Elvira Lindo: "No podemos estar midiendo todo lo que ven y todo lo que leen los niños"
La escritora y novelista gaditana, creadora de la mítica serie de libros con la que se formaron como lectores varias generaciones, reflexiona sobre los cambios que se han producido en el mercado editorial de historias infantiles y juveniles
Manolito Gafotas cumple treinta años. Nació en las ondas. Fue uno más de esos personajes que una joven Elvira Lindo creaba y a los que, en ocasiones, ponía voz. Nació como divertimento, un entretenimiento que, sin embargo, fue cogiendo consistencia. Manolito ya era Manolito antes de convertirse en libro. Los primeros admiradores de este niño lleno de desparpajo y deslenguado que vive en Carabanchel Alto fueron los radioyentes. Poco a poco, fueron apareciendo los otros personajes: el abuelo, con quien Manolito comparte habitación; el Imbécil, su hermano pequeño; su padre camionero y casi siempre ausente; su madre, preocupada por el escaso dinero y que lleva sobre los hombros todo el peso de la casa y la familia; sus amigos… Siete años después de nacer en la radio, Manolito se convertía en libro. Lindo escribiría ocho libros, el último, Mejor Manolo, publicado en 2012 en el que nos encontramos a ese niño de gafas crecido y a su barrio cambiando de fisionomía. Traducida en muchos idiomas, la serie Manolito ha hecho crecer como lectores a varias generaciones, convirtiéndose en una lectura compartida entre padres e hijos. Hoy esos niños esperan que llegue el momento para leerles los libros de Manolito a sus propios hijos.
Han pasado treinta años, ¿recuerda cómo nació Manolito?
Por entonces yo escribía muchos cuentos y guiones para la radio, algunos de los cuales interpretaba yo misma. En la radio se mezclaban locutores de gran trayectoria con gente joven que estaba empezando. En Radio Cadena Española yo era la más joven del equipo, o eso creo. Obviamente tenía mis obligaciones, pero empecé a escribir cuentos y a ponerles voz, mezclando el relato con la música. Y en uno de esos juegos, un día escribí sobre un personaje que era un niño y al que le puse voz. Este niño comenzó a aparecer en un programa de música clásica. Vivía en Carabanchel y su abuelo era el director de una banda de música en su pueblo. A través de su voz proponíamos cuentos en torno a grandes compositores: Mozart, Beethoven… Después de esto, me pidieron que hiciera un pequeño monólogo todos los días con la voz de este niño.
¿Fue antes del éxito que tuvo el personaje con Fernando Delgado?
Sí, mucho antes. Esto fue cuando estaba en Radio Nacional, donde llegué después de Radio Cadena. Fue allí donde comencé con el monólogo, que llegué a hacer en un programa nocturno, cosa que sorprendía a muchos oyentes que creían que esa voz que hablaba pertenecía realmente a un niño. De hecho, hubo gente que llamó preguntando qué hacía un niño levantado a esas horas, hablando por la radio y, además, contando que sus padres habían bajado al bar y que estaba solo en casa.
Así que todo empezó con un niño y una voz.
Efectivamente. A partir de ahí, según las necesidades de cada momento, yo iba añadiendo contexto a esa voz que, sin embargo, desde el primer momento siempre tuvo un barrio: Carabanchel Alto. Poco a poco llegaron los otros personajes; el primero fue el abuelo, luego los padres, dos personajes que se fueron construyendo lentamente en la medida en que iba escribiendo más cuentos para la radio. Cuando comencé a trabajar con Fernando Delgado el personaje ya estaba muy construido. Fernando había conocido el personaje escuchando las madrugadas de Radio Nacional. Iba a empezar a presentar A vivir que con dos días y me dijo que me fuera con él. Para mí fue un desafío, porque él apenas sabía nada del mundo de los niños; sin embargo se creó una especie de relación paternal entre él y el personaje. Evidentemente, todo estaba guionizado, no había nada de improvisación en las conversaciones entre él y Manolito.
¿Le costó mucho convertir en libro todos estos cuentos de Manolito escritos para ser contados en la radio, es decir, como textos orales?
