Aldo Manuzio (Bassiano, 1449-Venecia, 1515), genio de la imprenta

Aldo Manuzio (Bassiano, 1449-Venecia, 1515), genio de la imprenta

Ensayo

Aldo Manuzio, un mito a debate

El impresor italiano, al que se le adjudica, entre otros hallazgos, la creación de la letra cursiva, modernizó la edición en el siglo XVI, estableciendo un nuevo canon tipográfico

21 mayo, 2020 00:00

Para la opinión general, decía Jacques Barzun, el libro significa solamente Gutenberg. Para eruditos y bibliófilos, libro es sinónimo de Aldo Manuzio. En 1449, el inventor alemán constituyó en su Maguncia natal la sociedad con la que puso en marcha la impresión de la maravillosa Biblia de 42 líneas. Ese mismo año nacía en Bassiano, un pequeño pueblo del Lazio cercano a Roma, Aldo Pio Manuzio. Estudió griego en Ferrara y, más tarde, fue acogido en Mirandola por el círculo de Pico. Tenía casi cuarenta años cuando viajó a Venecia para preparar una edición de autores griegos. Su excepcional helenismo y su fascinación por el arte de imprimir le llevó a establecerse como editor e impresor, y en marzo de 1495 acabó su primer libro: la Gramática Griega de Lascaris. Su interés por los clásicos griegos (Prodromo, Teócrito, Aristóteles) terminó siendo superado por su capacidad para preparar nuevos impresos que sorprendían a sus lectores. Había comenzado la era de la Imprenta Aldina.

Hasta 1495, los tipos latinos y griegos habían imitado servilmente las fuentes manuscritas. La ruptura con la tradición parecía una ofensa a los ojos de cualquier erudito. Fue un año después cuando Manuzio marcó un antes y un después en la historia de la tipografía al imprimir un diálogo en latín titulado De Aetna (Sobre el Etna) del noble y erudito veneciano Pietro Bembo. Para ese impreso talló una nueva tipografía romana que fue reconocida por su gran belleza, y que ha pasado a la historia del diseño y de los tipos informáticos con el nombre del poeta (bembo).

La huella de Aldo Manuzio tuvo, pues, un impacto mucho más duradero en la historia de la imprenta que las propuestas tipográficas de Gutenberg y su taller. Enric Satué recordó hace años que Manuzio resumió en sí mismo toda la historia del libro impreso, “gracias a su deslumbrante y simultánea condición de editor, tipógrafo y librero”. En su ensayo, el diseñador catalán atribuía a la herencia aldina la invención de la letra cursiva, el formato de bolsillo, la encuadernación de tapa de piel sobre cartón, las colecciones temáticas, los catálogos y el libro ilustrado.

Aldo Manuzio

Grabado de Aldo Manuzio

Hoy día nadie duda de la calidad de sus aportaciones, pero sí de su originalidad. La edición de la Obra de Virgilio en 1501 fue inusual para la época por su reducido formato (8º), por su espléndida letrería en cursiva y por ofrecer el texto sin las tradicionales glosas y notas en los márgenes. El éxito fue inmediato entre humanistas y estudiantes, que ya podían deleitarse con una versión auténtica y pura de Virgilio, sin necesidad de intermediarios. El producto editorial era perfecto, pero no original. José Luis Gonzalo ha demostrado en La cultura en el bolsillo (Trea, 2018) que “ni como formato, ni como concepto de lectura, puede afirmarse que Aldo Manuzio fuera el inventor de tal idea”. Desde la Roma Imperial ya estaban circulando por la península italiana volúmenes de formato reducido de lecturas de viaje o manuales escolares.

Puede parecer una paradoja, pero el mayor éxito del italiano fue su mayor fracaso. Intentó por todos los medios que el Senado veneciano le concediese el privilegio exclusivo para el uso de la letra cursiva, patente que le fue renovada por el papa Julio II en 1513 y, un año más tarde, por León X. No sirvió de nada, el editor italiano vivió hasta 1515, suficiente para conocer las innumerables falsificaciones que practicaron con su invento los impresores de Lyon y, más grave aún, fue testigo de la piratería urbi et orbe de sus clásicos en formato bolsillo

Edición de Aldo Manuzio de Virgilio (1501)

Edición de Aldo Manuzio de Virgilio (1501)

El impacto de las ediciones aldinas en el Renacimiento es sinónimo de modernidad y elitismo, pero ¿fue efectiva e inmediata la recepción y valoración de su trabajo? Recientes estudios han llamado la atención sobre la simplificación y los lugares comunes que se han difundido sobre la influencia que su figura y su trabajo tuvieron en la Europa del siglo XVI. ¿Existió una relación directa entre su fama y la recepción de su proyecto editorial y filológico? En esa misma línea hagiográfica, los herederos –su hijo Paolo y su nieto Aldo el Joven– han sido considerados como meros continuadores del modelo pensado y desarrollado por Manuzio. Sin embargo, todo apunta a que esta idílica imagen de laboriosidad, ingenio y reputación fue una construcción elaborada por un selecto grupo de humanistas coetáneos.

