Javier Marías, una historia editorial que discurre por Madrid, Barcelona y Frankfurt
El novelista comenzó en Edhasa gracias a Benet; trabajó con Rosa Regàs (en La Gaya Ciencia) y Jaime Salinas, triunfó en Anagrama y, tras la ruptura con Herralde, se consagró en Alfaguara
15 septiembre, 2022 20:45"¿Por qué no intentamos publicar esto? A mí me ha gustado mucho, se lo voy a pasar a Juan Benet", le propuso Vicente Molina Foix a Javier Marías. Foix era por entonces uno de los pocos que había leído el manuscrito de Los dominios del lobo, la primera novela del escritor madrileño. A pesar de tener informes de lectura más que entusiastas, Bruguera lo había rechazado y fue, en gran medida, gracias a Benet que esa primera novela, tan destacable y vanguardista en el panorama literario de la época, pudo publicarse. Fue en la editorial Edhasa, donde Rosa Regás, por entonces pareja de Benet, dirigía una colección. Ese fue el pistoletazo de salida, un pistoletazo que, como recordaría el propio Marías, no tuvo mucho eco en ese momento; "bueno, os lo dedico y así no me exigiréis beneficios”, les dijo el escritor a sus amigos, a quienes les debía haber podido publicar. Se lo debía a ellos, “no a mi familia desde luego, como alguna gente en su día pensó”.
Marías había conocido a Benet en 1969 –o quizás en el 1970, duda el propio Marías– cuando tenía dieciocho años. “No recuerdo bien si antes de conocerle personalmente había leído Volverás a Región, o si fue más o menos a la par de conocerlo”, confesaría tiempo después, pero lo cierto es que esa novela y su autor marcarían a Marías y ese grupo de jóvenes formado por Vicente Molina Foix, Pere Gimferrer, Félix de Azúa, Eduardo Mendoza y el propio Marías que, entre Madrid y Barcelona, ciudades mucho más en contacto de lo que podría pensarse, estaban abriéndose camino y que, con los años, no solo seguirían en contacto, sino compartían sillón en la Academia.
“No exagero si digo que Juan Benet ha sido una de las cinco personas más importantes de mi vida, en el aspecto personal. Y no sólo porque era un gran amigo con el cual además el trato se ha mantenido frecuente y continuo durante esos más de veinte años, sino que además para un chico de dieciocho años como yo tenía cuando le conocí, fue un verdadero maestro”. El autor de Volverás a región y Marías mantendrían una amistad durante más de veinte años, siendo el primero un lector atento y crítico de las obras del segundo –“me descubrió defectos en mis novelas; aún hoy, al escribir, a veces retiro un adjetivo o rehúyo un tipo de frase porque recuerdo que él me los criticó una vez, y razonadamente.”–, a quien no dejó de leer hasta el final. La última carta que le envió fue, de hecho, a propósito de Corazón tan blanco, novela con la que la carrera y la proyección internacional de Marías se dispararían. Pero todavía quedan años por delante hasta llegar ahí.
Tras publicar Los dominios del lobo, Marías siguió a Rosa Regàs, su primera editora, en su nuevo proyecto editorial, La Gaya Ciencia, donde publicaría su segunda novela Travesía del horizonte, que, tal y como escribiría Gimferrer en la revista Destino, “confirma ampliamente las cualidades de su novela anterior y sitúa a Javier Marías en una posición de privilegio entre los narradores peninsulares menores de treinta años”. Si bien las ganancias y las ventas no acompañaban, el nombre de Marías, como joven novelista y como traductor –en 1972 publicó la extraordinaria traducción del Tristram Shandy; de hecho, Jaime Salinas, responsable por entonces de Alfaguara, lo incluyó en su comité de lecturas junto a Benet, García Hortelano, Rafael Conte y Manuel Rodríguez Rivero. Y, en efecto, fue en Alfaguara donde publicaría su tercera novela, El monarca del tiempo para, posteriormente, pasar a Seix Barral con su cuarto libro, El siglo.
Anagrama: la consolidación
Si algo reportaba Jorge Herralde era prestigio. Publicar en Anagrama, confería de un valor añadido a cualquier escritor. El catálogo de la editorial barcelonesa era sinónimo de prestigio y vanguardia y Marías entró por la puerta grande: El hombre sentimental, su quinta novela, fue galardonada en 1986 con el Premio Herralde de Novela, reconocimiento que, curiosamente, ganaría su amigo Félix de Azúa un año después, en 1987. Se trataba de una obra que, como señaló Constantino Bértolo en Ínsula, evidenciaba la agonía de determinados cánones, puesto que se trataba de una novela que encerraba “el fin de un horizonte narrativo y el comienzo de otros modos de enfrentarse a la novela. Modos que de ninguna forma nos reenvían al realismo creyente de los años sesenta, pero que trabajan aquellos materiales propios de la narrativa ya mencionados, y sin los cuales la novela deviene escritura intrascendente por mucha metafísica que se le eche”.
