'Poeziomat', en Praga

'Poeziomat', en Praga

Poesía

El poematrón de Ondrej Kobza, el rey de Praga

Este activista cultural abandonó los estudios de ciencias políticas y de teología para dedicarse a la animación y poetización de las ciudades

15 diciembre, 2019 00:00

Conocí en una azotea de Lucerna --en español, “linterna”: las galerías en el centro de Praga en estilo déco que construyó el abuelo de Vaclav Havel, el comunismo expropió y después de la revolución de terciopelo volvió a la propiedad de la familia, en el marco del proceso de “restitución”-- a Ondrej Kobza. Un hombre aún joven, de aspecto algo bohemio, en lo morfológico prototípicamente checo.

Considero al señor Kobza el Rey de Praga; no tanto porque viva en un lírico castillo de las afueras de la ciudad, sino sobre todo por su habilidad para transformar y realzar de forma inaudita los espacios de la capital checa con un despliegue de desenvoltura. Empezando por la enorme terraza, a varios niveles, del complejo Lucerna, que Kobza ha convertido en el local más cool de la ciudad, donde una noche asistes a un concierto de música vanguardista, a la tarde siguiente a una representación de Beckett, y a la otra a una misa solemne oficiada por un cura de aspecto como salido de un tebeo, pero cuyas indulgencias plenarias tienen aval vaticano. Todo esto frente a la panorámica, de una belleza alucinante, de los tejados y las agujas de la ciudad de las cien torres y los puentes sobre el río Vltava, que traza a su paso por la ciudad esa curva elegante y solemne…  

De 40 años de edad, Kobza nació en el pequeño pueblo Usti nad Orlici, pero lleva la mitad de la vida viviendo entre la capital y la mencionada fortaleza en las afueras. Es propietario de tres cafés y columnista en el semanario Reflex. Abandonó los estudios de ciencias políticas y de teología para dedicarse a la animación y poetización de las ciudades, como “activista cultural”. Desde el 2013 ingenia actividades sin lucro para revitalizar los espacios públicos interesantes. Coloca en determinadas plazas y calles pianos para que los transeúntes los toquen –60 hasta la fecha–; coloca mesas de ping pong; o asientos y mesas de hormigón con tableros de ajedrez. Organiza conciertos en espacios insólitos, como la biblioteca municipal, la estación central de ferrocarriles, la oficina de correos... “Pienso en qué se puede hacer en determinado espacio público para invitar a la gente a detenerse y disfrutarlo si no mejor, de una manera distinta”, explica. Esta ciudad tan bella y elegante, pero lesionada por el turismo de masas, encuentra en las joviales iniciativas de Kobza una fuente de alegría y de sorpresas.

Ondrej Jukebox

Ondrej Jukebox

Entre sus inventos e iniciativas, el más evocador, y el que ha alcanzado un éxito internacional, es el Poetry jukebox, que yo he rebautizado como Poematrón. Es un ingenio relativamente sencillo y económico ya instalado en varias ciudades checas, además de en Nueva York, Berlín, Sofía, Belfast, Edimburgo, Lodz, Bratislava, Manila, etcétera. Consiste en un estilizado tubo de acero parecido a una salida de aireación, de 180 centímetros de alto, con un pedestal y acabado en una “boca” que recuerda un gramófono; está conectado a una toma de corriente. Dentro hay un altavoz y un microprocesador donde están almacenados los poemas en formato mp3. El ingenio tiene un botón central de control del sistema que permite seleccionar fácilmente el poema que uno prefiera. Así, un paseante puede ir por la calle sumido en sus pensamientos, ve el poematrón, selecciona el poema que prefiere entre una lista de veinte, que van cambiando una vez al año, y de inmediato puede escuchar la voz del autor recitándolo –por norma general se trata de poetas vivos, o, en el caso de que el autor haya muerto (por ejemplo algunos de la generación beat que se dejan oír en el poematrón de NYC), por lo menos se oye la grabación que hicieran los autores en vida–.

El poematrón, según me dice el señor Kobza, “puede hacer que la gente que normalmente no se interesa por la poesía le preste un momento atención. Quizá luego por la noche al volver a casa intenten leer algo. Y es como un videoclip, pero en la vida real y en un contexto diferente al habitual. Estás oyendo la voz del poeta mientras ves pasar el tranvía, ves a un niño llorando, ves pasar un coche de la policía… oyes de fondo el ruido de la calle. Te relacionas de otra manera con la calle y con las palabras…”

Como se ve en la segunda foto, Kobza ha ideado también un poematrón ambulante, o “Jukebox man”, donde el cuerpo humano es el soporte y el poema brota de un megáfono instalado en el casco del portador.

 En mi opinión, el Poematrón es en sí mismo un poema, y un poema, por cierto, redondo. Y la versión ambulante, la mejor, la más exaltante y encantadora.