Dublineses celebran el 'Bloomsday'

Dublineses celebran el 'Bloomsday' IRELAND.COM

Letras

Feliz 'Bloomsday': Irlanda y Joyce

Dublín celebra 'el día del señor Bloom', el comercial que surgió de la pluma de Joyce, en su célebre 'Ulises', y constata que ha sabido aprovechar el tirón del escritor, cosa que Barcelona no ha hecho con Cervantes

15 junio, 2024 21:18

Bloomsday. Este domingo Irlanda celebra (precisamente el 16 de junio, el día en que transcurre la trama de la novela) con toda clase de actos conmemorativos, lecturas, fiestas y conferencias, el Bloomsday, el día del señor Leopold Bloom, el protagonista de Ulises, de James Joyce.

Como sabe el lector, la famosa novela cuenta un día en la vida de Bloom que va y viene por Dublín, intentando colocar anuncios comerciales, comiendo y bebiendo, encontrándose con gente y hasta babeando indecorosamente ante alguna mujer atractiva, hasta acabar ya de noche en un burdel, donde se encuentra con Stephen Dedalus, y regresar por fin a su casa, donde su no muy leal esposa murmura el famoso “monólogo de Molly Bloom” que termina con el repetido “y yo le dije sí, sí, si”. En fin, así por lo menos es como lo recuerdo.

El acierto de Dublín

Ahora bien, que Dublín celebre la novela de un hijo suyo que en cuanto pudo dejó la isla, como un renegado, para no volver, y que en Los Muertos dejó meridianamente claro lo que pensaba de su patria y de sus patriotas, tiene su gracia. Aún sabiéndole renegado, el municipio y la nación se han esmerado en convertir la novela más famosa del siglo XX en un atributo de la ciudad y en un atractivo turístico mundial. Operación bajamente comercial, sí, pero atinada

Portada del libro Ulises, de Joyce, que ha reeditado Lumen

Portada del libro Ulises, de Joyce, que ha reeditado Lumen

Especialmente si lo comparamos con lo que ha hecho, o mejor dicho, no ha hecho, Barcelona con Cervantes, y con su Don Quijote, que no sólo es la novela más decisiva de la historia sino que en ella el manco de Lepanto vierte sobre los barceloneses los más encendidos elogios. Se le ha puesto su nombre a un parque a las afueras, junto a la Diagonal, y para de contar. 

Ahora bien, recordemos que de todos los lugares que recorre Don Quijote en sus descalabradas andanzas, el único real, el único sitio real que nombra es precisamente Barcelona. Siendo ésta una ciudad secularmente tan editorial, y ahora un destino turístico, bien podría aprovechar todo eso para hacer una ruta por los sitios donde estuvo Cervantes y por los sitios donde anduvo Don Quijote, no sé, poner algunas placas, montar algunos espectáculos callejeros, dedicarle alguna fiesta. Claro que la novela está escrita en castellano, tremendo hándicap para nuestros filisteos…

Corolario: son más listos en Dublín.

Leí esta afamada novela hace mucho, en español, ya que mi inglés no me alcanza, en la primera traducción, o sea la edición suramericana de José Salas Subirats para la editorial Rueda, que tiene prestigio entre los escritores, y luego además tengo en la biblioteca, desde hace años, esperando a que me anime a volverla a leer, la versión de Valverde, que además fue mi profesor y cuyo recuerdo venero.

Sylvia Beach y James Joyce

Sylvia Beach y James Joyce

Pero me desanima recordar que algunos británicos sostienen que no tiene sentido leer el Ulises en una lengua que no sea la inglesa, pues el chisporroteante y asombroso ingenio verbal de Joyce es intraducible.  

Las traducciones del Ulises

¿Será verdad? ¿Merece la pena el esfuerzo de leer, o releer, Ulises en castellano? Compulso la cuestión con John Wilkinson y Eduardo Lago, sendos pozos de sabiduría sobre la cultura anglosajona, entre otras cosas, y que además da la casualidad de que los conozco.

Wilkinson es un irlandés asentado desde hace décadas en Barcelona que semanalmente publica en La Vanguardia artículos muy documentados, amenos e instructivos sobre la historia reciente, que me parecen casi lo más interesante que puedo leer en la prensa española.

Y Lago, novelista que vive, también desde hace mucho tiempo, en Nueva York, donde es profesor universitario, cubre con excelencia para El País la vida literaria norteamericana, y ha traducido, en parte,  lo imposible, que es el Finnegans Wake, la última e ininteligible novela de Joyce, y además es autor precisamente de Todos somos Leopold Bloom: Razones para (no) leer el Ulises (Galaxia Gutemberg). Ayer les telefoneé.

Calle de Dublín  Gregory Dalleau en UNSPLASH

Calle de Dublín Gregory Dalleau en UNSPLASH Gregory Dalleau en UNSPLASH

John, que además conocía a Valverde y de vez en cuando charlaba un rato con él, elogió su versión de Ulises pero me dijo que los esfuerzos de traducción son encomiables pero condenados al fracaso pues es una novela tan compleja lingüísticamente que es imposible traducirla con fidelidad.

Irlandeses y el inglés

En opinión de “Wilki”, los irlandeses renunciaron enhorabuena al gaélico y asumieron la lengua inglesa, pero eso sí, comprometiéndose a hablarla y escribirla mejor que los ingleses. Objetivo cumplido, asegura, y como prueba de lo dicho pone la lista de los premios Nobel de literatura irlandeses, entre ellos Bernard Shaw, Seamus Heaney, Yeats y Beckett (de quien le gusta citar esta boutade: le preguntaron si era inglés y respondió: “Al contrario”). Joyce, confirma de forma avasalladora su tesis, dice, aunque no fuera premiado con el Nobel.

Muy interesante y divertido. Luego llamé a Lago a Nueva York. Según él, en la naturaleza del género novelístico está su poder para transmitir a pesar incluso de las traducciones torpes. En su caso lo comprobó, de joven, leyendo las de Faulkner en versiones argentinas y quedando fascinado pese a los graves errores de los traductores. “Lo mismo se puede decir de Hölderlin o de Kafka”.

Para acabar, recomiendo la lectura de un magnífico texto de Lago sobre Joyce, Ulises y las tres primeras de las cinco traducciones al español con las que contamos, publicado en Revista de Libros, que se encuentra en abierto en la Red.

¡Buen Bloomsday! Se puede celebrar sin que sea imperativo comer hígado ni riñones.