Ni Capote ni García Márquez: las dos novelas póstumas que habían descartado publicar
- Los herederos de ambos, haciendo caso omiso a la voluntad de los escritores, optaron por editar varias de sus obras menores
- Truman Capote: voces y espectros del gran camaleón
- García Márquez: deseos, infidelidades y postrimerías
En el relato metaliterario Mi oficio -incluido en la antología Las pequeñas virtudes (Acantilado)-, Natalia Ginzburg desvela que, durante sus años de juventud, “pasaba los días escribiendo mis poesías”. Sin embargo, apenas se conocen dos poemas de la gran novelista italiana. Desechó su obra poética porque “me entró la duda de que no fueran tan bonitas”, y nadie en Einaudi ha editado sus versos póstumamente. Su recelo a publicar poesía se ha respetado.
En cambio, la tinta de algunos borradores de Truman Capote y Gabriel García Márquez no ha corrido la misma suerte.
En el otoño de 2004, Alan U. Schwartz, amigo y fiduciario del legado de Truman Capote, recibió una carta de la casa de subastas Sotheby’s (Nueva York) en la que le notificaban que les habían entregado un tesoro de objetos personales del escritor de A sangre fría, entre ellos manuscritos de obras publicadas, muchas cartas, fotografías y lo que parecía ser una novela inédita.
Asombrosa maestría
En la misiva, Sotheby’s detalla que una persona anónima les había hecho saber que su tío había sido el cuidador de una casa de Brooklyn Heights en cuyo sótano había vivido Capote en los años cincuenta. También afirmaba que Capote, al no regresar al apartamento, había dado instrucciones al portero para que se deshiciera de todas las pertenencias que quedaban en el piso tirándolas a la basura. Pero este desobedeció y conservó la novela inédita del, por entonces, aspirante a escritor: Crucero de verano.
“Leí el manuscrito de Crucero de verano con una gran emoción y cierto temor. Recordé que era muy probable que Truman no quería que se publicase esta novela. (...) Aunque no sea una obra redonda, refleja plenamente la aparición de una voz original y de un prosista de asombrosa maestría”, confiesa Alan U. Schwartz.
En 2005 y en contra de la voluntad expresada en vida por Capote, Schwartz y el editor principal del escritor decidieron que Summer Crossing, una novela de amor juvenil que el genial autor de Desayuno en Tiffany’s creía haber destruido, debía publicarse.
Abogado "pillín"
Y Schwartz se justifica en el epílogo de la novela: “No ocurre muy a menudo que un albacea literario se vea en la tesitura de decidir si publica o no un libro de un importante autor fallecido que, muy probablemente, él no hubiera publicado en vida. Truman murió en 1984. ¿Qué habría pensado ahora? Mientras escribo esto veo a Truman, con su sonrisa picaruela, que agita un dedo hacia mí. ‘¡Eres un abogado pillín!’, me está diciendo. Pero sonríe”.
En 2013, el editor Peter Haag descubrió en la Biblioteca Pública de Nueva York catorce cuentos inéditos escritos por Capote cuando aún era un adolescente. Dos años más tarde, el volumen The Early Stories of Truman Capote (Penguin Modern Classics) veía la luz, pese a que el escritor jamás transmitió su intención de publicarlos.
Algo similar ha sucedido con la novela póstuma de Gabriel García Márquez titulada En agosto nos vemos, uno de los acontecimientos literarios de 2024 y un gran éxito editorial de Random House.
“Este libro no sirve. Hay que destruirlo”, sentenció Gabo sobre En agosto nos vemos, su último intento por seguir creando cuando la pérdida de memoria menoscabó sus posibilidades.
En agosto nos vemos “es una novela inacabada, con algunos baches y pequeñas contradicciones”, reconocen Rodrigo y Gonzalo García Barcha, los hijos de García Márquez, pero también con algunos pasajes memorables dónde salen a relucir, por última vez, la capacidad de invención y la poesía del lenguaje de Gabo.
¿Aprobarían todo esto?
El amor y Ana Magdalena Bach, sí, por primera vez una mujer, son los protagonistas de este canto a la vida que es En agosto nos vemos. Unas páginas en las que, por momentos, resurge la narrativa cautivadora del maestro de Aracataca, aunque sea a cuentagotas. Una obra “imperfecta, con anotaciones y correcciones por hacer”, pero garciamarquiana, al fin y al cabo.
“En un acto de traición”, confiesan Rodrigo y Gonzalo García Barcha en el prólogo del libro, sus herederos han decidido anteponer el placer de los lectores a todas las demás consideraciones.
Llegados a este punto, es inevitable preguntarse por qué las palabras no escritas de estos dos genios, sus deseos y obsesiones, valen tan poco, y si ellos aprobarían todo esto.