Varios epitafios en el cementerio de Montjuïc de Barcelona / EP

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Letras

Últimas palabras y epitafios

En Semana Santa se celebra la Pasión de Cristo y su muerte, por lo que es un momento para reflexionar sobre posibles mensajes memorables para ser grabados después de fallecer

4 abril, 2021 00:00

Estos días de la Semana Santa, aunque los celebremos con vacaciones, son tétricos, pues lo que se celebra es la Pasión y muerte de Cristo, y hoy, domingo, su resurrección. Los que fuimos educados con un catolicismo riguroso recordamos las siete palabras (así llamadas las siete frases) que pronunció en la cruz. “Tengo sed”. Madre, he ahí a tu hijo” [refiriéndose a Juan] Supongo que las jóvenes generaciones ya no las saben. Según los evangelios de Mateo y Marcos, lo último que dijo, sus últimas palabras, fueron “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, que parece el testimonio de la desesperación de un hombre que hasta ese pavoroso momento realmente ha creído que tenía un acuerdo con Dios y que en el último momento se salvaría, y ahora recobra la lucidez y descubre que está desamparado y solo en el universo. En cambio, según el Evangelio de Juan, las últimas palabras fueron: “Todo se ha cumplido”, que aluden a que con su muerte se cumplen las Escrituras y su sacrificio es redentor…

Por si la segunda dosis de la AstraZeneca te provoca algún trombo fatal y feneces inesperadamente, sin tiempo a decir unas famosas últimas palabras para que las cite el periodista en tu obituario y un amigo en tu funeral, palabras en que cuaje tu personalidad tan especial y hasta única, es bueno que vayas pensando por lo menos en un epitafio memorable, para que sea grabado en la piedra de tu panteón, entre dos ángeles llorosos.

Por si quieres referencias, sabe que no es verdad que en la tumba de Groucho esté escrita la leyenda “Perdonen que no me levante”. Sólo está su nombre y una estrella de David. En la de Jardiel Poncela figura una humorada: “Si buscáis los máximos elogios, moríos”. En la de Primo Levi, el autor de Si esto es un hombre, el número 174517, que es el número de identificación que le tatuaron en el brazo en el campo de concentración. 

Entre los epitafios enigmáticos destaca el de Vicente Huidobro, que dice: “Abrid la tumba. Al fondo de esta tumba se ve el mar.” Que no sé si es una imagen muy lírica o una chorrada. En el de Juan Ramón se ha escrito un verso de su poema más famoso, que se refiere a la extrañeza de saber que el mundo seguirá igual cuando uno lo haya abandonado: “Y seguirán los pájaros cantando”. 

En fin, hay para todos los gustos. Mi difunto tío me contó una vez, entre copa y copa, que quería que se grabase en su piedra tumbal esta orgullosa sentencia: “Nunca llevó mariconera”. En efecto, mi tío se negó en redondo, durante toda su vida, a llevar este bolso de hombres que estuvo de moda hace algún tiempo, y que, por más práctico que pueda ser, le parecía desdichado, acaso afeminado. Al final no pusieron ese epitafio en su tumba. Queda, pues, libre, si, como creo, tampoco tú has llevado nunca mariconera.