Vicent Bevin, autor de 'Si ardemos', con 'Letra Global', en la entrevista en el Hotel Regina

Vicent Bevin, autor de 'Si ardemos', con 'Letra Global', en la entrevista en el Hotel Regina

Ideas

Vincent Bevins: “Las antiguas organizaciones del siglo XX han sido destruidas, la gente está sola"

El autor de 'Si ardemos' señala que las protestas en todo el mundo han chocado con la imposibilidad de generar discursos sólidos y alternativos, mientras la élite ha cooptado las nuevas tecnologías que prometían una relación "horizontal"

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¿No querían individuos? La sociedad no existe, proclamaba el neoliberalismo. Y varias décadas después, esos individuos pueden protestar, crear movimientos en las calles y mover gobiernos, pero…hasta cierto punto. La fuerza es pequeña. No hay mucho que hacer. Lo sabe Vincent Bevins, periodista y escritor, autor de Si ardemos, la década de las protestas masivas y la revolución que no fue (Capitán Swing). En el libro aborda las protestas en Brasil o en Egipto, en Chile o en Ucrania. ¿En qué acabaron?

En esta entrevista con Letra Global, Bevins apunta que las políticas “deliberadas” para acabar con sindicatos, con movimientos y desgastar a los partidos políticos han tenido resultado: “Las antiguas organizaciones del siglo XX han sido destruidas, la gente está sola". Por tanto, las protestas en las calles no han derivado en alternativas sólidas, en programas con medidas concretas.

El periodista Vincent Bevins, en la entrevista con 'Letra Global', en el Hotel Regina

El periodista Vincent Bevins, en la entrevista con 'Letra Global', en el Hotel Regina

Una de las consideraciones que el propio Bevins se hace, --como periodista de Estados Unidos, californiano-- es que las protestas con muchas personas en las calles, "¿comparten proyectos o sólo están una al lado de la otra?".

La pregunta es retórica, porque él mismo ha comprobado que de las protestas sólo se han beneficiado otros colectivos que sí estaban organizados, como el Ejército en Egipto, tras una Primavera Árabe, en 2011, que fue frustrante para todos los jóvenes que pedían cambios con sus manifestaciones en las calles.

Bevins recorre el mundo a través de las diferentes protestas que fueron intensas en la década de 2010 a 2020. Hubo ilusión y los periodistas internacionales quisieron interpretar lo que sucedía con la idea de que se iba a producir un cambio. Años más tarde, sin esos testigos extranjeros, lo que se comprueba es todo lo contrario. “En ningún lugar las cosas salieron como se habían planteado. En demasiados casos, la situación empeoró, según las normas articuladas por las propias calles”, señala Bevins.

El periodista cubrió las movilizaciones en Brasil para Los Angeles Times, en Venezuela, para The Daily Journal, y también se encargó del sudeste asiático para el Washington Post.

¿Las élites consiguen que los cambios que se piden sean mínimos, que en poco tiempo todo vuelva a sus cauces?: “Los datos empíricos señalan que las élites entienden que no tienen por qué escuchar a la gente común si sus opiniones no coinciden con las opiniones de las élites económicas. De eso se dio cuenta mucha gente, en países muy diferentes, que vio cómo un grupo de personas pequeño se iba enriqueciendo. Y lo que pasó y sucede ahora es que hay una crisis de representación”.

El periodista Vincent Bevins, en la entrevista con 'Letra Global', en el Hotel Regina

El periodista Vincent Bevins, en la entrevista con 'Letra Global', en el Hotel Regina

Eso está en el centro del libro de Bevins. El periodista considera que la frase ‘no nos representan’, que se escuchó con fuerza en las movilizaciones del 15M en España, define bien lo que él ha comprobado en muchos otros países. El problema de fondo, sea en países democráticos o autoritarios, es que los gobernantes han perdido “legitimidad”, y que se han roto o se han erosionado de forma notable los vínculos que definían esa representatividad. “A menudo las reivindicaciones que se formulaban versaban sobre la decadencia de los vínculos de representación que habían caracterizado la gobernanza en el siglo XX”, señala Vincent Bevins.

Pero la paradoja es que los ciudadanos son muy poco propensos a reconsiderar aquellos vínculos. La afiliación a sindicatos, a partidos o movimientos sociales u organizaciones formales es menor que nunca.

Se lamenta un mundo que se fue, pero ya no hay fuerzas o deseos de establecer los mismos lazos. “Las antiguas organizaciones del siglo XX han sido destruidas, la gente está sola", afirma Bevins, convencido de que ese sí ha sido un deseo “deliberado, consciente” por parte de las élites. Lo que sucedió a principios de los años ochenta, con la revolución neoliberal, la de Thatcher y Reagan, al colocar al individuo por encima de todo, eso, al final, ha tenido grandes consecuencias. Hay muchos individuos, que pueden protestar “uno al lado del otro”, pero que como colectivo no ha logrado grandes cosas en esa década de importantes movilizaciones en las calles.

