Salman Rushdie, la vida después del cuchillo

Salman Rushdie, la vida después del cuchillo DANIEL ROSELL

Letras

Salman Rushdie, la vida después del cuchillo

El escritor británico relata en un sabio, contenido y emocionante libro de memorias el atentado que sufrió en Estados Unidos 34 años después de publicar Los versos satánicos y su posterior calvario físico y espiritual

26 abril, 2024 22:01

La muerte es la última transformación. El viaje definitivo. Un salto al vacío sin la certeza de un destino ni el consuelo del retorno. Cuando ella está, nosotros desaparecemos. Y al revés: vivimos cuando su ausencia todavía es un hecho, aunque nunca deje de ser una hipótesis. Podemos imaginarla de todas las formas posibles porque, al hacerlo, aún es una abstracción. En cambio, no es nada fácil escribir sobre sus vísperas, narrar el instante en el que abandona el territorio de las suposiciones para convertirse en nuestro irremediable destino. 

Salman Rushdie (Bombay, 1947) ha decidido hacerlo después de regresar milagrosamente desde el quicio mismo de la eternidad, dos años después –la maligna efeméride se cumplirá el próximo 12 de agosto– del sangriento atentado que tuvo lugar en la ciudad de Chautaqua (Nueva York), donde el escritor británico sufrió un ataque 34 años después de publicar Los versos satánicos, la novela blasfema que en 1988 mereció una fatwā del régimen teocrático iraní lanzada urbi et orbi por el imán Jomeini tras acusarlo de atacar al Islam. 

Salman Rushdie en la feria del libro de Frankfurt

Salman Rushdie en la feria del libro de Frankfurt KIRILL KUDRYAVTSEV (AFP)

De este lejano episodio, que ha condicionado toda la vida de Rushdie y también la interpretación de su obra, inevitablemente contaminada por la desgraciada circunstancia de haberse convertido en un hombre sentenciado a muerte, sólo hay un instante feliz: el verdugo, líder supremo de la revolución iraní, murió un año después de emitir su condena, que desgraciadamente le sobrevivió. Rushdie había salido ileso desde entonces de varios atentados –desarticulados por los servicios secretos británicos, que lo protegieron hasta que se fue a vivir a Nueva York– y sobrevivió al brutal apuñalamiento de un asesino de 24 años, hijo de inmigrantes libaneses, que no ha leído entero ninguno de sus libros y justificó su acción criminal alegando que el escritor “le caía mal”. 

'Hijos de la medianoche', Salman Rushdie

'Hijos de la medianoche', Salman Rushdie RANDOM HOUSE

El cuchillo con el que agredió al autor de Hijos de la Medianoche en aquel acto público, donde la seguridad era nula, estaba alimentado por el odio gratuito, sin causa ni razón. Por eso se antoja maligno e incomprensible. Sobre ese trance y su cita (fallida) con la Parca, el escritor británico publica ahora unas sabias y contenidas memoirsCuchillo (Random House)– donde relata su vivencia del ataque y documenta el calvario posterior, incluido el proceso de recuperación y la transformación que ha significado estar al borde de la muerte y tener que vivir –ya para siempre– con las heridas encarnadas del totalitarismo. 

La obra se nos presenta bajo la forma de unas meditaciones –en gran medida, estoicas– sobre esta metamorfosis íntima. Rushdie describe la tortura por la que pasa cualquier víctima de la violencia extrema. Es el viacrucis de un individuo terrestre. Nada de solemnidad. Tremendismo, el justo. Quien escribe sabe que no es un héroe, sino un hombre vulnerable, víctima de la maldad humana por atreverse a vivir feliz sin dejar de ejercer la libertad (artística y de expresión). No incurre ni en el rencor autodestructivo (una reacción más que natural cuando se pasa por un trauma así) ni se cobija en la victimización. 

Rushdie elige un tono sobrio y desapasionado para retratar su quinario. Debajo de esta retórica descriptiva y precisa, casi de cirujano, coloca un sustrato sensible para expresar su drama personal. Primero explora la vivencia de la desesperanza –es la primera parte del libro: El ángel de la muerte– y después entona, sin excesos, un emocionante canto a la vida para agradecer a quienes le salvaron –desconocidos, amigos, médicos, su familia y su esposa– su ayuda. 

