Ia Clua (izquierda), en una imagen con su banda 'Dos més un', de1968 / ARCHIVO DE MANEL JOSEPH

Ia Clua (izquierda), en una imagen con su banda 'Dos més un', de1968 / ARCHIVO DE MANEL JOSEPH

Letras

El tío más simpático de Barcelona

Me acuerdo de Ia Clua cada vez que deambulo por el barrio y ya no puedo verlo doblando la esquina, dibujando una gran sonrisa en su rostro

16 diciembre, 2019 00:00

Ya no recuerdo cómo llegué a conocer a Ia Clua (Barcelona, 1961–2011), pero sé que cruzármelo por el Ensanche era siempre motivo de alegría. De hecho, creo que solo quedamos a comer de manera oficial en un par de ocasiones: la mayoría de encuentros tuvieron lugar en mitad de la calle y siempre duraban más de la cuenta a base de buscar un bar para tomar algo y retrasar convenientemente la hora de llegar a donde se dirigía cada uno. Fue así como llegué a la conclusión de que el amigo Ia (diminutivo de Josep Maria) era el tipo más simpático que había en Barcelona: siempre se alegraba de verte, siempre tenía novedades que explicarte y siempre encontraba motivos o personas sobre los que ironizar o, directamente, despotricar.

Aunque me perdí sus años iniciales en la música con el grupo Dos més un (trío formado con su hermano y el gran Manel Joseph, que luego sería el cantante de la Orquestra Platería y lo más parecido a Héctor Lavoe que hemos tenido en Barcelona), a partir del dúo que formó con Jordi Batiste en los 70 me hinché a ver conciertos en Zeleste de lo que ellos mismos definían como la payasada Ia & Batiste. Y es que Ia & Batiste han sido lo más raro y excéntrico -junto a Música Dispersa, el grupo de Sisa que solo grabó un disco sensacional- que ha dado la música pop de esta ciudad. Si Frank Zappa se preguntaba si el humor tenía cabida en la música, Ia & Batiste le contestaban que sí en cada actuación. En disco, ese humor persistía, pero se imponía la belleza de las canciones, insólitas en el panorama musical de la época. Su tendencia a la humorada hizo que muchos no se los tomaran en serio, pero eran los mismos que se compraban los discos de La Trinca como si los de Canet fueran una cima del humor sutil hecho canción.

Los señores Clua y Batiste se separaron dos veces, dejando unos años por en medio y legando a la posteridad cuatro álbumes de los que los más interesantes son los dos primeros. Mientras Batiste recurría a un alter ego llamado Rocky Muntanyola, Clua parecía encaminarse hacia el éxito con su propio doppelganger, Moto Clua, y un disco producido con generosidad por Ariola en 1978 que, lamentablemente, no llegó a ninguna parte. Ia acabó componiendo para la publicidad y editando algún disco decente que no solía venderse. Pero eso no parecía quitarle el sueño. Se había propuesto tomarse la vida como un jolgorio y así lo hizo hasta que un veloz cáncer se lo llevó por delante en 2011.

Me acuerdo de él cada vez que deambulo por el barrio y ya no puedo verlo doblando la esquina, dibujando una gran sonrisa en su redondo rostro y diciendo “¿Tienes cinco minutos para un café?”. Yo siempre tenía esos cinco minutos. Y los sigo teniendo, pero Ia ya no se deja ver, convertido en uno más de los fantasmas de mi Barcelona.