Imagen de la serie 'The Manhattan alien abduction'

Imagen de la serie 'The Manhattan alien abduction' NETFLIX

Cine & Teatro

El sainete de la abducción en Manhattan

'The Manhattan alien abduction' se centra en un caso que gozó de gran popularidad en Estados Unidos en los 80, con una mujer que aseguró haber sido extraída de su apartamento en Manhattan por una nave espacial

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Las historias de abducciones extraterrestres constituyen ya un subgénero de la televisión por streaming, como sucede con las historias de sectas destructivas. Reconozco que estoy enganchado a ambos subgéneros, pero aduzco en mi defensa que cada día soy más exigente con el abducido (o el gurú miserable) de turno, más que nada porque me he tragado cada fistro diodenal sobre estos temas (como diría el llorado Chiquito de la Calzada) que he acabado asaz escamado al respecto.

De hecho, debería mantenerme alejado de las historias de sectas y de extraterrestres, pero no es tan sencillo decir adiós a los placeres culpables, como sabrá todo aquél que disponga de unos cuantos, ya sea en la literatura, la música, el cine o la televisión.

Imagen de 'The Manhattan alien abduction'

Imagen de 'The Manhattan alien abduction' NETFLIX

Mi último contacto con el mundo de las abducciones extraterrestres se lo debo, en realidad, al intento fallido de ver la miniserie española de Oriol Paulo La última noche en Tremor, que, si no es lo más moroso y aburrido que he tratado de ver últimamente, poco puede faltarle.

Odio entre dos mujeres

Sobre el papel, la cosa ofrecía cierto interés para los aficionados al fantástico: un compositor de música para el cine sufre el impacto de un rayo y sobrevive, pero se queda un poco p´allá y empieza a tener inquietantes visiones.

En la práctica (solo aguanté dos episodios de una lentitud desesperante), es una historia que avanza a paso de tortuga y que te da la impresión de que se podría haber explicado en menos de dos horas, en vez de alargarla durante ocho episodios de más de sesenta minutos de duración cada uno (y los dos últimos se ponen casi en una hora y media).

Como ya estaba en Netflix y tenía ganas de seguir viendo algo de temática fantástica, cedí a mis placeres culpables y me tragué The Manhattan alien abduction (Abducción extraterrestre en Manhattan), que resultó ser una grata sorpresa en el subgénero de las presencias alienígenas, más que nada por la inesperada mezcla de temas que ofrece: en sus tres episodios, este documental se revela como una historia de marcianos, un culebrón basado en el odio entre dos mujeres, el retrato de un ufólogo con un ojo en la taquilla y la perturbadora existencia de una supuesta abducida más interesada en hacerse rica y famosa con su presunto secuestro (de muy joven había iniciado una carrera como cantante que no la había llevado muy lejos) que en contribuir al conocimiento de la vida en otros planetas.

Encerrado en un manicomio

The Manhattan alien abduction se centra en un caso que gozó de extrema popularidad en Estados Unidos a finales de la década de los 80. El 30 de noviembre de 1989, una mujer llamada Linda Napolitano aseguró haber sido extraída de su apartamento en Manhattan por una nave espacial que la dejó flotando sobre el puente de Brooklyn durante un buen rato (hasta que los alienígenas la metieron en la nave y le hicieron esas cosas que se supone que les hacen a los abducidos y que nunca me han quedado muy claras, ni a mí ni a nadie).

Según ella, 23 personas la habían visto flotar cerca de un platillo volante (aunque a la hora de la verdad, ninguna de ellas tuvo a bien hacer una declaración en ese sentido). Es más, entre esos 23 testigos figuraban dos defensores de la ley y el orden (no se sabe si del NYPD, del FBI, de la CIA o del Servicio Secreto) llamados Dan y Richard (según Linda, Dan estaba loco por ella y puede que en general, pues acabó encerrado en un manicomio, aunque de hecho no existía, al igual que Richard, como se acabó descubriendo).

Fe en las patrañas

Además de inventarse a dos polis de alto standing, Linda les asignó una misión: custodiar al entonces secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar. Huelga decir que no hubo mucha gente que se tragara la, por otra parte, amena y entretenida historia de la señora Napolitano. De hecho, los creyentes se redujeron a dos: el hijo de la abducida, Johnny, que sale en la miniserie narrando los horrores que le hicieron sufrir los extraterrestres, y un ufólogo llamado Budd Hopkins (1931 – 2011), al que la historia de Linda le vino de perlas para planear un libro con el que forrarse (Witnessed) y su posterior adaptación cinematográfica (que nunca llegó a rodarse).

Una imagen de 'The Manhattan alien abduction'

Una imagen de 'The Manhattan alien abduction' NETFLIX

El caso fue famosísimo en Estados Unidos y, si no recuerdo mal, también llegó a España. Pero ha habido que esperar a esta miniserie de tres capítulos para conocer a la persona que se encargó de hundir los planes de fama y fortuna que urdieron la señora Napolitano y el señor Hopkins (en cuyo favor hay que decir que, aparte del ánimo de lucro, les unía una fe absoluta en las patrañas que estaban facturando: las apariciones de Laura rebosan sinceridad, y lo mismo puede decirse de los tormentos narrados por el pobre Johnny, carne de psiquiatra desde noviembre del 89).

Esa persona fue la esposa de Hopkins, Carol Rainey (fallecida en 2023 a los 74 años), quien, pese a lo mucho que quería a su marido, intuyó ipso facto que la cosa que éste se traía entre manos con la señora Napolitano era un tocomocho sideral de mucho cuidado. Puede que otra persona lo hubiese dejado correr, pero Carol se propuso denunciar lo que le parecía un timo y a ello dedicó todos sus esfuerzos durante unos cuantos años, aunque ello le costara el divorcio y el odio eterno de la abducida, que se refería siempre a ella con el cariñoso calificativo de esa zorra.

Reinar después de morir

El asco mutuo entre Linda y Carol es uno de los elementos más novedosos y divertidos de The Manhattan alien abduction, pues resulta muy inusual en este tipo de productos y otorga a la miniserie un tono de sitcom tan doméstico que genera un contrapunto de lograda comicidad en lo que se supone que es un drama. Aunque la pobre Carol murió hace un año, Linda ha demandado a Netflix por un pastón al descubrir que la difunta no tiene en la serie una presencia episódica, sino que es la coprotagonista del invento, que también podría haberse titulado Carol contra Linda (una abducción de pegolete).

Todo parece indicar que Carol consiguió reinar después de morir, pues ella puso al descubierto muchas incongruencias de Linda (mi favorita, la del escolta de Pérez de Cuéllar que acabó en el tonticomio), pero uno se queda ligeramente inquieto y confuso ante la aparente sinceridad de las declaraciones de Linda y Johnny Napolitano. Más que nada, porque aparecen como dos seres humanos profundamente traumatizados cuyo infortunio parece ir más allá de la lógica frustración al no haber podido rentabilizar un tocomocho extraterrestre. Puede que en esta historia todos mintieran, pero de ser así, hay que reconocer que lo hicieron con talento de sobra para hacerse con un premio de la Academia de Hollywood.