
Alain Badiou: brújulas rotas
Alain Badiou y el 'tercer nacimiento' del comunismo
El pensador francés aborda en su último ensayo, Observaciones sobre la desorientación del mundo, publicado por Herder, fórmulas para reinventar la izquierda al margen de las distintas corrientes del mainstream progresista
La casa Herder publica Observaciones sobre la desorientación del mundo, un breve ensayo de Alain Badiou (Rabat, 1937), traducido por Guillem Usandizaga; me lo llevo a una cafetería cómoda y me lo bebo de un lingotazo. El asunto parece terminarse aquí, pero no ha hecho más que empezar. El libro empieza con las siguientes palabras: “Este ensayo se dirige principalmente a todos aquellos a quienes deja perplejos –en cualquier caso, desde la irrupción de la pandemia- el desorden evidente del mundo contemporáneo, su complejidad y sus múltiples facultades, sus pretensiones vanas, sus anuncios sin consecuencias, sus graves problemas no reconocidos y muchos otros detalles oscuros”. Vuelvo a casa más confuso que antes, incluso algo enfadado con una promesa que no se ha acabado de cumplir.
Pero el libro deja semilla, un ramillete de orientaciones que realmente desvelan dispositivos turbios y los desactivan. Este es un libro profiláctico, un libro que puede hacer que abramos los ojos a perspectivas con las que no habíamos contado. Friego los platos, voy a trabajar y Alain Badiou sigue conmigo, burlándose de mí. ¿Y si no lo he acabado de entender? ¿Y si el lingotazo era un concentrado de vitriolo, o un lubricante mental? Ante tanta postizquierda desorientada, terraplanismo, auge de los antivacunas, telepredicadorismo político, impostor orgánico, y ante el ascenso de lo que se ha venido a llamar liberalismo autoritario, Badiou no recomienda otra cosa que… (Redoble de tambores) ¡una vuelta al comunismo!

'Observaciones sobre la desorientación del mundo'
¿Para este viaje hacían falta tantas alforjas? ¿Cómo es este comunismo que Badiou, como Zizek, nos presenta como una evolución natural, que se irá imponiendo por sí sola desde el embrión invisible actual? Si el grado cero de comunismo es el amor, el reconocimiento atento del otro, ¡hagámonos todos comunistas! Habrá triunfado la visión del viejo Joan Maragall, que entendió demasiado bien que una burguesía hipócrita y una clase popular irracional, en un contexto de egoísmo y rapiña generalizadas, no podían traer nada bueno al mundo, por ser todos débiles y mediocres, unos en sus defensas egoístas, y otros con su impotencia infantil.
Reconozco que proponer un tercer nacimiento del comunismo a estas alturas de la película debería darnos más risa que otra cosa pero (lo que decía al principio), si le damos más vueltas, si entendemos que el marxismo no era aquella pesadilla militar, imperialista, ni tampoco aquel (este, en China) capitalismo de Estado, con sus lucros y su inhumanidad taylorista, si entendemos que Lenin y Stalin y Mao y Castro fallaron estrepitosamente, o engañaron a unos cuantos millones de incautos, si le damos más vueltas al tema, sí me parece indudable que un regreso al materialismo nos vendría bien a todos, y nos convendría también un espacio común ilustrado para las derechas y las izquierdas, que han caído de cuatro patas en la democracia farsante, en una especie de barrizal identitario, donde las sexualidades y la economía no son más que armas de destrucción masiva y fábricas de horripilante burocratismo.

'La filosofía frente al comunismo'
Me parece que Badiou cierra en falso su libro y no aporta ni una sola pista de cómo se podría concretar este utopismo suyo que parece hasta una rabieta de niño. Me pasa lo mismo cuando leo entrevistas a Zizek, que decía que saldríamos de la pandemia siendo todos comunistas. No podemos quedarnos en estos abismos antidialécticos: proponer una vuelta al comunismo sin socialismo real, con los partidos de izquierda instalados en la total insignificancia, dedicados a insultar a sus propios votantes, atrapados en autoparodias y sectarismos imbecilizadores, y sin modelos terebrantes. Pero es cierto que debemos superar esta concepción del progresismo como una irritación permanente, un lloriqueo y una delación continua que no resuelven nada porque lo dejan todo en manos de las formas de poder que dicen combatir. Esta observación, el vector llorica y delator de la izquierda actual, me parece totalmente lúcida.
Démosle más vueltas al tema: ¿y si este hombre nos está diciendo que nos olvidemos de medallas y emblemas, megalosaurios, egoísmos, fronteras, etiquetas frustrantes, religiones civiles ridículas, dogmatismos, reumatismos, simbolismos, automatismos, atavismos, amalgamas rojipardas, fascismos con piel de cordero, prejuicios neoneocons, y nos pongamos a proponer una reorientación factual y sensata de la izquierda anticapitalista? ¿Y si en lugar de llorar, patalear y delatar nos ponemos a pensar?

