Retrato de Javier Gomá, en la entrevista con 'Crónica Global' / LENA PRIETO

Retrato de Javier Gomá, en la entrevista con 'Crónica Global' / LENA PRIETO

Filosofía

Javier Gomá: "Vox es el resultado casi directo del desorden en Cataluña"

El autor de 'Dignidad' sostiene que España es hoy un país "más fuerte" que en 2011, al superar el bache económico, y que en 2017, tras dejar atrás la crisis del independentismo

16 noviembre, 2019 00:54

Javier Gomà (Bilbao, 1965) se pronuncia con calma y fluidez. Sus frases son largas, con una obsesión: la contextualización. Filósofo, o escritor de obra filosófica, y también dramática, con una larga obra publicada, Gomá expone con una rara claridad lo que ha ocurrido en España y Cataluña en los últimos años. Se refiere al Estado de derecho como “un prodigio de la civilización”, y considera que España es ahora “más fuerte” que en 2011, cuando estalló con toda la virulencia la crisis económica, y que en 2017, cuando en Cataluña el unilateralismo independentista quiso imponerse. El director de la Fundación Juan March, que acaba de publicar Dignidad (Galaxia Gutenberg), señala en esta entrevista con Crónica Global un fenómeno que el independentismo no admite: “Vox es el resultado casi directo del desorden en Cataluña”.

--Pregunta: Un grupo de intelectuales ha escrito un manifiesto a favor del diálogo entre el Gobierno catalán y el español. ¿Comparte ese tipo de pronunciamientos? ¿Es el papel del intelectual en estos momentos?

--En la mayoría de casos, cuando los intelectuales son interrogados, expresan más su posición que su opinión. Lo que cuenta es dónde te colocas en la lucha política, y creo que un intelectual debería tener alergia a las posiciones políticas. Los manifiestos, en la mayoría de ocasiones, al margen de ese caso concreto que menciona, son pronunciamientos para estar en la lucha política, en una posición frente a otra posición, donde no caben los matices, la paciencia, o la comprensión del otro. Es un estilo personal mío. No quiero que el pensamiento sutil se convierta en un examen tipo test.

--¿Si se lo hubieran pedido, qué hubiera hecho?

--Lo hubiera leído completo y hubiera analizado el propósito. Habría mirado si sirve para alimentar la conversación, para enriquecerla, o para premiar una posición frente a la otra. Porque muchas veces se trata exactamente de eso. El diálogo se lo ha apropiado un sector, y denota una posición política, cuando se trata de la lucha por el poder. Pertenece todo eso a un universo al que yo prefiero no pertenecer.

--¿Considera que se ha producido una dejación sobre el propio lenguaje, que se quiere decir una cosa, pero en realidad se dice lo contrario?

--Sí, pero no creo que sea una cuestión exclusiva de ahora. Es frecuente que las dictaduras se llamen democracias populares, o que si tienes un problema con el diálogo real, reivindiques el diálogo. Cuando hay lucha política, hay lucha semántica. Procuro no entrar en el fondo de eso, aunque no ignoro las leyes de la política, que pasan por obtener el poder y mantenerse en él. Siempre ha sido así. Lo que ha cambiado son las reglas para acceder al poder. Ahora son leyes, procedimientos, la legitimidad democrática, la transparencia. El problema de las sociedades siempre ha sido cómo obtener obediencia. Ha habido el despotismo, el régimen militar, y el imperfecto al que hemos llegado es el sistema democrático. Se trata de la obtener obediencia a través de la ley, con el prodigio más refinado que es el Estado de derecho. Si violan a mi hija, durante milenios nadie me negaba el derecho a vengarme, a la venganza de carácter privado. Ahora se denuncia, y se inicia un procedimiento que acaba en un juez, que dicta las consecuencias para ese violador, a partir de un código que no conozco. Toda civilización consiste en civilizar la agresividad, en renunciar al unilateralismo, y en utilizar los procedimientos establecidos. Por eso, quien ignore ese milagro civilizatorio, es que vuelve a la barbarie, previa al Estado de derecho. Es un universo que yo observo, sé qué leyes lo rigen. Es mi reino.

'Dignidad' el libro escrito por Javier Gomá / LENA PRIETO

'Dignidad' el libro escrito por Javier Gomá / LENA PRIETO

--Usted ha considerado que lo sucedido en 2017 en Cataluña es mucho peor a lo que ha recogido la sentencia, al margen de lo que señale el Código Penal.

