El cineasta Paul Schrader vuelve a la carga con la conmovedora película, 'The card counter' / WIKIPEDIA

El cineasta Paul Schrader vuelve a la carga con la conmovedora película, 'The card counter' / WIKIPEDIA

Letras

La redención de Paul Schrader

Obsesionado con la redención del ser humano, el cineasta vuelve a la carga con la conmovedora película 'The card counter', aunque puede que no le hagan ni caso

22 diciembre, 2021 00:00

Desde antes de lanzarse a dirigir, cuando escribió para Martin Scorsese el guion de Taxi driver (1976), el cineasta norteamericano Paul Schrader (Grand Rapids, Michigan, 1946) ha estado obsesionado por la redención del ser humano enfrentado a unas circunstancias complicadas. De hecho, todas sus películas van de lo mismo y suelen estar protagonizadas por algún marginado social dominado por una ética personal y el deseo de marcar la diferencia ante una comunidad que lo ignora o lo desprecia y a la que siempre acaba por dar una lección, aunque lo pague muy caro. Sus protagonistas son siempre variaciones del mismo estereotipo: George C. Scott, el riguroso calvinista cuya hija ha caído en las redes de la prostitución y el cine porno de Hardcore (1979); Richard Gere, el chico de alquiler de American gigolo (1980); Willem Dafoe, el camello de Light sleeper (1992); Woody Harrelson, el homosexual de buena familia de The Walker (2007); o Ethan Hawke, el cura rebotado de First reformed (2017). Por no hablar del personaje real que los resume a todos en su biopic del escritor japonés Yukio Mishima, Mishima. A life in four chapters (1985).

Los personajes de Schrader son siempre unos peculiares (anti) héroes que obedecen a un código personal que suelen seguir a rajatabla hasta buscarse la ruina. Y aunque se hacen querer, no le han ayudado mucho en su carrera, que lleva años transcurriendo a salto de mata, rodando cuando puede y con presupuestos muy modestos. Mientras su compadre Scorsese está considerado un clásico vivo que rueda lo que quiere, el pobre Schrader se las ve y se las desea para levantar sus proyectos, viéndose obligado en ocasiones a dirigir cosas que ni le van ni le vienen y que, para colmo, a veces también le traen problemas y situaciones humillantes, como la que vivió cuando fue expulsado de una secuela de El exorcista que acabó firmando el inútil de Renny Harlin. Hollywood no se ha portado muy bien con el hombre que escribió Taxi driver o Toro salvaje, películas que cimentaron la fama y el prestigio de su amigo Marty, con quien tenía en común la influencia de la religión, la católica en el caso de Scorsese y la calvinista en el suyo.

Sentido del deber peculiar

Su nueva y conmovedora película, The card counter (El contador de cartas) es una nueva versión de lo mismo de siempre que nos ha encantado a sus seguidores y que, probablemente, pasará totalmente desapercibida cuando se estrene en España el próximo día 29 de diciembre. En esta ocasión, el samurái contemporáneo con un sentido del deber tan peculiar como admirable, es un ex militar (Oscar Isaac, espléndido en el papel) que ejerció de torturador en Abu Ghraib y, por salir en unas fotos comprometedoras, se acabó chupando casi nueve años de cárcel mientras su superior (Willem Dafoe, deliciosamente siniestro) se salía de rositas, abandonaba el ejército, montaba una compañía privada de seguridad y se forraba convenientemente el riñón.

Tras salir del trullo, el ex cabo Bill Tillich (que ahora se hace llamar William Tell) se gana la vida jugando a las cartas en casinos cutres y llevando una vida solitaria de eterna penitencia hasta que se cruza en su camino un joven de escasas luces, Cirk (Tye Sheridan), cuyo padre se voló la cabeza tras haber servido a las órdenes del mismo oficial que él. Obsesionado por eliminar a quien responsabiliza de la muerte de su progenitor, Cirk será amparado por Tillich, quien intentará quitarle de la sesera sus ánimos de venganza. Como se pueden imaginar y es habitual en el cine de Schrader, la cosa acaba como el rosario de la aurora (y hasta ahí puedo leer sin incurrir en el spoiler: lo único que les avanzo es que la secuencia final es exactamente la misma de American gigolo y Light sleeper, así que los fans del tío Paul ya saben lo que se van a encontrar).

Es posible que El contador de cartas incurra en el auto plagio, aunque es innegable que, en el fondo, todo creador se pasa la vida contando la misma historia. Los devotos de este cineasta maltratado por la industria se sentirán como en su casa viendo su nueva película, otra vuelta de tuerca al eterno tema de la redención personal. Los que llevan años ignorándole, es muy probable que lo sigan haciendo. Peor para ellos.