El filósofo Víctor Gómez Pin

El filósofo Víctor Gómez Pin GALA ESPÍN Barcelona

Ideas

Víctor Gómez Pin: "Los algoritmos no cuentan chistes; el día que lo hagan y puedan soñar ya será otra historia"

El filósofo barcelonés dedica su último ensayo –El ser que cuenta– a analizar el impacto de los simulacros de la tecnología y la Inteligencia Artificial sobre la condición humana, cuyo mayor misterio es la creación y el uso del lenguaje

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Catedrático emérito de Filosofía de la Universidad Autónoma de Barcelona y desde algunos años colaborador en el área de Inteligencia Artificial de la Universidad Pública de Navarra, Víctor Gómez Pin publica El ser que cuenta (Acantilado), un ensayo que nace de preguntarse sobre la singularidad del ser en un momento de nihilismo individual tras la irrupción de la Inteligencia Artificial. Gómez Pin reivindica la singularidad del individuo a partir de su capacidad cognitiva, creativa y ética. El filósofo es también autor de ensayos como El orden aristotélico; El drama de la ciudad ideal; Pitágoras, la infancia de la filosofía El honor de los filósofos.

Usted recurre a la historia del Arca de Noé para hablar de la diferencia entre los individuos y los animales…

Una diferencia que, en parte, radica en el hecho de que en los seres humanos es difícil marcar una frontera rígida entre lo que es la exigencia biológica y la exigencia simbólica, porque nosotros lo hemos simbolizado casi todo. Podríamos decir que beber agua es una exigencia biológica, pero ¿bebemos agua solo cuando tenemos sed? Esto es lo que hacen los animales: beben si tienen sed. ¿Y nosotros?

Víctor Gómez Pin

Víctor Gómez Pin GALA ESPÍN Barcelona

También se pregunta por qué estamos en un periodo en el que negamos nuestra singularidad.

Este es un tema central. Quizás algún día haya alguna máquina que llegue a ser como nosotros, pero de momento no existe. Todo animal es finito, pero el único animal que no solo tiene conocimiento de esto, sino que posee el sentimiento de su finitud es el ser humano. Y aunque intente ignorarlo ahí están los sueños que nos lo recuerdan. Es tan imposible soñar lo que queremos como lo que nos conviene. Lo que tú te ocultes, de alguna manera, los sueños te lo recordarán. Tampoco puedes desear lo que te conviene; si fuera así, la vida sería mucho más fácil. Volviendo a la cuestión de la finitud, Heidegger definía el ser como un ser-para-la-muerte y, en efecto, es la conciencia de finitud lo que determina en gran medida todo lo que hacemos. Pero esta conciencia no existiría sin el lenguaje.

El lenguaje es otro de los rasgos distintivos del individuo.

Siempre digo que lenguaje puede proporcionar muchísima riqueza y puede ser causa de enormes calamidades. Hay que tener presente que el lenguaje es un misterio. Pero para hablar del lenguaje hay que dar un paso atrás y no olvidar que, hasta más o menos Pasteur, la vida era un misterio porque la ciencia no conseguía dar cuenta de ella. ¿Qué quiere decir que la vida ha dejado de ser un misterio? Significa que hoy podemos explicar la emergencia de la vida. Sin embargo, no podemos explicar la emergencia del lenguaje. Me explico: antes del lenguaje había códigos de señales, algunos maravillosos, que eran excelentes. Estos códigos, por ejemplo, nos hacen pensar en las abejas, que son animales filogenéticamente muy alejados de nosotros, pero con un código de señales de una exactitud que te deja pasmado y donde no hay equívocos, que en la vida no convienen mucho.

Víctor Gómez Pin

Víctor Gómez Pin GALA ESPÍN Barcelona

¿El problema está en el nacimiento del lenguaje?