'Los versos satánicos' de Salman Rushdie

'Los versos satánicos' de Salman Rushdie DESOLSILLO

Este Rushdie renacido, un hombre que ha visto las tinieblas de cerca, aunque ya no las recuerde, es un narrador detallista, inmisericorde consigo mismo y con una ironía desacralizadora que roza el humor negro. Esto último es una señal de vitalidad: un ser que está muerto en vida –pudo haber sido perfectamente su caso, tras sobrevivir a las violentas cuchilladas que le robaron un ojo y causaron lesiones gravísimas en los nervios, el hígado y otros órganos vitales– sería incapaz de dar este tono medido de tragicomedia a sus propias postrimerías. 

Reírse (sólo un poco) de la muerte, sin malbaratar el dolor, demuestra que el escritor británico no se ha convertido en lo que sus verdugos –el agresor fue sólo uno, pero sus enemigos forman parte de una tribu– deseaban. Ni es un cadáver, ni un hombre resentido. Tampoco ha caído en la trampa de la candidez y el perdón profesional. Nunca menciona a su agresor por su nombre –“la Muerte venía por mí y yo no la encontré nada distinguida”–, a pesar de tener la tentación (pasajera e imaginaria) de reunirse con él después del atentado, porque quien intentó asesinarle encarnaba una mentalidad: la de la intolerancia gratuita, el menosprecio a la vida ajena y el rencor que odia a los espíritus libres. 

El relato de su calvario –las dramáticas seis semanas de hospital, las dolorosas intervenciones médicas, la rehabilitación física– está hecho con sobriedad y desapego. Alérgico a la epopeya de los mártires, Rushdie sabe humanizar su dolor sin recrearse en sus miserias. Su testimonio es duro –¿cómo podría no serlo?– pero guarda un dignificante decoro. Nunca pierde el respeto a sí mismo ni se recrea en la conmiseración. Todo su aliento lo emplea en dejar constancia de la odisea por la que pasan todos los supervivientes y en enseñarnos cómo el sufrimiento nos transforma por dentro. 

'Cuchillo', de Salman Rushdie

'Cuchillo', de Salman Rushdie RANDOM HOUSE

En su confesión palpita la voluntad de vivir y la certeza de que la existencia es un teatro donde somos meras marionetas, cuya felicidad puede quebrarse en cualquier momento. El escritor, que desvela que tuvo pesadillas días antes del ataque, se hace preguntas: “¿Por qué no intenté huir? ¿Por qué no luché? ¿Por qué dejé que me destrozara?”. El fantasma de la culpabilidad acompaña su testimonio, que resulta terapéutico en el sentido de que no sólo le sirve de remedio y le permite comprender mejor la verdadera realidad de su situación. El libro funciona como bitácora y consuelo para afrontar cualquier tragedia.

En este proceso de (auto)sanación –sin ira– juega un papel capital la literatura, la gran pasión de Rushdie. Los libros le sirven como asideros intelectuales para entender la complejidad de las fases del duelo –el nuevo Rushdie tiene el mismo nombre, aspecto y oficio que el anterior, pero es otra persona– y articular una conciencia universal del sufrimiento. Al mismo tiempo que documenta su muerte sobrevenida, indaga en la experiencia de la vejez y el deterioro súbito, que discurre en paralelo al trauma. Amigos –como los escritores Martin Amis o Paul Auster– afectados por el cáncer, miserias humanas, desesperación íntima, terapias desconcertantes, llanto silencioso, miedos y anhelos malgastados. 

Las quince puñaladas del asesino de Chautaqua estuvieron a punto de dejarnos sin Rushdie, hasta esa mañana un artista escéptico, hedonista, antidogmático y burlesco. Su aplomo y su perseverancia nos devuelven a un hombre maltrecho pero sabio. A un escritor más profundo. Lean la gesta de su supervivencia.