Tiraba muchos a la papelera, escribía algo para un programa y lo tiraba, pero conservé algo de material. Cuando tomé la decisión de irme, pues soy algo escapista y en mi vida he ido dejando muchas cosas atrás, me pregunté qué escribiría. Así que cogí los guiones pensando que me podrían servir de inspiración y en parte me sirvieron, puesto que así salió el personaje Manolito protagonista de esa primera novela. Hasta ese momento yo había trabajado; empecé joven, con tan solo 19 años y tenía una vida muy prometedora en la radio. Había presentado programas radiofónicos en Radio 3, es decir, era alguien satisfecha con lo que había hecho. Pero lo dejé, empecé a escribir y a salir con Antonio [Muñoz Molina] y, a ojos de muchos, parecía que yo no tenía una trayectoria detrás, pero la tenía. De hecho, Manolito ya tenía sus seguidores, que eran los oyentes de la radio.
La escritura se impuso y se puso a escribir historias que siguen vigentes.
Como humorista, te dejas guiar por lo que está ocurriendo. Pero, cuando pasé a los libros lo que hice, creo que con bastante astucia, es no ceñirme a la actualidad y tratar de que la vida del personaje fuera como la de todos los personajes de la literatura que han trascendido. Manolito no era ya sólo un niño del barrio de Carabanchel Alto.
Precisamente en ese algo más reside el hecho de que a los adultos también les guste Manolito.
Sin duda. Antes de Fernando, la gente ya seguía las peripecias de Manolito. Hay que tener en cuenta de que la radio unía la familia. Se puede ver el poder del personaje. Los adultos entienden unas referencias, ironías, frases, y los niños otras y las interpretaban de manera disparatada, que es lo que hace Manolito. Ahora son muchos quienes se recuerdan de niños con su familia escuchando los cuentos de Manolito, o leyéndolos.
La buena literatura juvenil es aquella que gusta a los niños y a los padres.
Claro. Se conoce muy poco la literatura infantil; prueba de ello es que hay quien cree que se trata de dibujitos y argumentos bobos. Y lo digo porque he escuchado comentarios llenos de desprecio con respecto a la literatura infantil y juvenil, a la que se tiende a infravalorar. Pero dentro de la literatura infantil y juvenil hay verdaderas obras de arte y no solo por las ilustraciones, sino por el texto; son obras donde la palabra tiene su peso e importancia. Me hace mucha gracia escuchar a algunos escritores decir que el libro que más les influyó de joven fue Moby Dick. ¿Quién empieza a leer con Melville? Es imposible que Moby Dick sea la primera lectura que te marque. Sería más normal contestar Mark Twain, Celia o Guillermo el Travieso. Estas lecturas son fundamentales porque a través de ellas los niños comienzan a comprender el doble sentido, el humor, la ironía… elementos fundamentales para construir el mundo imaginario de una persona.
Manolito recurre también, de vez cuando, a muchas referencias literarias
Manolito tiene mucho de literatura humorística, pero también de literatura social. En todos los libros se habla con frecuencia de precariedad. Cuando se publicó el primer libro de Manolito chocó y sorprendió que se hablara de precariedad y de las dificultades para llegar a final de mes porque los asuntos sociales no se trataban con frecuencia en la literatura, al menos en la nuestra. Y no me refiero solo a la literatura infantil. Cuando por entonces me entrevistaban me preguntaban acerca de la familia de Manolito como si hablara de una familia lumpen. No se retrataba a la clase trabajadora, puesto que la literatura se había entregado a una especie de tendencia cosmopolita y todo lo demás se consideraba costumbrismo social. Es cierto que el mundo ha cambiado mucho en estos treinta años pero, pese a esto, hay que decir que la situación económica de la familia de Manolito no es de las peores situaciones que se pueden dar.
Se podría decir que hemos ido a peor.
Lo que ha pasado es que su situación se ha igualado, hoy es la de mucha gente.
Se dijo que Manolito era una obra costumbrista, centrada en un ambiente muy determinado de Madrid. Sin embargo, sus traducciones demuestran que ese supuesto localismo era más bien universal.
