Emmy Hennigs

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Letras

Hennings, diarios de una mujer marcada

La editorial El Paseo publica ‘El estigma’, una novela sobre una mujer libre en busca de una redención imposible, que escandalizó a la Alemania de los años veinte

5 diciembre, 2019 00:00

De Dadá a Dios hay un abismo. Sobre todo si eres mortal y no una artista experta en bajar a los infiernos, experimentar con el teatro y la literatura, o mantener, al mismo tiempo, un diálogo con el Altísimo que ya quisieran los ungidos con la santidad. El Estigma (El Paseo) fue la segunda novela de Emmy Hennings, una mujer nacida en 1885 en Flensburgo, miembro esencial de las vanguardias de inicios de los años XX en Europa y, en su día, su voz (femenina) más personal y arriesgada. Si su primera novela, Cárcel, publicada también por este sello editorial, fue todo un descubrimiento, El Estigma narra una historia tan cruda y descarnada que hace palidecer otros libros de mujeres que, años más tarde, nos conmovieron; desde la escandalosa Marguerite Duras a la provocadora y más reciente Delphine de Vignan.

Todavía hoy, en pleno debate sobre la prostitución, este libro se presenta como un retrato –sin adornos– de lo que siente una mujer a la que los hombres compran por su cuerpo. Imaginemos el efecto que produjo en 1920, cuando por vez primera se publicó, bajo la mezcla de una ficción autobiográfica que provocó la admiración de sus contemporáneos y, especialmente la de Herman Hesse, que  exhortó: ¡¡¡Filisteos de toda clase , leed este libro y avergonzaos!!!

La protagonista es un trasunto de la autora: una actriz que huye de la casa paterna y vagabundea buscándose desesperadamente la vida sobreviviendo como mujer de la calle, ese eufemismo que apenas puede encubrir la sordidez y la tremenda soledad de eso que algunos todavía consideran un oficio. No es necesario que la escritora nos aporte excesivos detalles ni descripciones. La mera soledad de Dagny, apenas una niña; el odio que se tiene a sí misma y el desapego emocional que practica al narrar su trato “con los caballeros” duele y espanta. Más que todo el realismo sucio. Y sorprende todavía más que esta voz que desgrana minuciosa y descarnadamente una existencia volcada en salvarse del hambre y del frío, o  conseguir jabón y un vestido limpio que no se caiga a pedazos, se trufe de advocaciones religiosas en una conversación con Dios y los santos en busca de una voz que la escuche.

Emmy Hennings posa en el 'atelier' de Hanns Bolz. Al fondo, su retrato.

Emmy Hennings posa en el 'atelier' de Hanns Bolz. Al fondo, su retrato.

La conciencia de Dagny nos golpea con su candidez de niña asombrada que comprueba cómo la libertad que busca, y la obstinada voluntad de depender de sí misma, la convierten en un ser ajeno a su propia identidad. Como si fuera otra persona, desde este yo que la observa, la joven se detiene en detalles cándidos, omitiendo aquello que, sin embargo, flota a lo largo del relato: su conversión en alguien a quien la buena sociedad de su tiempo prefiere no ver. Ella misma se esconde y busca refugio entre sus iguales, mujeres a las que siente más desvalidas o menos resistentes, para las que sueña un rescate que no imagina para sí.

Es la primera vez que podemos leer en español una novela tan trascendental para calibrar la ruptura que supusieron las vanguardias del siglo XX en aquella Alemania que brilló por su osadía y su genio en casi todos los campos artísticos. Una sociedad que se rompió –por el lado más cruel– sólo unos años después. Hennings forms parte de esas élites (por primera vez independientes del poder económico) que rompieron con los viejos moldes y crearon un paradigma cultural que sigue vivo. No es de extrañar que su segunda novela causara sensación y provocara tanto estupor como escándalo, más incluso que aquellas obras del Cabaret Voltaire en el que la novelista había participado junto a su pareja, Hugo Ball.  

La carrera literaria de Hennings fue precoz. Empezó a escribir poesía muy joven y con cierta notoriedad, aunque el éxito le llegaría con Estigma, aunque se trató de una fama efímera, como explica en la introducción del libro el editor David González Romero. Sea porque entonces se vivían tiempos convulsos y de cambios, o porque su propia vida personal la urgía a encontrar sosiego, Hennings abandonó Alemania para irse a vivir en Zurich donde permanece tras la muerte de Ball. Allí fallecerá tres años después de la Guerra Mundial. 

“El dinero nos hace decentes”, dice Dagny en el libro. El lector sufre junto a ella la tragedia de la supervivencia cotidiana, el miedo a perder lo más básico, lo más simple, una cama o un techo. El trato carnal con sus clientes se convierte en un peaje para recuperar su imagen, porque una mujer sin nombre es un ser invisible al que los demás no quieren ver. Ella tampoco. 

Hanns Bolz Emmy Hennings 1911El tono de la narración, distante y desolado, a través del cual la protagonista se cuenta a sí misma, parece negar cualquier tipo de redención, especialmente del amor, que es el sueño más imposible de todos, el cuento más irrealizable de todos los que le contaron de niña. Dagny decide así creer en Dios como única vía de salvación. “Se mata lo que se ama, eso lo debo saber mejor que nadie porque no amo”. Una confesión brutal de la protagonista de la novela y, por extensión, de la propia escritora, enfrentada a convencionalismos como la idea tradicional de familia, alguien que saca al amor de su vida y lo aleja de sus deseos un siglo antes de que las mujeres de la generación millennial descubran que los príncipes azules destiñen.

El tono de la narración, distante y desolado, a través del cual la protagonista se cuenta a sí misma, parece negar cualquier tipo de redención, especialmente del

El estigma es un retrato honesto, descarnado y bellísimamente triste. Su título, una única palabra, concisa y exacta, como un golpe de cuchillo, define la carga de una mujer que desea ser libre y entrega para lograrlo su alma y su cuerpo. Sorprende que haya tardado tanto tiempo en recuperarse la obra de una artista que –no hay más que leerla– crea una voz femenina propia y descubre un terreno hasta entonces inexplorado. Leer a Hennings es un ejercicio hipnótico, incómodo a veces, doloroso siempre, pero que embarga por completo al lector, quien siente la necesidad de saber más y conocer mejor a una mujer que sentimos como nuestra contemporánea.