--Para mí, sí. Me gusta distinguir entre separatismo y unilateralidad. El primero es un anhelo que comparten personas respetables. Para mí supone ir en contra del cosmopolitismo, y, en referencia a Cataluña en concreto, me parece que es un proyecto insolidario, que se da en territorios ricos, como ha pasado en el norte de Italia, o en California. Lo maravilloso del Estado de bienestar es esa combinación entre territorios más ricos con otros más pobres. En todo caso, ese anhelo lo comparten personas razonables y civilizadas. Pero lo otro es barbarie. Es una regresión a la barbarie. No digo que sea más o menos grave que los delitos que se recogen en la sentencia. Lo que señalo es que está en el terreno de la barbarie. En Occidente, hemos llegado a la renuncia de la agresividad, de la venganza privada. Renunciar a eso en nombre de una supuesta autodeterminación, me parece algo previo a la civilización.

--¿Cómo se aplica el concepto de dignidad en el caso del 1-O?

--Lo primero que debo decir es que mi libro es una aproximación filosófica a la dignidad, que es algo abstracto e ideal. Luego está la realidad, que es imperfecta, y ocasional. La filosofía no tiene recetas, pero sí enuncia definiciones, indica direcciones, ilumina, pero no ofrece soluciones para los casos concretos, no para una pregunta jurídico-política como la que plantea. Entre la verdad abstracta y el caso concreto hay un salto, y cuando la filosofía intenta ese salto, se convierte en charlatana. El caso práctico debe estar confiado al tacto, al buen sentido. En caso contrario, estaríamos libres de pensar y recurriríamos a un filósofo en Turquía, por ejemplo, para que nos diera las recetas. Mi concepto de dignidad es un concepto individual, aunque se diga que hay una dignidad de los pueblos. Un águila es un águila, pero el hombre o la mujer no se acaba de sentir cómodo en ese mundo de la naturaleza y desarrolla un arte de vivir, una dignidad de origen y de destino. Es algo propio del individuo, pero no de las razas, de los animales o de los pueblos.

--Resulta una paradoja, como señala en el libro, que hay más demanda de dignidad justo cuando vivimos en un mundo mejor, siguiendo a autores como Pinker.

--Son los llamados optimistas. Y es cierto, como dice Pinker, que hay más paz, más esperanza de vida, mejores tecnologías, y una ilustración que avanza. Hay una socialización de la riqueza y muchos aspectos que contribuyen al progreso material. Pero esos optimistas ignoran otras cosas. Dicen todo menos lo esencial. Y es que ha habido un progreso moral. Y eso es capital, porque ha sido compatible con el progreso material, pero va en una dirección un poco distinta. Sustituye la ley de la naturaleza por la ley de la cultura, que protege al más inadaptado. Lo que no explican los optimistas es por qué cunde el descontento, la cólera y la indignación. Y es que cuando más amplio es el sentido de la dignidad, más acciones neutrales se ven como reprochables. La dignidad ha crecido, pero hay más exigencia, y por eso se produce esa paradoja.

--En Cataluña se cuestiona, por parte del independentismo, pero no únicamente por ese movimiento, la transformación de España. ¿Ha habido un silencio de los intelectuales, que no han destacado todo el cambio que ha supuesto desde la Transición, a pesar de la historia de España, siempre cuestionada?

--Mi idea es que España llega tarde, pero bien. España ha tenido una incomodidad con la modernidad. Hay tres figuras que representan esa idea: el ciudadano, el empresario y el sujeto moderno. Con las tres figuras, ha tenido incomodidad: el concepto de ciudadanía, la creación de empresarios o el sujeto con libertad de conciencia, secularizado. También ha pasado en otros países, como Alemania o Italia. Pero cuando llegamos a la modernidad, a la mayoría de edad plena, en la Transición, se llega bien. Defino la Transición como una revolución súbita de la soberanía. Desde 1975 a 1978. El jefe del Estado pierde sus poderes exorbitantes, y la soberanía pasa al pueblo español. Son tres años, como los tres años de la Guerra Civil. Son tres años, con una transformación formalmente de la ley a la ley, una revolución jurídica, pacífica. Es un milagro, una aportación extraordinaria, sin precedentes. Es admirable.

Javier Gomá detalla los conceptos destacados en su libro 'Dignidad' / LENA PRIETO

Javier Gomá detalla los conceptos destacados en su libro 'Dignidad' / LENA PRIETO

 --¿Pero?