Era bastante cateto subrayar el costumbrismo del libro como un factor limitante. Pensemos en la literatura norteamericana: como lectores nos interesamos por lo más local de la realidad estadounidense y leímos esas narraciones como si fueran universales. En realidad, lo son. Cuando leí el Pregón de la Mercè, en Barcelona, Carod Rovira se preguntó públicamente a quién podía interesar un niño de un barrio tan concreto de Madrid. Lo paradójico es que, pocos meses después, en Navidades, Gallimard editó un libro especial de Manolito en su colección juvenil. Lo que quiero decir con esto es que esos comentarios acerca de Manolito son fruto de una falsa idea en torno a lo que es local y lo que es universal, que se ha perpetuado en nuestra literatura. Algo parecido ha sucedido con la literatura con mujeres, que se arrincona y, de esta manera, se subestima como si no apelara a muchas otras cosas más allá de la etiqueta. Arrinconar no sirve para nada más que para infravalorar.
Manolito que interpreta el mundo que lo rodea, entendiéndolo a su manera, como niño que es.
Lo verdaderamente importante de la novela es la mirada de Manolito sobre las cosas. Y esa manera de pensar es lo que lo acerca a otros niños. Es lo que hace que me escriba un niño iraní porque se ha sentido identificado con Manolito. Además, con su mirada y con su relato, Manolito rompe con la idea de un retrato realista de su mundo.
¿En Manolito hay un punto de quijotesco?
Bueno sí, porque, como don Quijote, Manolito en el segundo libro toma conciencia de que es alguien conocido a raíz de que otros han escrito sobre él, así que interviene en el prólogo que, a partir del segundo libro, acompaña cada volumen. También un guiño a la picaresca. Emilio de Lorenzo, académico que era especialista en lo que llamaban los traviesos de la literatura, definía a Manolito como un “pícaro sin hambre”. Manolito tiene de pícaro no solo el carácter, sino también en el hecho de contar su vida, sus aventuras…
Siempre con un lenguaje y con unas expresiones que han entrado a formar parte de nuestra habla.
Sí y, de hecho, ahora para la Cadena SER haremos un especial de Navidad de Manolito y no hemos ni cambiado ni alterado sus expresiones. Manolito es así, sigue siendo el mismo desde el inicio.
Un niño con un punto de incorrección política, al menos a ojos del presente
Ahora Manolito está en una colección muy libre dentro de Seix Barral, pero hay que decir que la corrección política empezó hace mucho, no ahora, al menos dentro de la literatura infantil. De hecho, en su momento, yo tuve algunos recortes, solo que tuve también la suerte de que a los adultos y a los maestros en concreto les hizo gracia el personaje, su desparpajo y recomendaron el libro. No podemos estar midiendo todo lo que ven los niños y todo lo que leen porque, en realidad, están sometidos a cosas muchos peores para su salud que a libros con cierto humor. Me parece un sinsentido que en Estados Unidos se señalen algunos libros por peligrosos, pero luego se permita a la gente tener armas o se permita a los adolescentes de trece años ver una película violenta. ¿Qué sentido tiene poner una mirada censora y puritana sobre los libros? Ninguno, pero es revelador de nuestro tiempo. Yo estoy convencida de que Manolito no ha creado ningún delincuente ni tampoco ha perturbado la mente de los niños, como sí están haciendo otras cosas.
¿Menospreciamos el humor de los niños?
Totalmente. Ellos entienden mucho más de lo que creemos y con esta mirada puritana sobre sobre los libros lo que hacemos es hacerlos muy blanditos ante la ficción y no enfrentarles a determinadas realidades. ¿No les leemos un cuento porque sale un elefante que se muere? ¿Por qué no? El niño está preparado, pero si se lo negamos, ablandamos el conocimiento, lo reducimos. ¿Qué hacemos? ¿No les damos de leer Babar o Pipi Calzaslargas? Pipi es un libro humorístico con el que todavía me río ahora. No es que esté nostálgica, sino que todavía me hace reír, provoca emociones, y sentimientos, risas y llantos. Si a un libro le empiezas a restar las emociones que provoca y lo conviertes en una historia sin aristas lo que estás haciendo es no preparar al niño para la literatura que supuestamente tiene que encarar cuando tenga más edad.
No quiero terminar la entrevista sin hablar de la madre de Manolito
Es curioso, pero la madre tiene muchos seguidores. A mucha gente le hace gracia su forma de ser implacable, pero, en realidad, es la más protectora, la que se hace cargo de la casa, es un personaje fundamental para la familia y la que da seguridad a los niños, a sus hijos y a los lectores. La madre es como muchas mujeres que yo he conocido: mujeres que lo llevan a todo a cuestas y que son el motor de todo.