Pablo Maurette

Pablo Maurette GALA ESPÍN Barcelona

Letras

Pablo Maurette: "La propiedad intelectual es un concepto de nuestros días, pero es una idea absurda"

El escritor argentino, Premio Herralde 2025 por El contrabando ejemplar (Anagrama), reflexiona sobre el mito de la gran novela argentina y la permeabilidad que existe entre el mundo de la ficción y la realidad

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Con su tercera novela, El contrabando ejemplar, el argentino Pablo Maurette ha conseguido el Premio Herralde 2025. Maurette regresa en esta obra a su país, del que se marchó hace veintiún años. El contrabando ejemplar es una novela sobre la imposibilidad de escribir una gran novela argentina. Maurette hace un homenaje irónico a los relatos a través de los cuales nos contamos y establecemos nuestra relación con el mundo. A través del tópico del manuscrito encontrado, Maurette cuestiona la idea de autoría y habla de la necesidad de construir una historia que, sin embargo, nunca termina de facilitarnos todas las respuestas. 

Un argentino escribiendo sobre el intento de otro argentino de escribir la gran novela argentina. Hay mucha ironía ahí, ¿no?

Bastante, sí. El personaje de Eduardo quiere escribir una novela imposible sobre el Buenos Aires del siglo XVII para explicar el destino de la Argentina y entender cuando se jodió el país. Él tiene la ilusión de que su libro convierta en la gran novela argentina, pero la gran novela argentina ni existe ni existirá.

Pablo Maurette

Pablo Maurette GALA ESPÍN Barcelona

¿Da por hecho que no llegará a escribirse?

En Estados Unidos están obsesionados con escribir la gran novela americana cuando, en realidad, ya la tienen: Moby Dick. Sin embargo, quieren otra. Colombia tiene su gran novela (Cien años de Soledad), y México también la tiene gracias a Pedro Páramo. Argentina no la tiene, pero esta obsesión que compartimos con Estados Unido, es lo que, en gran medida, hace que no se tenga. Si se dejara de pensar un poco en eso... Hay demasiada obsesión con este tema.

Su novela es, y ahí otra vez surge la ironía, un homenaje al género del relato.

Sí, todos los personajes son narradores y los relatos que estos cuentan van poco a poco confluyendo hasta el punto de que uno no sabe quién está contando un relato u otro. De alguna manera pretendo decir que no importa quién explica los cuentos, no importa quién es el autor. De hecho, algunos de los cuentos más antiguos de nuestras culturas tienen un mismo origen y sus primeros narradores son personas cuyos nombres no conocemos, se han perdido para siempre y son irrecuperables. Pero no importa. Lo relevante es cómo fluyen y confluyen las narraciones y no tanto quién las contó por primera vez. Todo esto me permite burlarme de esa fantasía o de esa ilusión naif de la originalidad, de esa idea de que el autor crea de la nada algo que luego le pertenece en exclusiva. La propiedad intelectual es un concepto de nuestros días, pero es una idea absurda.

El robo de un manuscrito, que es el punto de partida de su novela y un tópico recurrente en la historia literaria, no deja de ser una forma de cuestionar el concepto de autoría.

A la pregunta de quién es el autor de verdad solo se puede contestar que no lo hay. Quien roba también es autor; quien cita sin citar, quien cita citando y quien cita mal también son autores. La literatura está hecha de plagios mal entendidos y que, de alguna manera, al menos para mí, reflejan la permeabilidad que existe entre estas dos dimensiones en las que habitamos:  la dimensión de la vida real –nosotros aquí sentados a la mesa haciendo una entrevista– y la dimensión literaria –lo que existe dentro del libro–. Se trata de dos dimensiones separadas, pero lo que las separa es una membrana permeable, siendo muy difícil percibir el paso de algo desde la realidad a la literatura y, por tanto, siendo muy difícil saber cuánto hay de real en lo ficticio y cuánto de ficticio en lo real. Todo en la novela es real, todo es verdad y a la vez todo es ficción.

'El contrabando ejemplar'

'El contrabando ejemplar' ANAGRAMA

De hecho, la realidad está contaminada de ficción.

Acabo de terminar de leer el último libro de Knausgård y concluye con una nota en el que el autor imagina, teniendo en cuenta lo mucho que se ha hablado en los últimos años sobre la relación entre escritura y vida, que la frontera que separa la escritura de la vida es un espacio de contrabando. El tránsito entre ambas orillas tiene lugar en una especie de noche eterna, en completa oscuridad, siendo imposible determinar con exactitud en qué momento y cuál es el objeto de contrabando. 

El protagonista se llama como usted, pero no es usted.

Efectivamente. Era importante para mí que el protagonista tuviera mi nombre y, al mismo tiempo, era importante dejar claro que se trataba de una novela y, por tanto, de ficción. No fue tanto una decisión cuanto una revelación mientras escribía. Estaba convencido –y lo sigo estando– de que, si el protagonista hubiera tenido otro nombre, la narración no hubiera fluido igual.

Es decir, es una ficción, no una autoficción

Tiene elementos de autoficción. La literatura que más me entusiasma pone en juego una primera persona fuerte. Las novelas en tercera persona y pensadas a la manera decimonónica me pueden gustar y ser buenas, pero no dejan de parecerme artefactos de otra época, obras anticuadas. No es que esté en contra de lo anticuado, pero percibo un desfase temporal, puesto que la literatura actual debe involucrar al yo. Se puede hacer de mil maneras, no solo a través de la primera persona. Vivimos en una época en la que estamos constantemente en distintas dimensiones y la literatura debe reflejarlo. Retraerse a este hecho apostando por una novela al estilo decimonónico es un ejercicio fuera del tiempo. Por muy buenas que sean las novelas de este tipo difícilmente superarán a esas novelas del pasado a las que quieren parecerse.