'Manifiesto por la filosofía'
¿Pensar qué? Cómo abandonamos las cazas de brujas cruzadas, los escolasticismos deconstructivos y cómo superamos el foucaultismo reaccionario hoy hegemónico. La Revolución de la Cabeza. Actualmente, el cerebro subversivo de Europa se ha metido voluntariamente en una cárcel de símbolos, o un laberinto sin salida con todos los espejos trucados. Este podría ser el resumen de esta propuesta. Esto podría ser lo que Badiou nos propone entre líneas. Esa reorientación en clave racionalista y materialista me parece totalmente necesaria. Entre nosotros hay demasiado necio autocomplaciente que se presenta como un revolucionario cuando lo único que está haciendo es alentar el capitalismo mafioso y la rapiña neofeudal y extractiva.
En España fomentamos el primitivismo más brutal como si fuera una especie de panacea social: confundimos demasiado a menudo el sarpullido carlista con la indignación republicana. Precisamente lo que nos viene a explicar Badiou es que la rabia no sirve de nada, y que Marx ya nos avisó de que toda rebelión decente era un producto de la razón. Esto podría ser revelador: el motín continúa dejando la última palabra sobre cualquier decisión al poder anterior.

'El siglo'
Hacer activismo, embutirse en un chaleco amarillo y ponerse a tirar piedras podría estar ayudando más que combatiendo al poder corporativo que nos subyuga y aliena. Nuestras rebeliones no le hacen ni cosquillas al Imperio siliconiano. Los magnates se ríen de nosotros, mientras seguimos enzarzados en bizantinismos babeantes. Deben de estar pensando que somos todos completamente gilipollas, y me perdonarán ustedes la expresión. ¿Es esto lo que nos quería decir Badiou? ¿Será posible que este anciano comunista también se esté riendo de todos nosotros y nos demuestre lo ridículos que resultamos con nuestras causas dramatizadas y nuestros altavoces de chiste?
Hay otro aspecto que me resulta fundamental en su análisis: la revolución del Yo, yo, yo. Tanto el fascistizante Zemmour como el torpe racismo antiislámico que hemos importado de Francia y Alemania, como los nuevos líderes que manejan con maestría las redes de cibersumisión, así como falsos socialdemócratas, los pedagogistas populistas (a quienes dedica un capítulo entero) y megaterios de extremo centro, tienen en común acertar en la excitación del gen individualista. En este extraño comunismo sin comunismo que propone Badiou, la salida radical del Yo como presunto agente de cambio es un gran paso adelante, un cambio real. Todos estos factores de alienación social nos condenan a nuestro yo doliente, victimizado, teatral, hipócrita, cínico, sobre el que no se puede asentar nada duradero.

'Badiou contra Trump'
Y como nos hemos dejado encerrar en nuestros yos, desde la neoescuela hasta el no hogar y la no convivencia, nos sentimos perplejos y no entendemos por qué naufraga nuestra sociedad y nuestra no asociación no política. El contrato social es con los demás, no con nuestra hipófisis. Cierro el libro, me acabo el zumo y me voy para casa un poco mejor orientado pero aún más confuso que antes. Espero que Badiou no lea nunca esta reseña tan extraña.
Lo mejor que puedo decir de este libro es que genera una turbina de pensar en el lector. Esa turbina, como la de la magnífica serie El último producto de la Europa socialista (Filmin) ha de saludarse como algo saludable y fértil. La turbina no se detiene y su rumor sí reorienta discretamente. Antes de acabar me gustaría felicitar a los editores de un libro tan sugestivo, tan capaz de seguir polemizando en un tiempo tan inclinado a las cenizas, las prórrogas momificadas, los celacantos políticos, los sermones cansinos y las edades póstumas.