Una portada del 'Catalunya Express', el diario de Sebastián Auger /HERALDODEMADRID

Una portada del 'Catalunya Express', el diario de Sebastián Auger /HERALDODEMADRID

Letras

'Catalunya Express'

El diario de Sebastián Auger, el 'Catalunya Express' fue la cantera para muchos periodistas en la transición, y comparado con el 'Daily Mail' "era 'Le Monde'"

29 junio, 2020 00:00

Fue mi primer trabajo como aspirante a periodista, y lo conseguí en condición de plato de segunda mesa. Mi compañero de curso Llàtzer Moix se dio la vuelta una tarde en su pupitre y se topó conmigo y nuestra común amiga Rosa Masip, a quien se dirigió preguntándole si le gustaría hacer unas prácticas remuneradas en el diario en el que él ya se había colocado, Catalunya Express (periódico popular y populachero en plan tabloide británico, pariente pobre del Mundo Diario en el que aspiraban a escribir todos mis amigos del PSUC y último invento del magnate Sebastián Auger, quien tras no lograr situarse todo lo bien que quería en el franquismo, aspiraba a ello en la incipiente transición democrática). Rosa le dijo a Moix que no podía, que se iba a Grecia, y la mirada estoica de nuestro amigo se volvió en mi dirección, como si no tuviera más remedio. Yo acepté encantado y aquel verano (calculo que del 77) me estrené en el oficio. Creí que haría feliz a mi padre con la noticia, pero, una vez más, me volví a equivocar. “¡Pero si es un diario de comunistas!”, me espetó cuando le informé, orgulloso, de que había conseguido mi primer trabajo. Yo le dije que sí, pero menos, que los comunistas de verdad eran los de Mundo Diario (en aquella época, Auger paseaba a Carrillo en su yate por el mediterráneo y colgaba una senyera que iba de extremo a extremo de su rascacielos en L'Hospitalet), pero siguió enfurruñado unos días: ya empezaba a intuir que le había salido rana, aunque los comunistas siempre me han dado casi tanto asco como a él.

Como era un diario vespertino, se madrugaba y se salía pronto, lo que nos dejaba a Moix y a mí un montón de horas diarias para hacer el ganso en su Volkswagen escarabajo y pillarla en Zeleste y demás tugurios de la época. Cuando llegaba a la redacción lo que más me gustaba era encontrarme al cronista nocturno, Julián Peiró (responsable de la fantabulosa sección La noche de anoche) dormido sobre la máquina de escribir y con el artículo a medio escribir (un día, un gracioso lo despertó pulsando la tecla que ponía el carro en movimiento y al pobre Peiró le fueron a parar las gafas al quinto pino). La sección de sucesos funcionaba a todo gas, y Moix y yo metimos a ilustrarla a nuestro amigo Martí, que luego crearía Taxista para El Víbora, pero lo acabaron echando por entregar cuando le salía de las narices o, directamente, nunca. La política local giraba en torno a las aventuras de Tarradellas, pero solía haber más presencia de La Maña y demás figuras de El Molino, así como de estrellas de los incipientes espectáculos eróticos (nunca entendí la obsesión de Peiró por Ludovic & Sebastien, dúo gay que se aliviaba en público, de manera muy artística, en no sé qué local de entonces).

La muerte en 1980

Un buen día, Auger nos envió a su heredero, un chaval llamado Sebas, de trece o catorce años, que no hablaba ni una palabra de catalán. Todos los que odiaban a su padre, que eran muchos, se lo hicieron pagar al pobre chaval, que no tenía la culpa de ser el hijo de semejante trepa. Todos menos yo, que, en un alarde de nobleza del que aún me sorprendo, me empeñé en tratarle como a un ser humano. Me lo agradeció muchos años después, en la barra del Zigzag, ya en su condición de abogado bebido, y aprovechó para ciscarse en su progenitor, que los había dejado tirados a él y a su madre cuando vinieron mal dadas y tuvo que desaparecer dejando pufos a diestra y siniestra.

¿Y qué hice yo en Catalunya Express? Pues algunos reportajes --recuerdo una visita al Maresme para hablar con los negros explotados por los nobles payeses catalanes--, algunas entrevistas, algunos delirios y las cartas al director: no llegaba ninguna y había que inventárselas, y hasta conseguí crear alguna absurda polémica (real o llevándome la contraria a mí mismo). Más desastroso fue mi paso por la sección de crucigramas, pues me hice un lío y me equivoqué varios días seguidos al publicar las soluciones del crucigrama anterior: me temo que nadie lo rellenaba, pues la metedura de pata pasó inadvertida.

Catalunya Express murió en enero de 1980, cuando yo ya estaba en el underground. Moix pasó a El Correo Catalán y de ahí a La Vanguardia, donde sigue a día de hoy. Rosa volvió varias veces a Grecia, vivió en Nueva York y en Managua y acabó jubilándose en TVE. Yo hice lo que pude, pero eso ya lo saben. En cuanto al Catalunya Express, lo mejor que puedo decir de aquella entretenida birria era que, comparada con el Daily Mail o el Bild Zeitung, parecía prácticamente Le Monde.