El ensayista Carlos Granés, en Barcelona, con Letra Global

El ensayista Carlos Granés, en Barcelona, con Letra Global

Ideas

Carlos Granés: “El aumento de Vox le conviene a Sánchez muchísimo y el clima de polarización le conviene a Vox"

El autor de 'El rugido de nuestro tiempo' refleja un doble fenómeno, con políticos desmelenados y artistas que ya no irritan y dan sermones morales. El ensayista tiene claro el momento: "Milei es un fenómeno de nuestra época, es un tertuliano, igual que Pablo Iglesias”

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Un fenómeno inquietante. Todo parece que se ha invertido. Los políticos se desmelenan, gritan en los escenarios, se creen cantantes de rock, como Milei, que se encuentra en una situación muy precaria. Y, al mismo tiempo, el arte es moralista, no quiere irritar a nadie ni a ningún colectivo. Carlos Granés (Bogotá, 1975), antropólogo y ensayista, autor, entre otras obras importantes, de Delirio Americano (Taurus, 2022), ha querido caracterizar esta extraña época. Lo hace en El rugido de nuestro tiempo (Taurus), donde plantea esa dualidad: la política es la que irrita, la que quiere romper con todo; el arte se refugia en la defensa de los colectivos. Granés señala en esta entrevista con Letra Global, en un hotel de Barcelona, que…

Veamos una escena. Dos mujeres jóvenes pasean por el Museo Metropolitano de Nueva York. Una tiene 26 años, la otra, 30 primaveras. Estamos a finales de 2017. Las dos se escandalizan ante la obra Teresa soñando, de Balthus, una obra pintada en 1938. La consideran inmoral, les despierta asco e indignación. E inician una campaña para que se fuerce al museo a cancelar la obra, o, al menos, a que advierta al público de que está a punto de ver algo que le puede herir la sensibilidad.

El cuadro muestra a una chica joven. Sentada, con las piernas algo abiertas. ¿De verdad lo ven inmoral?

El museo se planta. La presión del movimiento #MeToo es grande. Tras la crisis financiera y económica de 2008, los jóvenes se han politizado. Y las causas morales afloran con determinación. Es una tensión que se mantiene hasta ahora. Algunas instituciones ceden, otras plantan cara y las obras de arte se siguen exhibiendo.

La cancelación también la había intentado ejercer Rudy Giuliani, alcalde de Nueva York, con una colección de arte que llega a la ciudad desde Londres y otras ciudades. Era en 1999. No quería que se exhibiera la colección Sensation, que había calificado como sick stuff.

El hecho es que el propio arte, las manifestaciones culturales, comenzaron a interiorizar las culpas de Occidente, y lo moralizaron todo. Carlos Granés entiende que la crisis de 2008 es un factor determinante para entender esa doble dualidad: del arte al populismo y al rupturismo político.

¿Por qué es tan determinante esa crisis? “En gran medida porque las nuevas generaciones de pronto reciben un golpe emocional y psicológico, no económico porque aún no les corresponde producir, pero sí emocional y psicológico. Por primera vez lo tienen clarísimo, saben o intuyen o temen que no van a vivir mejor que sus padres. Y se rompe una cierta cadena de optimismo que venía desde el fin de la Segunda Guerra Mundial".

Portada del libro de Carlos Granés

Portada del libro de Carlos Granés

¿En qué ha derivado esa crisis? “Se sumaron una cantidad de problemáticas sociales y morales que han ido estallando a partir de entonces, como la climática, la feminista o la colonial”.

Lo que explica Granés es que la propia sociedad occidental hace un examen de conciencia. “Esos problemas que afloran son como la prueba, la evidencia, de que hay algo muy nocivo en la cultura occidental, de que la cultura occidental está supremamente podrida, y no se piensa tanto en que hemos tenido una suerte enorme de vivir en sociedades libres, igualitarias, en donde la mujer ha tenido un pasado ominoso, pero en los últimos años ha tenido mucha más libertad que en cualquier otro lugar del planeta”.

Granés ve una relación directa respecto a cómo el arte se ha vuelto moralista. “El optimismo se erosiona y las sociedades occidentales se ven más bien como lugares oprobiosos, llenos de vicios, llenos de culpas que hay que expiar. Y uno de los lugares donde se han de expiar esas culpas es el arte”.

¿Es una especie de ‘mea culpa’? “Sí, es un mea culpa. La vida cultural se está viviendo como un continuo mea culpa, como un continuo sermón, como un continuo advertir de todo el mal que hemos hecho, y el deber ser de aquí en adelante”.

¿El arte se vuelve conservador, porque hay temor, hay miedo? “Sí, ese temor hace que tú dejes de arriesgar y te vuelvas mucho más aprensivo con lo que tienes. La cancelación lo que muestra es un enorme temor, es una protección hacia el contraste, hacia lo que ofrecen otros. Lo que se quiere es estar en un ‘espacio seguro’”.