Esa es una de las conclusiones de Bevins, que recuerda lo que ya señalaba la activista Susan George, en Informe Lugano I e Informe Lugano 2. En esas dos obras, George formulaba una ‘ficción’. Una reunión de expertos por encargo de una élite, para que suministraran ideas con el objeto de impedir revoluciones o cambios drásticos producto de movilizaciones sociales. Bingo.

Bevins, californiano, incide en Internet, en lo que se prometía y la realidad actual. “Una parte importante de esta historia, presente en el libro, tiene que ver con la promesa inicial de un Internet aparentemente democrático. Pero lo que ha quedado claro en los últimos 15 años es que Internet ha sido conquistado por un grupo de oligarcas en mi país natal, en mi estado natal, California”.

Por tanto, “nada de red horizontal, todo es más vertical que nunca, con referentes en las redes sociales que marcan una línea vertical, jerarquizada”.

Portada del libro de Vincent Bevins

Portada del libro de Vincent Bevins

Lo que está en el centro de todo es un malestar que no ha entendido el proceso de globalización. O que ha comprobado que le iba en contra. El optimismo de los años noventa, con la posibilidad de que esa globalización beneficiara a una gran mayoría de ciudadanos, ha dado pie a un cabreo monumental.

Y más a partir de 2008. “La respuesta a la crisis financiera y económica de 2008 empeoró las condiciones de las personas que ya sufrían, especialmente en Europa Occidental. Y lo que sucedió es que las élites aplicaron políticas de austeridad, perjudicando más a los que ya habían sido golpeados. Y eso explica muchas cosas, la forma en la que las élites ofrecen respuestas, muy alejadas de lo que se pudiera esperar”.

Hay características propias, claro. Cada país estaba en una posición distinta, aunque haya un malestar similar, que es esa desconexión con los gobernantes. Para Bevins el caso de China es distinto, porque, en gran medida, sus gobernantes han sabido dar respuestas más acordes, a pesar del régimen dictatorial.

Pero lo que está en juego es cómo los ciudadanos pueden organizarse para mejorar esos lazos de representatividad. Y aparece, de nuevo, la receta neoliberal. “Hay una subjetividad neoliberal que es aquella en la que cada persona se ve a sí misma como un negocio, el espíritu emprendedor del yo, que es otra forma de llamarlo. La idea de que somos independientes, atomizados, que operamos en el mercado, y no como parte de una comunidad más orgánica. Esto fue una operación absolutamente intencionada. Como lo fue el descrédito de las organizaciones políticas y de la propia política”.

En Estados Unidos ese fenómeno viene de lejos, a juicio de Bevins. “Creo que hemos vivido y vivimos una era antipolítica, de rechazo a las instituciones formales. Quizás comenzó en California, cuando elegimos como gobernador a Arnold Schwarzenegger. Y hemos ido en esa dirección. También en Ucrania, porque hay que recordar que el propio Zelensky es un actor que viene a decir que no forma parte del establishment. Y Trump es un ejemplo clásico, de alguien antipolítico”.

Privatizar lo público

En Nueva York ha sucedido lo contrario. De las movilizaciones se ha pasado, según Bevins, a un interés por las organizaciones formales. Y del movimiento Occupy Wall Street muchos activistas pasaron a formar parte de la DSA, la Democracia Socialista de América, que han trabajado para lograr la alcaldía con la figura de Zohran Mamdani.

Sin embargo, la presión es grande. “Lo que tenemos es un movimiento populista de derecha que dice que no necesitamos legitimidad democrática. Que no necesitamos vínculos mediadores entre toda la población y el Estado”.

Aquí aparecen algunos gurús de empresas tecnológicas, los que rodean a Trump. Uno de ellos es Peter Thiel, cofundador de Facebook y fundador de PayPal.

“Creo que Peter Thiel tiene un problema tanto ideológico como material. Los hombres como Thiel son peligrosos no solo por las ideas que tienen sino por el poder material que ejercen sobre el Gobierno de Estados Unidos. Llevo tiempo diciéndolo. Estamos asistiendo a la oligarquización de Estados Unidos, que se produce igual que en la ex Unión Soviética, a través de la privatización de los bienes públicos”.

Bevins se refiere a las inversiones públicas en tecnología, en infraestructuras digitales, que han pasado a manos privadas. “Cuando individuos como esos tienen tanto poder sobre el Estado, entonces se convierten en un verdadero problema”.