Abdulrazak Gurnah, el escritor africano premiado con el Nobel de Literatura / EFE

Abdulrazak Gurnah, el escritor africano premiado con el Nobel de Literatura / EFE

Letras

Por qué un premio Nobel de literatura racializado

El escritor tanzano Abdulrazak Gurnah obtiene el galardón por su interés en el colonialismo y la defensa de los refugiados en una muestra de los nuevos tiempos políticos

7 octubre, 2021 19:10

El Nobel post pandémico, ganado por el escritor tanzano Abdulrazak Gurnah, ha caído en Zanzíbar, una isla paradisíaca, colonia británica bajo la antigua Commonwealth y humanamente triturada bajo el dominio de la metrópoli. Sabe mal sopesar la racialidad del galardón y su anticolonialismo porque son dos elementos distintivos de un siglo que quiere romper con un pasado abusivo; sabe especialmente mal porque la referencia contextual puede menoscabar injustamente la calidad literaria de Gurnah, el ganador de esta edición. Pero uno se pregunta si basta con presentar una militancia justísima para aspirar a un galardón que premia la mejor letra escrita de todo el planeta.

En su testamento, Alfred Nobel estableció que sus premios debían otorgarse a quien “haya procurado el mayor beneficio a la humanidad” y, en concreto, donde habla de letras, el mismo documento destaca que el premio debe recibirlo quien haya presentado “la obra más sobresaliente de tendencia idealista dentro del campo de la literatura”. La herencia de Nobel ha desatado polémicas sin fin, pero tal vez hoy, su jurado pueda agarrarse --en parte-- al espíritu fundacional al conceder el galardón a un tanzano sobresaliente en el que confluyen por igual el ciudadano combativo y el autor de ficciones pegadas a la realidad.

Toca decir, en cualquier caso, que la excelencia literaria mueve otros mundos. Estos últimos transcurren en paralelo a la vida; metaforizan los hechos, no denuncian, ofrecen solo los frutos excelsos del arte. El Nobel no es un premio de combate, no debe pertenecer al campo del análisis narrativo ni desviar la atención a su entorno. En la novela entran en juego “las alegrías y dificultades de la emoción que acaricia los detalles”, como repitió tantas veces Vladimir Nabokov. La alta literatura persigue el “corazón vivo de la materia”, en palabras de John Updike

Hoy mismo nos hemos llevado la sorpresa del año al saber que el escritor de habla inglesa y domicilio en Londres ha ganado el Nobel  2021 por una obra que se caracteriza, según el jurado, por su “penetración intransigente y compasiva en los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes”; sí o sí, aunque no a todos nos convenza, el argumento toca la fibra fundacional. Digamos primero que el premio consolida el regreso a la normalidad después de la pandemia, ya que en 2018 se suspendió el galardón y que en 2019 se concedieron dos premios: el atrasado a la polaca Olga Tokarczuk y el del año en vigor a Peter Handke, el austríaco enamorado de España (con casa en Soria) y autor de aquel sorprendente El miedo del portero ante el penalti.

El futuro del continente

Residente en el Reino Unido, al que llegó como estudiante en 1968, Gurnah es un autor poco publicado en España, pero conocido en los países anglófilos. En castellano se han publicado sus obras Precario silencio (1996) y especialmente Paraíso (1994), la historia conmovedora de Yusuf, un niño swahili, que es vendido a los 12 años por su padre como pago de una deuda, que se refiere a su comprador como el “el tío Aziz” y lo acompaña a lo largo de viajes por el mundo. Las obras de Gurnah han sido editadas en España por el sello Poliedro, que quebró en 2012 en plena crisis financiera. Nos acordamos mucho del 'austríaco' (nacido en la actual Bulgaria), Elias Canetti, premiado con el Nobel en 1981 y editado en España por Mario Muchnik; los recordamos no porque Mario hubiese quebrado, sino por los esfuerzos que supuso para un sello exigente, bello y algo quebradizo en el momento de levantar a todo un Nobel en el panorama mundial. Podemos rememorar otros premiados como el inesperado Juan Ramon Jiménez, autoexiliado de Moguer en los segundos cincuenta, o el galardón --de ciencias-- no ganado por el doctor Josep Trueta, --nombrado por Churchill como coordinador de la Salud pública en Londres, bajo los bombardeos alemanes--, vetado incomprensiblemente por Salvador de Madariaga, ex ministro de la II República y miembro fundador de la sociedad de estudios Mont Pèlerin, junto a Milton Friedman y Karl Popper. El mismo Madariaga fue nominado por la Academia Sueca, aunque sin éxito final. Por su parte, los debates del día en la prensa internacional abren de momento abanicos más amplios. La crítica norteamericana se pregunta qué pasa con Don DeLillo, figura central del postmodernismo contemporáneo. ¿Cuando llegará su momento o de otros similares, pero mensos excelsos? Para los destacados columnistas del Post y del NYT queda claro que la Academia Sueca nos dejó de querer desde el día en que se vino abajo la lost Generatión de Fitzgerald y Hemingway.

Hoy toca hablar de letras y por lo visto de epopeyas. Es el gran día de la bella Zanzíbar, isla luchadora, en lo cultural, lo comercial y lo político, como en su día lo fue el archipiélago de Cabo Verde, levantado por Amilcar Cabral. Es una jornada de esperanza para el África del siglo XXI. Dios ilumine su brillante futuro y confunda su génesis colonial, cínicamente embellecida por Lord Mounbatten en el Club de Campo de Nairobi (Kenia) y paralelamente remarcada con amargura por parte de Conrad en El corazón de las tinieblas, la novela inspirada en el Congo belga de Leopoldo I y llevada al cine bajo el título Apocalypse Now por la factoría Ford Coppola, con Marlon Brando a la cabeza. En España, es el día especialmente de Julieta Leonetti, de Poliedro, que habla de Gurmah como de un autor selecto propio de determinados círculos; “Es como si me llegara el premio póstumamente. En 2003, cuando lo publicamos, era demasiado joven para ganar el Nobel”. De una de sus novelas, Leonetti recuerda al joven protagonista que “termina entendiendo que el comercio es su única posibilidad, pero entendido no solo como mero intercambio de mercancías sino como algo que se ejerce sobre el territorio y que permite el intercambio de culturas”. Está todo dicho; pocos conceptos como este retratarán las aspiraciones del segundo milenio en el continente negro.

Esta misma mañana, en un Londres racheado de sol y nubes, Gurmah resumía así a Reuters su estado de ánimo: “Es brillante, maravilloso; es simplemente grandioso, se trata de un gran premio, y con una enorme lista de escritores maravillosos, todavía estoy intentado hacerme a la idea de que formo parte de ella. Ha sido una sorpresa total, me he quedado parado cuando lo he escuchado, sin reaccionar, porque no podía creérmelo".