¿Entonces, el movimiento woke no hace otra cosa que atacar al liberalismo? “Está atacando el liberalismo, sí, está atacando el cosmopolitismo, la idea de individuo autónomo, que ahora lo quieren ligar a tradiciones nacionales y a instituciones más bien tradicionales como la familia, la iglesia o la patria”.

Carlos Granés, que ha trabajado en profundidad sobre la obra de Vargas Llosa, entiende que el escritor peruano era un puente de algo que ahora va a ser imposible unir.

“Vargas Llosa no compraba los paquetes ideológicos, estéticos y morales que hoy te venden las diferentes trincheras. Defendía al individuo de los poderes públicos, de los colectivismos, de los fanatismos, de las iglesias, de las tradiciones que pudieran coaccionar su libertad. Y eso suponía defender el aborto, defender incluso la legalización de las drogas, el matrimonio homosexual, la eutanasia, que son decisiones que le competen a una persona y a su cuerpo. No tenía ningún tipo de problema en defender eso con total claridad. No hubo una voz más lúcida y más vehemente que defendiera la emigración, por ejemplo. Defendía cosas que nadie adscrito a la derecha pudiera defender. Y en una cuestión tan divisiva como el conflicto entre Palestina e Israel él se puso del lado de los palestinos sin condenar a Israel, sin condenar el proyecto de Israel. Todo lo contrario. Quería tanto el proyecto de Israel, lo admiraba tanto, que no toleraba que tuviera esa mancha tan terrible y tan perjudicial para lo que significaba eso, que era, casi una utopía cumplida y más para un latinoamericano que acaba de decepcionarse del proyecto político de Cuba”.

Pero, ¿qué ha sucedido para que asistamos a actos como los de Milei o Trump, políticos desatados que dicen todo lo que les pasa por la cabeza? ¿Sucede más en el campo de la derecha que en la izquierda?

“Vemos casos en la izquierda, como Petro, pero sí, la derecha se está asalvajando de una manera tremenda”, señala Granés, que se refiere también al caso de Milei, pendiente ahora de unas elecciones clave en Argentina.

“En Europa y en Estados Unidos se ha producido algo que era muy frecuente en América Latina, que los teóricos lo llaman momento populista, que es un descalabro en la economía, es una deslegitimación de las élites gobernantes. Pasó en Venezuela, en Caracas, y de allí llegó Chávez. Lo vimos en Bolivia, con la crisis del agua y del gas entre 2000 y 2005, que fue una convulsión. Eso que era común en América Latina por primera vez se ve en Europa y en Estados Unidos con mucha claridad. Hay una desafección hacia el sistema, hay una pérdida de consensos que permite que los outsiders se cuelen”.

En España las cosas no son diferentes. Granés señala que un liderazgo como el de Mariano Rajoy hoy sería imposible. “Un personaje como Mariano Rajoy tan formal, sobrio --aunque tenía sentido del humor--, con su imagen de señor aburrido es impensable hoy día. No ganaría unas elecciones por nada del mundo”.

Pero, ¿cómo puede reaccionar un votante de Milei cuando lo ve en un escenario gritando como un poseso, cantando canciones rockeras? “Sí, es muy desconcertante. Si uno pone a Milei y a Rajoy uno al lado de otro, nadie creería que han sido homólogos, presidentes con la misma responsabilidad. Milei es un fenómeno de nuestra época, es un tertuliano, igual que Pablo Iglesias”.

Granés se explica: “Su recorrido es muy parecido al de Pablo Iglesias, como tertuliano salvaje, tertuliano agresivo, tertuliano que sube la audiencia por su imprevisibilidad y por su manera de defender sus ideas con las garras, rugiendo”.

Para el autor de El rugido de nuestro tiempo, Milei escenificó “una sensación de malestar real, justificada y el resultado fue la vinculación emocional, no racional, con su electorado. E insisto en lo de emocional, porque al salir a cantar como un rockero, estaba intentando afianzar ese vínculo emocional. Y al rockero lo sigues porque te ha hecho feliz y le perdonas todo y lo amas, eres incondicional, te ha dado momentos de felicidad por los que le estás totalmente agradecido. Le perdonas que sea drogadicto, que no pague impuestos, le perdonas todo porque te ha hecho feliz. Eso es lo que está buscando, esa conexión incondicional con un público, con unos fans, no con votantes”.

¿Consecuencias? “Es un ejemplo clarísimo de cómo la cultura transgresora ha absorbido por completo la política. Hay ahora unas elecciones cruciales que son las legislativas y es donde se juega su gobierno. Ahí es de verdad donde veremos si ese concierto de rock que acaba de protagonizar ha sido efectivo o si no tuvo el efecto que buscaba”.

