyente. Siempre les decía que si van al Museo de Bellas Artes de Sevilla y se quedan solamente con que los cuadros representan una procesión de vírgenes y de santos es que no se han enterado de nada. Esas vírgenes y esos santos son el contexto a partir del cual Murillo, Rivera o Zurbarán se podían expresar. Con la filosofía escolástica pasa igual: las cuestiones religiosas son el punto de partida desde el que poder plantear otras cuestiones. Piensa en las Meditaciones de Descartes: para evitar que le metan en la cárcel termina su libro diciendo que Dios es bueno. Si tú te quedas solamente con esta frase, no comprenderás que lo que hace es insertar esta reflexión dentro de un determinado marco conceptual, la escolástica, que hacía posible tratar cualquier idea. Luis de Molina planteó el problema de la predestinación y de la gracia a partir de una hipótesis extraordinaria sobre la posibilidad de intervención en el pasado. No es de extrañar que los únicos que se han interesado por Luis de Molina sean los físicos cuánticos. Para responder a determinadas aporías de la mecánica cuántica hay que avanzar hipótesis precisamente en torno una posible intervención sobre el pasado, algo que sería terrible. 

Víctor Gómez Pin 3

–¿Un dogma religioso se discute?

–El dogma, por definición, es aquello que no es discutible. Los filósofos han tenido que ir con mucho cuidado, sobre durante en la época inquisitorial, e intentar no contradecirlo. ¿Cómo se podía defender la libertad humana sin cuestionar la predestinación? Pues debían arreglárselas para hacerlo sin cuestionar que Dios es omnisapiente y, por tanto, conoce desde el principio todo lo que el hombre hará en su vida. En este contexto, hubo filósofos que dijeron cosas extraordinarias y Calvino, que fue un cobarde. Actuó de forma muy precavida: la norma de la inquisición calvinista decía que, si tú acusabas a alguien y por un casual –falta de pruebas, argumentación convincente del acusado– la acusación no terminaba de fundamentarse, el acusador era finalmente el juzgado. 

–Al dogma religioso se suma muchas veces el dogma político/ideológico. 

–En España lo hemos visto claramente durante el franquismo. El nacionalcatolicismo era la intersección de estos dos dogmatismos y tuvo enormes consecuencias. Yo estudié en Francia la carrera y recuerdo leer con naturalidad a Tomás de Aquino, sin considerar que dicha lectura resultara contradictoria con mi militancia en el Partido Comunista. Sin embargo, mis compañeros de filosofía que estaban en España, entre ellos Eugenio Trías, estaban prevenidos no solo ante Tomás de Aquino, sino incluso ante Aristóteles. Rechazaban una serie de autores que los vinculaban con los curas y con su enseñanza. Es verdad que hubo una recuperación por parte del nacionalcatolicismo de parte de la filosofía, sobre todo la escolástica. Los estudiantes de filosofía españoles que llegaban a París pasaban directamente a Marx, evitando aquellos autores que hacen comprensible sus textos. Sin Hegel no se entiende Marx; sin Kant no se entiende Hegel y sin Descartes no se entiende Kant.

El filósofo Víctor Gómez Pin en su casa de Barcelona / LENA PRIETO

–¿Pensar sigue siendo peligroso?

–Las distintas inquisiciones adopten maneras sutiles, pero esto no significa que no sigan estando ahí. Estoy trabajando con un físico sobre la relación entre la condición animal y la inteligencia artificial, dos ámbitos en los que encontramos muchos dogmatismos. No es lo mismo sostener algo tan incontestable como que somos un fruto de la evolución y que hay una homología genética entre nosotros y el ratón, que decir que somos igual que un ratón. No es lo mismo porque la homología genética no lo explica todo. Por eso cuestiono a aquellos que niegan la singularidad humana, si bien esta ideología –poner al animal en el mismo nivel que un ser humano– está convirtiéndose dominante y responde a un interpretación ideológica de la genética. Somos un punto de la evolución, pero un punto subversivo: el paso de los códigos de señales animales al lenguaje humano implicó un salto enorme. La aparición del lenguaje en la historia evolutiva es un hecho tan extraordinario como la aparición de la vida. Algo similar está sucediendo con la inteligencia artificial. Es posible, quizás, que algún día sea equiparable a la inteligencia humana. Ahora es un desideratum. De momento somos nosotros quienes hemos inventado a la máquina y no al revés.