Fue en Anagrama, donde, dentro del campo literario en castellano, el nombre de Marías se volvió una referencia ineludible para explicar la narrativa contemporánea. Con Herralde publicaría, además de El hombre sentimental y algún libro de relatos, tres de sus obras insignes: Todas las almas, Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí, publicada en 1994. El reconocimiento lo tenía: un encuesta de 1991 con ocasión de la Feria de Frankfurt –lo cuenta Sergio Vila-Sanjuán en Pasando Página– terminó en cuarta posición, pero sus ventas eran discretas. Sus libros vendían de 10.000 ejemplares, una cifra que ahora, cuando las tiradas oscilan entre los 1.000 a los 3,000 ejemplares, cualquier autor desearía alcanzar, pero que en los años noventa no eran excesivas. Vivir de la literatura era imposible para Marías, aunque sopesaba dejar su puesto de profesor adjunto de Teoría de la Traducción en la Complutense para dedicarse a su obra. Todo cambió cuando, tras algún rechazo previo, la editorial alemana Klett-Cotta decide publicar Corazón tan blanco en 1996. Marías iba a convertirse en el autor español con mayor reconocimiento internacional.
El factor Marcel Reich-Ranicki
“Un maestro absoluto”, así definió Cees Noteboom al crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, un hombre que demostró que se podía hablar de literatura en televisión y que la crítica y la prescripción literaria no solo es posible en este medio, sino que puede contribuir a la formación de un público lector masivo. Durante años, Reich-Ranicki condujo El cuarteto literario, un programa en el que expresaba tanto su admiración como su decepción por los libros y los nuevos autores que leía. Con independencia y erudición, podía desalentar a los lectores ante alguna novedad editorial o consagrar a un autor desconocido.
“Usted me ha cambiado la vida”, le diría Cees Noteboom a Reich-Ranicki, quien había elogiado su novela La historia siguiente, convirtiéndola en breve tiempo en un best-seller. Algo similar sucedió con Marías: el 13 de junio de 1996, Reich-Ranicki habló de Corazón tan blanco, que acaba de ser traducido en alemán, y lo hizo absoluto entusiasmo y admiración: "Es una de las novelas más importantes que he leído en los últimos años. [...] Estoy entusiasmado con el libro de Marías: creo que es uno de los mayores escritores vivos del mundo. Estoy convencido de ello y no temo afirmar que es un libro genial. [...] Es una obra maestra”. La novela de Marías se colocó de inmediato entre los libros más vendidos y nuevas críticas entusiastas no tardaron en llegar: desde Hellmuth Karasek, crítico literario de Der Spiegel, hasta Hans-Jörg Neuschäfer, el hispanista alemán de gran prestigio, pasando el suizo Andreas Isenschmid, cuya reseña llevaba por título: “Corran, cómprenla, léanla”.
En menos de dos años, Marías vendió 600.000 ejemplares. Reich-Ranicki, responsable también del éxito en Alemania de García Márquez y Chirbes, c fue una pieza clave para el éxito y favoreció a la aparición de nuevas traducciones. La obra de Marías había dado el gran salto a Europa y, más tarde, a Estados Unidos. El prestigio internacional se tradujo, como suele ocurrir, en una mayor atención en España, donde desde entonces las ventas se incrementaron. Los galardones importantes comenzaronr: en 1992, Premio Nacional de la Crítica; en 1993, L’OEil et la Lettre; en 1995, el Rómulo Gallegos y el Fastenrath. Era indudable: Marías era el mejor de su generación.
El regreso a Alfaguara
El éxito y el aumento de ventas fueron los detonantes de la ruptura con Herralde. Marías subrayó en más de una ocasión –véase la carta al director que envió al diario El Mundo el 8 de octubre de 1996-–que su marcha no estaba motivada por ofertas más elevadas, sino por “las reiteradas inverosimilitudes en las liquidaciones de mis libros, nunca explicadas satisfactoriamente”, unas inverosimilitudes que se hacían todavía más graves, siempre según Marías, si se tenía en cuenta que Anagrama se había embolsado en torno a los 35 millones de pesetas gracias a la traducción alemana de Corazón tan blanco. Después de Mañana en la batalla piensa en mí, Marías, de la mano de su nueva agente, Mercedes Casanovas, volvía en 1998 a Alfaguara de la mano de Juan Cruz, responsable también de la contratación de Antonio Muñoz Molina –actualmente autor de Seix Barral-–y de Mario Vargas Llosa.
Su primera novela en la recuperada casa fue Negra espalda del tiempo, a la que le seguirían Tu rostro mañana, Los enamoramientos y donde publicaría su última obra, Tomás Nevinson, en 2021. En este mismo sello también publicaría recopilaciones de artículos, así como el ensayo El Quijote de Wellesley: notas para un curso en 1984. Con Alfaguara llegaron más reconocimientos: el Premio José Donoso, el Premio Formentor, el Premio Internacional Ennio Flaiano, así como el Premio Macional de Marrativa, que rechazaría en dos ocasiones. Cada año aparecía en las apuestas para el Nobel y, según muchos, era el mejor candidato español para hacerse con este galardón. Pero una cosa son las encuestas, otra los deseos y otra los hechos. Como dice Gonzalo Torné, “¿qué más dará que un escritor se muera sin ganar el Cervantes, el Nobel o los Juegos Florales? Los premios son divertidos, pero irrelevantes.”. Lo único relevante es la obra. Y la de Marías lo era, lo es y lo seguirá siendo.