--Pero ocurre una cosa. Y es que se vivieron 40 años de dictadura. Y en ese periodo, otros países, como Reino Unido, Francia o Estados Unidos, experimentan una guerra contracultural y postmoderna, mientras que aquel dictador en España era premoderno y militarizado. Cuando desaparece, esos valores que representa, lo centralista, la lengua castellana, lo imperial, se asocian a ese mundo premoderno. Y la intelectualidad se pasa al otro lado. Es escéptica, del centralismo pasa a las fuerzas periféricas, apoya otras lenguas, algo saludable, claro, pero se asocia cierto orgullo por lo español a algo predemocrático, aunque todo eso haya quedado superado, como lo prueba un discurso como el de Errejón, que se envuelve en la bandera española, o como hizo Pedro Sánchez.

--¿Podría ocurrir, por contraste, que el independentismo posibilite que lo español se vea como lo moderno?

--España es una democracia comparativamente joven. Es una república coronada, como decía Carrillo. Con virtudes cívicas, y es fuerte. Es una república joven, hija del sistema de 1978. Lo que ocurre es que mientras repartía riqueza el descontento se aplacaba. Pero con la crisis de 2008-2009, entra en desprestigio. Genera la sensación de que se le puede vencer. Y se genera lo que yo considero como antisistema, con dos vertientes: la ideológica, que da pie ahora a Vox, y la territorial, con el independentismo. Pero con todo lo ocurrido, el sistema ha superado la prueba.

--¿Habría pasado la prueba, como ocurrió con los bancos y las pruebas de estrés?

--Sí, a diferencia de los bancos, no ha necesitado rescate. Podemos se hacía la ilusión del sorpasso y eso ya no va a ocurrir. Y el separatismo se hizo la ilusión de lograr la independencia y no lo logró. Si en 2017 no pudo, eso ya no va a ocurrir. Si se hizo la ilusión de que podía ignorar la respuesta del Estado, del 155 aprobado por una gran mayoría en el Senado, de la respuesta del poder judicial o del ministerio fiscal, o del jefe del Estado o de la salida de empresas se dio cuenta de que fueron realidad. Ahora hay dos certezas: la muerte y la no independencia de Cataluña. Nadie reconoció la independencia de Cataluña, ni una remota provincia china. Se ignoró al Estado, y ahora es mucho más fuerte. España ha superado la tentación antisistema, la ideológica y la territorial. Hay un anhelo que es cierto que se deberá canalizar, y se deberá ver que en el otro lado algo se habrá hecho mal. Pero creo que la España de 2019 es más fuerte que la de 2011, y que la de 2017.

 --¿De verdad cree que la variante ideológica está superada, con el caso de Vox?

--Me gustaría volver sobre el Estado de derecho, que es una civilizada inhibición de la agresividad. Cualquier pequeño conflicto debe civilizarse. La civilización nos dice que eduquemos la agresividad. Y eso, en el Estado de derecho, es inhibirse con procedimientos fríos. Pero, ¿qué ocurre cuando surgen unos caudillos políticos que dicen que no tienes por qué inhibir tu agresividad, que lo que tienes que hacer es desinhibirte? Es una invitación a la barbarie organizada, y la barbarie llama a la barbarie, y la barbarie del unilateralismo llama a la barbarie de la venganza y del resentimiento. Lo que digo es que Vox es el resultado casi directo del desorden de Cataluña. Si miramos los resultados de las elecciones de abril y luego en mayo, vemos que Vox bajó. Pero llegó la violencia, los desórdenes en Cataluña, no del todo desautorizados por los líderes políticos, y eso llamó a la desinhibición de la agresividad en el lado contrario. En la medida en que la agresividad vaya bajando y vuelva a civilizarse, mi pronóstico seguro es que en el otro lado tenderá a bajar.

Javier Gomá comenta el paradigma político en España / LENA PRIETO

Javier Gomá comenta el paradigma político en España / LENA PRIETO

--En cualquier caso, ¿hay que olvidarse de Francia como modelo? ¿Ese modelo centralista que algunos admiran en España?              

--Es curioso, porque cuando hablas con intelectuales franceses te das cuenta de que lo que está de moda es el género del pesimismo. Francia tiene problemas, y no puede ser un modelo. Viven con escepticismo, piensan que están sumidos en una decadencia, con una inmigración que no se integra. Aquí tenemos una inmigración del mismo idioma, que se integra, y otra minoritaria de otros lugares.