En los últimos años se ha revisado en profundidad la influencia de Aldo el Viejo en Europa. Los resultados de las investigaciones revelan la construcción del mito aldino como sinónimo de modernidad tipográfica. Su primera influencia fue más lenta y elitista de lo que se había pensado y, en todo caso, fueron sus ignorados herederos los responsables de la creación de la fama de Manuzio y de la amplia difusión del modelo aldino mediante numerosas copias y reelaboraciones. 

Colofón en Adagiorum Chiliades de Erasmo. Venecia  Aldo Manuzio, 1508.

Colofón de Aldo Manuzio en el Adagiorum Chiliades de Erasmo. (1508)

En esta misma línea, la magnífica obra colectiva ideada y coordinada por Benito Rial, Aldo Manuzio en la España del Renacimiento (CSIC, 2019), revisa también el impacto aldino en el humanismo español. Los estudios de Bécares, Béhar, Carpallo, Dávila, Domingo, Escobar, Gonzalo y Solana, entre otros, conforman un extraordinario volumen en todos los sentidos, tanto por su impecable edición como por su contenido, muestra del excelente nivel que tiene en la actualidad la historia del libro y la bibliografía en España. Hasta ahora se consideraba que la llegada de los libros de Manuzio y su posterior influencia tipográfica fue consecuencia de la estancia por tierras castellanas de su colaborador Demetrius Ducas. Este oficial del taller veneciano estuvo relacionado con la edición de la Biblia Políglota de Cisneros, las ediciones españolas de Prudencio con comentarios de Antonio de Nebrija (Logroño, 1512) o la Farsalia de Lucano impresa por Jacobo Cromberger (Sevilla, 1528).

Pero, además de Ducas, existieron otras vías de llegada e influencia aldina en las imprentas y bibliotecas españolas del siglo XVI. Las obras de los Manuzio nutrieron numerosas y distinguidas colecciones de humanistas como Diego Hurtado de Mendoza, Hernando Colón, Hernán Núñez el Pinciano, Diego de Covarrubias o Juan Ginés de Sepúlveda. Los ejemplares de este último son magistralmente estudiados por Julián Solana, a partir de las ediciones conservadas en la biblioteca de la catedral de Córdoba. En algunos casos, la posesión de impresos aldinos pudo ser por distinción, pero en otros los investigadores demuestran cómo, de qué manera fueron leídos y anotados o con qué intención fueron comprados. José Luis Gonzalo, además de repasar las obras aldinas que fueron utilizadas en la educación de Felipe II, subraya el papel de Calvete de Estrella como instructor del príncipe y responsable de la selección y adquisición de esos volúmenes.

Aldo Manuzio en la España del Renacimiento : CSICLa influencia de las ediciones aldinas fue más amplia que la propiciada por la difusión de sus clásicos. Fidel Sebastián demuestra cómo se incorporó el punto y coma en los impresos españoles a partir de la reproducción de caracteres aldinos. Pese a estas y otras influencias, Manuel José Pedraza concluye que hubo diferencias importantes entre el selecto modelo editorial y empresarial de Manuzio y el que se implantó en la producción y el mercado del libro peninsular que estuvo muy marcado por Lyon y otros focos impresores europeos. 

La influencia de las ediciones aldinas fue más amplia que la propiciada por la difusión de sus clásicos. Fidel Sebastián demuestra cómo se incorporó el punto y coma en los impresos españoles a partir de la reproducción de

Pese a todo, la fama de Aldo Manuzio no paró de crecer después de su muerte. No es casualidad que el calígrafo vasco Juan de Ycíar recomendase en su Ortographia pratica (1548) recurrir a los mejores “estampadores, a quien principalmente el oficio y cargo de bien apuntar la escritura está encomendado. Porque siguiendo a ellos, pues no hay otra regla, nuestro yerro tendrá legítima disculpa: y pues hasta aquí todos dan en el arte de imprimir la palma a Aldo Manuzio”. El sello de distinción ya había arraigado como guiño entre eruditos, el mito había comenzado.