Sí, porque sigue siendo un misterio. Han empezado a dejar de ser un misterio las condiciones anatómico-fisiológicas y genéticas que lo hacen posible, pero el lenguaje como tal nadie lo explica.

Pero asistimos a su aparición a través de cualquier niño que comienza a hablar

Cada niño que aprende a hablar está rehaciendo la emergencia que constituyó la aparición del lenguaje. Por eso es tan fascinante el comportamiento de un niño: nos deja pasmados como espontáneamente se adentra en el lenguaje. El comportamiento de un niño que arranca a hablar es algo que no tiene parangón. Los niños no conocen la mentira, por eso son tan egoístas, en el sentido más noble de la palabra. Cuando un niño se introduce en el lenguaje lo que expresa es admiración y estupor ante las palabras y ante todo lo que lo rodea. Por eso lo señala todo, porque todo le despierta curiosidad. Sin embargo, la aparición del lenguaje sigue siendo el gran misterio de la condición humana. La lingüística describe el funcionamiento del lenguaje, pero no da cuenta de su complejidad.

Usted destaca que, a diferencia de otros animales, el lenguaje es la herramienta que utilizamos para narrarnos. Para explicarlo recurre a Proust, un autor al que le dedica varias páginas.

No hay manera de no tener la cabeza llena de ideas. De hecho, incluso si te duermes sigues teniendo la cabeza llena de ideas, a veces terribles y otras, verídicas. De ahí la necesidad de narrar y de narrarse. Estoy trabajando ahora en una idea: el temor a la muerte que sentimos es como el temor del último sueño. Y esto se debe a que, a diferencia de cualquier otro animal, no solo morimos fisiológicamente, sino que morimos también en y con el lenguaje. Todo ser humano nace dos veces: biológicamente, cuando sale al mundo, y cuando entra en el lenguaje.

'El ser que cuenta'

'El ser que cuenta' ACANTILADO

Uno de los mayores temores que tenemos es no morir biológicamente, sino morir lingüísticamente; es decir, perdiendo el lenguaje propio de la cordura.

Esto es muy interesante. Vivimos en una época nihilista; entiendo el nihilismo como la pérdida del sentimiento de la singularidad. Lo paradójico es que en este tiempo nihilista con respecto al ser humano en el que nos relativizamos con los animales, con las máquinas…Cada vez está más presente el fantasma del Alzheimer.

Usted señala que no solo no somos propietarios del lenguaje, sino que el lenguaje nos sobrepasa, nunca tenemos un control absoluto sobre él.

Efectivamente. Siempre se dice que en poesía el poeta puede tener técnica, pero cuando escribe, él desaparece y lo que emerge es el lenguaje. En otras palabras: más allá de la técnica, el poeta es sobrecogido por el lenguaje, que se impone. Y esto pasa también en la ciencia porque, como insisto en el libro, la ciencia es una exigencia de inteligibilidad. Evidentemente, puede tener sus efectos prácticos, pero estos aparecen después. Pensemos en Galileo y en su época. A un campesino de entonces le era indiferente que la tierra girara en torno al sol o que el sol giraba en torno a la tierra, porque lo que le interesaba era que salieran adelante sus cultivos. Sin embargo, afirmar una cosa o la otra era determinante y podía llevarte a ser ejecutado o no. Y, sin embargo, para Galileo era importante señalar esto porque, como dice Aristóteles, los seres humanos lo que deseamos es simbolizar y conocer. Es decir, deseamos jugar con las ideas.

Víctor Gómez Pin conversa con Anna María Iglesia

Víctor Gómez Pin conversa con Anna María Iglesia GALA ESPÍN Barcelona

Usted distingue entre el científico y el artista. Y dice: el artista no revela la objetividad, sino que más bien la relativiza.