Pablo Maurette

Pablo Maurette GALA ESPÍN Barcelona

Comenzábamos hablando de que Argentina no tiene una gran novela. Es un país, sobre todo, de cuentos. ¿Cuál es su relación con este género?

Mi introducción a la escritura fue a través del cuento. Empecé escribiendo relatos, aunque luego abandoné el género. Me parece un logro descomunal escribir un buen cuento porque los mejores relatos terminan convirtiéndose en leyendas y haciendo desaparecer a su autor. Eso es lo máximo que le pueda pasar a una obra literaria, que sobreviva a su autor. Piensa en Pinocho: cualquiera puede contarte la historia de este niño de madera sin necesidad de haber leído el libro e, incluso, sin saber que existe el libro de Carlo Collodi. Conseguir algo así, que un cuento o una historia trascienda de esta manera, me parece toda una hazaña.

La oralidad juega un papel clave en este tipo de literatura.

Sin duda. Estamos lejos de ellos, pero no olvidemos que los mitos griegos y romanos, en su momento, fueron cuentos que se contaban y que nos han llegado sin el nombre de su autor original. Esto es lo que pasa con Pinocho y, quizás, es lo que pasará, dentro de mil años, si todavía hay mundo, con los superhéroes. Quizás sean sus historias las que queden. 

Hablando de mitos: en su novela se plantea también la idea de un origen mítico de Buenos Aires, la necesidad de encontrar un inicio, un principio de la historia. 

Esta necesidad a la que aludes es una obsesión que se manifiesta cuando uno está tratando de entender la historia de un país como Argentina. ¿Cómo es posible que una nación con tanta riqueza natural, con tanto territorio y con una clase media históricamente fuerte no haya logrado ser como Australia o Estados Unidos. ¿Cuándo fue exactamente el momento en que todo se torció? Esta pregunta tiene que ver con el país, pero también con las vidas de quienes lo habitan; en el fondo, es una pregunta doble, es la pregunta de cuándo se fue todo a la mierda.

'La niña de oro'

'La niña de oro' ANAGRAMA

La obsesión de buscar este momento está relacionada con la ilusión de imaginar que, si se volviese atrás en el tiempo, se podría revertir la situación y evitar la caída. Es una obsesión enternecedora, si bien no lleva a ninguna respuesta, puesto que no hay un momento clave, sino que todo sucede gradualmente. Lo que pasa es que narrar nuestra historia nos reconforta, pero la historia solo se puede contar cuando ya está terminada. Mientras sucede, es imposible.

¿El contexto sociopolítico de Argentina le ha influido a la hora de pensar esta novela?

Me fui de Argentina hace 21 años. Estoy conectado emocionalmente a través de los amigos y la familia, pero desconectado del contexto histórico, social y cultural, pues apenas conozco a los artistas nuevos. El único ámbito que conozco es el literario. Veo esta novela como fruto de la necesidad que tienen muchos exiliados, en mi caso un emigrado, de regresar. La literatura, la escritura, para mí son formas de regreso. Uno lee para irse, pero escribe para volver.

Rodrigo Fresán me comentó que la literatura argentina tiene su origen en la biblioteca. ¿Está de acuerdo?

Tiene toda la razón Fresán, y eso que comenta me hace pensar en lo que decía Walter Benjamin para diferenciar el Renacimiento y el Barroco. El Renacimiento, sostenía Benjamin, exploró el mundo, mientras que el Barroco exploró las bibliotecas. Los escritores del siglo XVII son ratones de biblioteca. Por lo que se refiere a Argentina, si bien hay excepciones, hay una gran tradición de escritores que escriben desde la biblioteca, que viajan intensamente a través de libros. El ejemplo más paradigmático es Borges, un monstruo sagrado que no instituyó una escuela, pues no hay muchos escritores borgeanos, pero que marcó una determinada manera de leer. 

Pablo Maurette

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Borges es una referencia de la que no se puede escapar.

Indudablemente, es una figura muy presente, y no solo en Argentina. Yo vivo en Italia su nombre siempre aparece. Cambió en muchos sentidos la manera de pensar la literatura en el siglo XX. Es un autor que sigue siendo muy contemporáneo. Yo me crie leyéndolo y hubo algún momento en que llegué a detestarlo.Y esto es importante: creo que, como autor, es importante, pero en un momento dado alejarse de Borges, si bien siempre está ahí, es la base de casi todo. 

Usted vive en Italia y escribe para periódicos en italiano. ¿Cómo influye en su literatura vivir fuera de su idioma?

Con el tiempo me fui convenciendo de que era bueno para mi escritura leer poco en castellano. No fue una decisión tomada fríamente, sino consecuencia de las circunstancias. Vivo en Italia y reseño libros, por lo cual estoy obligado a leerlo casi todo en italiano o en inglés, que es mi otra lengua. Esto me lleva a tener una sensación de extrañeza con mi lengua, que no utilizo en mi día a día. Cuando me acerco al castellano siempre percibo algo foráneo y esta sensación me gusta.  Creo que uno puede entender su lengua cuando puede verla desde fuera. De lo contrario, lo único que hace es habitar la lengua, pensarla en términos funcionales. Es cierto que hay buenos escritores que solo conocen su propia lengua, pero para mí la posibilidad de situarse fuera de ella es enriquecedora, tanto como escribir sobre Argentina desde fuera. Esa distancia te da nuevas perspectivas.