Imagen de la librería 'Negra y Criminal' en Barcelona / RTVE.ES

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Letras

Ni negro ni criminal

Librero y librería son ya dos fantasmas más de la Barcelona reciente, de esa ciudad que, como tantas otras para otra gente, va dejando de existir

14 diciembre, 2020 00:00

Paco Camarasa (Valencia, 1950 - Barcelona, 2018) era blanco e incapaz de matar ni a una mosca, por lo menos, en la vida real. En la literaria, vivió felizmente instalado en un mundo de crímenes más o menos horrendos durante toda su vida, dado su amor a la novela policial en todas sus variedades. Fue ese amor el que le llevó a crear en su barrio barcelonés de adopción, la Barceloneta, la librería especializada Negra y Criminal, que se mantuvo (con altibajos) operativa entre 2002 y 2015, año en el que Paco y su mujer, Montse Clavé, tiraron la toalla y se dieron cuenta de que nuestra ciudad no daba para mantener un negocio como el suyo. Tampoco da para disponer de esas librerías en inglés que hay en París, tal vez porque nuestros queridos turistas no son mucho de leer y lo que de verdad agradecen de nosotros es que nos hayamos convertido en la playa de Europa (aunque con ínfulas cosmopolitas que a ellos se la pelan, eso sí). Cuando la librería de Paco y Montse cerró, los barceloneses que leemos (y hasta los que no) nos entregamos a uno de esos autos sacramentales que tanto nos gustan, lamentando el triste deceso, preguntándonos cómo había sido posible y, al cabo de un tiempo, volviendo a nuestras cosas tras asistir a una de esas típicas situaciones cuyo subtexto es siempre el mismo: entre todos la mataron y ella sola se murió.

Reconozco que yo también contribuí a tan luctuoso momento. Como esclavo del Ensanche --cada día cuesta más sacarme de mi barrio, sobre todo si no has traído una grúa para moverme--, solo fui un par de veces a la librería de Paco y Montse, y una de ellas, si no recuerdo mal, fue para beneficiarme del aperitivo de los sábados en Negra y Criminal, consistente en mejillones y vino blanco. Me gustaba especialmente la sección de antiguallas --ahí encontré dos novelas descatalogadas de mi admirada Margaret Millar, que siempre me pareció más interesante que su célebre marido, Ross McDonald--, pero lamentaba que no hubiera una buena provisión de libros en francés y en inglés y que el material consistiera, básicamente, en lo mismo que podías encontrar en los establecimientos habituales del ramo, situados generalmente más cerca de casa. A veces pienso que ésa fue la causa del hundimiento de Negra y Criminal, la falta de propuestas difíciles de encontrar en otros sitios, cuya adquisición --incluso en la era de Amazon y la venta online-- habría justificado más el desplazamiento a la Barceloneta de los esclavos del Ensanche. Lo cual no quita para que el cierre de la librería me produjera tristeza y culpabilidad al mismo tiempo.

Además de la librería, Paco fue también el creador de BCN Negra en 2005, certamen que empezó de manera modesta, pero acabó convirtiéndose en la importante cita del género que es en la actualidad (un año hasta apareció Andrea Camilleri, que no se movía de Italia ni que lo mataran, gracias a su relación de amistad con Paco y Montse). Durante el año del coronavirus se creó el premio Paco Camarasa, que otorgan los responsables de todos esos festivales dedicados a la novela negra que han ido surgiendo últimamente a rebufo del que se sacó Paco de la manga y que dirigió prácticamente hasta su muerte.

Nunca fuimos amigos íntimos, pero siempre le tuve afecto a distancia y quiero creer que ese afecto era mutuo. Solía cruzármelo por el Salón del Cómic de Barcelona y siempre quedábamos para comer algún día, cosa que nunca llegó a pasar. Ahora pienso que debería haber hecho algún esfuerzo suplementario para cultivar su amistad. Me falló la solidaridad entre frikis, que solo se activó cuando murió, al pensar que nos habíamos pasado la vida defendiendo cosas --la novela negra, los cómics-- de ésas que a la gente le ha llevado décadas tomarse mínimamente en serio. La ciudad, por su parte y como suele, se olvidó de Paco y de su librería, de los que ya solo hay referencias en los artículos que se publican cada año durante la celebración de BCN Negra. Le sobreviven su mujer y socia y su particular inventario del género, Sangre en los estantes, completísimo libro de consulta que redactó en sus últimos tiempos. Librero y librería son ya dos fantasmas más de la Barcelona reciente, de esa ciudad que, como tantas otras para otra gente, va dejando no muy lentamente de existir.