El científico y el artista representan dos modalidades magníficas del lenguaje y en ambas modalidades desaparece el sujeto, aunque de manera distinta. En la ciencia el sujeto desaparece porque aparece la objetividad. Frente a un desacuerdo es el objeto el que legisla. En cambio, en el arte la objetividad es solo el punto de arranque. Piensa en dos pianistas. Ambos pueden tener una técnica asombrosa y, por tanto, desde el punto de vista de la objetividad es difícil discernir uno del otro. Y, a pesar de esto, uno provoca aplausos y el otro recibe una gran ovación. ¿Qué pasa? En términos kantiamos diríamos que el que recibe una ovación provoca algo que solo produce el arte: una intersubjetividad –en ausencia de objetividad– que pone de acuerdo al público. Se trata de un acuerdo que no viene dado por el objeto. Esto evidencia que en el arte no es técnica, sino algo más. Un poeta tiene una técnica, obviamente. Y un pianista tiene otra técnica. Y un pintor tiene la suya. La técnica puede llegar a captar el estilo, pero el estilo no define al artista. El estilo de Zurbarán, por poner un ejemplo, no es Zurbarán.

El estilo puede imitarse, pero de esta manera uno se convierte en un manierista, no en Zurbarán.

Esto clave ahora que se discute sobre si las entidades maquinales pueden o no llegar a realizar una obra de arte. Yo no dudo de que haya un algoritmo que pueda reflejar, mucho mejor que cualquier otro ser humano, el estilo de Zurbarán. Pero no será nunca Zurbarán.

Víctor Gómez Pin

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Porque la Inteligencia Artificial no tiene creatividad

Esto, en realidad, es algo que todavía se discute. Tuve la suerte de colaborar como filósofo invitado en un departamento de Inteligencia Artificial de la Universidad Pública de Navarra. Allí tuve la ocasión de discutir con gente que se dedica a esta disciplina. Lo que me parece fascinante filosóficamente no es si tiene o no tiene creatividad, sino que la discusión en torno a la IA esté abierta. Uno de los puntos clave de la discusión es si una máquina creada por el ser humano es homologable a nosotros en la triple modalidad de inteligencia: la cognoscitiva, la ética y la creativa. Aristóteles sostenía que sin animales no habría pensamiento y estoy convencido de que él, que era una persona abierta y no dogmática, hoy estaría discutiendo acerca de estas cuestiones, aunque el foco ya no sería el animal, sino la máquina. Dicho esto, es indudable que yo tengo mi sesgo a la hora de abordar estas cuestiones y este sesgo se refleja en este ensayo, donde señalo que el ser humano es irreductible y que no existe nada análogo.

Usted afirma que solo el ser humano sabe distinguir entre lo digno y lo indigno.

Efectivamente. Retomando a Kant, no es discutible que los seres humanos estamos determinados por un imperativo moral: todo el mundo sabe que el que abusa del débil es un canalla. Al respecto, yo siempre pongo un ejemplo: durante la guerra se cometieron atrocidades. Dentro de la lógica militar, según los códigos de la guerra, estas atrocidades se pueden entender, lo que no se entiende bajo ninguna lógica es que Franco siga fusilando cuando la guerra ha terminado. Al hacerlo viola el principio moral de Kant, que sostiene que el ser de lenguaje no debe ser instrumentalizado. Si lo instrumentalizas,cometes una blasfemia contra el lenguaje mismo. Los fusilados tras la guerra no eran consecuencia de una dialéctica militar. Eran resultado de la instrumentalización y el aniquilamiento del ser.

Víctor Gómez Pin

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La máquina y al algoritmo no tienen capacidad ética.

Lo que a mí me parece interesante es que el ser humano haya llegado a plantearse racionalmente si ha sido capaz de crear un algo homólogo a él en todas sus facetas, incluida la ética. Más allá de si hemos sido capaces de crearlo o no, el solo hecho de que se pueda discutir sobre ello me parece interesante desde un punto de vista filosófico. Dicho esto, por lo que yo sé, los algoritmos no cuentan chistes, pero el día que lo hagan y el día que sueñen entonces ya será otra historia.