'Homenot Els Comediants' / FARRUQO

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Teatro & Danza

'Comediants' y el teatro de los sentidos

La compañía de Joan Font, pionera en sacar el teatro a la calle para recuperar la tradición medieval de los goliardos y el carnaval, cumple cincuenta años sin perder su voluntad de transgresión

25 abril, 2023 19:00

Comediants esgrime el espacio escénico de la palabra interior sobre un fondo de color y luz, colofón del último expresionismo. El grupo teatral creado por Joan Font lleva medio siglo ahondando en el teatro de calle, como fuerza transformadora, larvada en Francia, la patria de Jean François Rabelais, o en ciudades espectro, como Varsovia o Cracovia -–uente de Fabià Puigcerver, el fundador del Teatre Lliure–, urbes polacas de las vanguardias y cunas del teatro pobre de Jerry Grotowski.

Los trabajos de Comediants muestran la fiesta y la transgresión desde una visión carnavalesca. Profesan los principios de la abadía de Theleme, el espacio de Gargantúa, donde se hizo pública la fe de los goliardos, que perseguían una relación directa con la divinidad sin la mediación de la Iglesia, bajo el principio de Haz lo que quieras. Con un matiz muy hondo: Comediants ha defendido siempre que su sed no es tanto de licor como de conocimiento.

La compañía teatral ha evolucionado durante décadas en su centro de creación, situado en la cúpula geodésica de La Vinya, de Canet de Mar –el laboratorio que quedó atrás por motivos económicos–, entablando diálogos con grupos innovadores, como la Fura dels Baus,  la Claca, bajo el manto pictórico de Joan Miró, o con Els Juglars de Boadella y Fontseré, origen de una ruptura que ha mezclado con habilidad la sátira molieresca con algunos elementos de la comedia tradicional para situarse en la rotunda crítica social y política.

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Comediants representa la reinvención del teatro de los sentidos, con grandes máscaras, gigantes, cabezudos y olor a pólvora. La compañía vive en las plazas imaginarias donde brilla el desdoro del concierto de virtudes y defectos de la gente, lugares en los que lo excéntrico se convierte en normal. Su recreación del espacio flota entre colores, texturas y olores; exhala provocación y huelga decir que profesa la abolición de las barreras entre actores y espectadores.

En 1973, Comediants ofreció su primer espectáculo en la sala Villaroel de BarcelonaNon plus plis, en el que ya estaban indicadas sus líneas estéticas, basadas todas ellas en el entendimiento del teatro como un espacio lúdico, marcado por la ironía y la risa; sus creaciones se han inspirado a menudo en mitos, símbolos, rituales y ceremonias que celebran los cambios de ciclo. Comediants, con voz propia en el teatro de vanguardia del último siglo, ha realizado trabajos de fusión junto a compañías internacionales como Odin Teatret, Bread and Puppet o el Teatro de la Comuna de Dario Fo.

Reivindica el teatro de calle, la recuperación del ritual y la exaltación del hecho comunitario y participativo, siguiendo la inspiración medieval de los clérigos vagabundos, giróvagos o sarabaítas, que nunca alcanzarían la condición de cenobitas y vivir en el interior de los conventos, por no aceptar la regla benedictina. El teatro de Font y los suyos vindica la fiesta y omite el milagro porque su aceptación sagrada significaría que al todopoderoso se le puede ablandar a base de halagos. Su escena presenta un ascetismo pagano: une títeres y sombras chinescas con astros y demonios al estilo de Jacques Lecoq, maestro del mimo, la máscara y el clown, formado en Comediens de Grenoble, una referencia inmutable para los fundadores de la compañía.

'Comediants' durante un momento de 'Perséfone'

'Comediants' durante un momento de 'Perséfone'

La maduración de Comediants a lo largo de los años se ha servido también de experiencias luminosas, más puramente escénicas que callejeras, como la del Piccolo de Milán, el teatro épico de Bertolt Brecht o la incursión señera de Peter Brook, el gran maestro que empezó dirigiendo, entre sedas y caobas, la Royal Opera House de Londres y evolucionó hasta llegar a la escena desnuda e interrogativa de su madurez. A lo largo de años, hemos tenido el privilegio de ver a Comediants en  espectáculos como El Fenómeno Papageno, la versión para niños de La flauta mágica de Mozart; un Barbero de Sevilla (Rossini), juguetón y montapollos; el homenaje de los 40 años de trayectoria del grupo, con amigos y ex miembros en el papel de dimonis, catalizadores de la fiesta de la calle “que tanto incomoda al poder”, en palabras de Font; la despedida de Anna Lizarán, compañera del alma y gran dama del Teatre Lluire; experimentos con música clásica, en el Palau; el Mito de Perséfone, junto a Pasión Vega, en el Festival de la Cueva de Nerja, batiburrillo genial.