Esos nuevos tiempos han afectado a todo el sistema político en los países occidentales. Granés se centra en España y en la forma de gobernar de Pedro Sánchez.

“El aumento de Vox le conviene a Sánchez muchísimo y el clima de polarización le conviene a Vox. Entonces alentar la polarización hace que tanto Sánchez como Vox se beneficien. En medio de una situación de exaltación se benefician los extremos populistas y eso es lo que está haciendo Sánchez, está buscando eso, está buscando que estemos enfadados, que estemos muy molestos porque la molestia contra Sánchez hace que suba Vox, la subida de Vox hace que Sánchez se convierta en la barrera contra el fascismo y moviliza a sus votantes y gente que puede estar molesta con Sánchez pues dice: "Bueno, pues entre Sánchez y Vox, me quedo con Sánchez".

Carlos Granés, en Barcelona, con 'Letra Global'

Carlos Granés, en Barcelona, con 'Letra Global'

¿Puede cambiar la naturaleza del propio sistema político, que en España es un sistema parlamentario? “El hiperpresidencialismo es muy latinoamericano. Todo lo que aquí resulta novedoso es el vicio repetido en la política latinoamericana”.

Hay una parte del libro de Granés centrada, precisamente, en lo latinoamericano, en la idea de historiadores, académicos o periodistas, de que junto a España las cosas pueden ir en varias direcciones.

Granés explica una visión más cerrada, centrada en lo más específico de Latinoamérica, la población indígena. Y con ella la de quienes no quieren saber nada de Occidente. Convive esa visión con la de historiadores como Gullo, que querrían una especie de fusión liderada por España para ser una gran potencia en el mundo frente a lo anglosajón. Y queda una parte que se muestra ligada al trumpismo, latinos con Trump, con ese populismo de un anglosajón.

“El multilateralismo está siendo erosionado o atacado por quien se lo inventó, es decir, Estados Unidos y eso deja tanto a Europa como a América Latina en situaciones un tanto incómodas, porque Europa necesita el paraguas militar de Estados Unidos, necesita los vínculos comerciales con Estados Unidos, y necesita sentir que comparte un mismo sistema político, unos valores homologables. América Latina también necesita eso. Pero todo se ha puesto en cuestión, con Rusia atacando a Europa y promoviendo un sistema de valores totalmente distinto, tradicionalista, al reivindicar la pureza rusa. Hay un hispanismo ideológico, como el de Gullo, que dice que debemos mirar a Putin. Es decir, recoge el guante. Rusia no quiere contaminarse de Europa. Europa no debe contaminar, por tanto, a España, que debe abrazar a Latinoamérica, dejando claro que España no tiene que hacerse perdonar nada respecto a América Latina”.

Carlos Granés prosigue respecto a la visión más centrada en lo propio de América. “Otra visión apunta que de Europa solo viene el heteropatriarcado, el colonialismo, la esclavitud, la violencia, que contamina al mundo indígena, que era un vergel edénico en donde hasta los transexuales podían vivir en libertad sin ningún tipo de discriminación. Esas son las fantasías que afloran en este tipo de discursos. Se busca también la pureza”.

¿Y lo más extraño? “Lo más extraño es un hispanismo como el de Vox que solía ser anti-sajón unido a un presidente, a Trump, que tiene como ídolo a William McKinley, el causante del trauma de 1898. Fue el que le quitó a España sus últimas posesiones en el Caribe. Debería ser el enemigo número uno de estos hispanistas conservadores, ¿no? Debería ser la bestia negra. Pues no, hay una alianza contra natura muy particular que solo se explica por el nacionalismo. Porque Trump está defendiendo este nuevo internacionalismo patriótico, internacionalismo nacionalista que a Vox le conviene. Es lo único que explica esa alianza tan particular”.

Pese a todo, ¿Occidente es la única salida? ¿Hay que mantener los valores occidentales tal y como los hemos conocido?

“Yo soy un occidentalista, yo defiendo a Occidente como latinoamericano que ha vivido en la periferia. He gozado de algunas de sus virtudes, pero padeciendo la ausencia de la vida occidental, de instituciones occidentales, de valores occidentales”.

¿La democracia liberal? “Hay que apostar por la democracia liberal que finalmente logró forjar las sociedades más prósperas, más igualitarias y más libres”.

¿Y en Latinoamérica? “Nuestra génesis como nación, como naciones, fue inspirada por Estados Unidos y Francia. Y fue democrática. Nacieron repúblicas democráticas, con el espíritu del republicanismo democrático. Después esas repúblicas fueron pervertidas por el caudillaje, y por cierta hostilidad intelectual hacia la democracia liberal. Pero ahí sí se puede dar esa pelea. En el nivel de las ideas. No renunciemos a esas democracias liberales”.