Una larga lista a la que pueden añadirse momentos de inspiración contra la historiografía oficial, como su reinvención de La Pepa, en Cádiz, en el bicentenario de la Constitución Liberal, proclamada en la capilla del convento de las monjas Clarisas de la ciudad andaluza, y también incursiones en la dramaturgia intertextual, como el estreno de la obra que devolvió la fantasía al cuento de la Cenerentola,(Rossini), en un Liceu cargado de público, risa y llanto. Y otras colaboraciones alejadas del teatro, pero necesitadas del complot escénico, como la Feria de la Mediterrànea o la celebración de Eutopía, en la ciudad de Córdoba.

Desde su nacimiento, el grupo catalán se negó a conceder la hegemonía del drama sobre lo escénico. A lo largo de medio siglo su testimonio ha sido una avalancha ritual, formada entre el auditorio y los roles, bajo la que ha desaparecido el modelo isabelino. Sin embargo la compañía no pretende extinguir el teatro dramático, sino que persigue la respuesta a interrogantes sobre el teatro con drama, que profundiza en los argumentos, aprecia los matices y comparte con el auditorio su propia lectura.

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Nació para cambiar la estructura del teatro; ha coronado escenarios de medio mundo y ha recorrido un camino de hitos, como la organización de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos. de 1992 y su participación el mismo año en la Expo de Sevilla, en la Expo de Lisboa de 1998, la Expo de Hannover de 2000 o el Fórum de las Culturas de Barcelona 2004. En todos estos encajes se percibe el estilo distinto que llevó a la compañía a actuar en lugares emblemáticos, como la Pedrera de Barcelona, la Grand Central Station de Nueva York, la Ópera de Sídney, la plaza Simón Bolívar de Bogotá o los Jameos del Agua de Lanzarote.

El despliegue sideral alcanza también a la arquitectura: dejó su sello en Mondaigua, el espectáculo automatizado en planetarios y pirotecnia en el centro termolúdico de Caldea (Andorra); Felisa dinamización del parque creado por Dani Freixes, Alfredo Arribas y Mariscal en Puglia (Italia); en Sueños de fuego y Luz, en la inauguración del parque temático de Isla Mágica (Sevilla) o en el Sol de Oriente, en Port Aventura.  Desde el principio, la “familia de este proyecto cultural invirtió toda su energía en crear un lenguaje nuevo y único a partir de la creación colectiva, basada en las propuestas de cada uno de los miembros”, explica el director artístico de Comediants. Font recuerda que cuando se fundó la compañía teatral en 1971 “había gente con ganas de explicar las historias grises y con olor a naftalina del momento”, refiriéndose a la represión franquista. “Nosotros rompimos para iniciar un camino de recopilación e invención en el teatro de calle”, expone Font.

El libro Històries d'una Història, publicado por Edicions de l'Eixample, recogió en su momento la memoria y el material de Comediants, ante el que Font confesó: “El texto nos redime y resume porque hemos sido un desastre del orden y la clasificación”. Ahora, con motivo del 50 aniversario de Comediants, el Institut del Teatre ha publicado Joan Font, el descubrimiento de un nuevo lenguaje teatral que  significa el pistoletazo de salida a los actos de celebración del medio siglo de la compañía. En el texto, el guionista y autor dramático Piti Español conversa con el creador de la compañía, realizando ambos un recorrido teatral que permite al lector viajar por los cinco continentes, asistir a la creación y consolidación de un lenguaje teatral y escénico, y vivir experiencias como el cierre de unos Juegos Olímpicos, el montaje de óperas en Houston, cabalgatas y fiestas en todas partes.

El mundo se salvará gracias a la belleza no por la aplicación de una doctrina. De qué sirve el deber si solo se ama a los que nos corresponden con su amor. Este hilo, presente en El Idiota de Dostoievski, sugiere la posibilidad de darle la vuelta al calcetín de la cultura occidental cuando se la compara con la oriental. Es en parte el mensaje de Font cuando mira al Este de Europa, como origen de nuestra ansiada mezcla entre hilaridad y cultura. Su concepto de la escena revive la fuerza polifónica que Mijaíl Bajtin veía en los personajes dostoievskianos. Del Este al Oeste se recorre el camino de la Civilización a la fe; mientras que del Oeste al Este vamos desde el sentir religioso a la racionalidad civilizadora, siguiendo el argumento que expone Rafael Argullol en Maldita perfección (Acantilado).

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Los hombres y mujeres que se embarcaron en este teatro de calle se zambulleron en una realidad delicuescente. Ante ellos, la realidad no existe más que como álbum de fechas y compromisos. Responden negativamente al modelo criticista del ciudadano contra el mundo o el ciudadano como juez y medida de todas las cosas. Su teatro no se pregunta lo que atormentó a Segismundo: ¿Por qué soy un destino? Diríamos que devuelve la libertad al personaje de Calderón, cuando este último soñó que en otro estado “tan lisonjero me vi”.

Font define este medio siglo de vida de Comediants como “un viaje de vértigo marcado por la transgresión”, como algo fundamental, por encima de la razón y la moral; o incluso por encima de lo que Nietzsche llamó “la voluntad de verdad”. Sus tablas aceptan aforismos, chanzas, humor, risa, llanto, fábulas, artilugios circenses o monstruos mecánicos de cartón piedra. En su proscenio no valen las verdades rotundas; pero su etiqueta exige disfrutar de la parodia más descarnada.