La gente normal no existe
'Fargo', la serie, sigue sorprendiendo y en la quinta temporada llega la excentricidad y la chaladura, z partir de la maestría de Noah Hawley
29 diciembre, 2023 17:47En principio, partir de la película de los hermanos Coen Fargo para desarrollar una serie de televisión parecía una más de esas ideas de bombero con las que Hollywood pone a prueba nuestra paciencia. El largometraje era espléndido, pero, aparentemente, se agotaba en sí mismo. ¿Qué podíamos esperar? ¿Nuevas aventuras de la emprendedora agente de policía embarazada a la que daba vida la gran Frances McDormand? Esa parecía la opción más lógica, pero, afortunadamente, el creador de Fargo, la serie, Noah Hawley (Nueva York, 1967), tomó un camino distinto y mucho más estimulante: dejarse poseer por el espíritu de los Coen y desarrollar su propio mundo en un compendio de ficciones (cinco hasta la fecha, tras el reciente estreno de la quinta temporada en Movistar) que, siendo fieles a la manera de hacer de los hermanos judíos de Minnesota (como Bob Dylan), tenía vida propia y no necesitaba a ninguno de los personajes del film original para tirar adelante. Bastaba con recrear el ambiente, el retorcido sentido del humor, la violencia a menudo grotesca y unas tramas bordeando lo desquiciado para fabricar un producto que, siendo fiel al espíritu del original, evitaba la literalidad para constituirse en una ficción independiente y tan estimulante como la película que la originó.
No hacía falta saber nada más de la poli embarazada. Bastaba con mantener la localización, el estado de Minnesota, y fabricar unas historias por entregas fieles a la peculiar visión del mundo de los hermanos Ethan y Joel Coen. Las cuatro primeras temporadas sucedían, respectivamente, en 2006, 1979, 2010 y 1950. La quinta (llevamos seis episodios de un total de diez) transcurre en 2019, en pleno reinado de Donald Trump, y es, probablemente, la más desquiciada de todas: la excentricidad y la chaladura han ido creciendo exponencialmente desde la primera temporada, y en la quinta ganan por goleada. Si aparece un personaje mínimamente normal es, prácticamente, por casualidad.
Todo se centra en torno a Dorothy Lyon (Juno Temple) una inofensiva ama de casa (o eso parece al principio: pronto veremos que no es exactamente lo que aparenta) que vive en un pueblo de Minnesota llamado Scandia. Su marido, Wayne, es un bondadoso calzonazos que dirige un concesionario de automóviles. Su suegra, Lorraine (Jennifer Jason Leigh), es la ricachona de la localidad y una arpía de mucho cuidado que nunca ha sentido el menor aprecio por su nuera, de la que desconfía profundamente porque intuye, no sin razón, que no es exactamente quien dice ser. Durante una reunión de padres en las instalaciones del colegio que acaba a bofetadas sin que se nos explique por qué, Dorothy, para proteger a su hija, se abre camino hacia la salida, viéndose obligada a utilizar una pistola Taser con un ciudadano de a pie y, lo que es peor, con un policía. La detienen, la fichan y el incidente no pasa desapercibido para un sheriff corrupto y de extrema derecha del estado de al lado, Dakota del Norte, Roy Tillman (Jon Hamm), quien reconoce en la madre protectora a la mujer que lo plantó hace un montón de años. Y como del animal de Tillman no hay quien se libre, así como así, se pone en marcha un plan para secuestrar a Nadine, su auténtico nombre, y devolverla a su antiguo torturador para que reciba el castigo pertinente.
En plena forma
Lo que sigue es un divertido sindiós en el que la supuesta ama de casa logra frustrar los planes de secuestro, incrementando la ira de su ex marido, que ha recurrido a un sujeto entre fantasmal y terrorífico que siempre luce un kilt, Ole Munch (Sam Spruell), que se vuelve en su contra cuando no le pagan tras fracasar en el encargo (él insiste, razonablemente, en que lo habían contratado para secuestrar a un ama de casa, no a Terminator). Tras seis episodios, seguimos sin saber muy bien quién es Dorothy/Nadine, quien, al principio, parece simplemente uno de esos personajes femeninos de las novelas de Harlan Coben que se han reinventado para huir de un pasado turbio. Pero la caza es apasionante y los malvados, fascinantes, ya se trate de un sheriff corrupto, de una ricachona con permanente expresión de estar oliendo mierda o un delincuente demencial que, además, parece guardar alguna relación con ciertos rituales tribales del Gales de hace cinco siglos…
Fargo, la serie, sigue en plena forma. Y cada nueva temporada nos reafirma en el talento del señor Hawley (autor, también, de seis novelas que no he leído, pero que no descarto hacer próximamente) a la hora de fabricar un mundo propio partiendo de uno ajeno. Fargo, la serie, lo comparte todo y no comparte casi nada con Fargo, la película. En ambos productos, eso sí, lo doméstico oculta horrores sin cuento, como en la vida misma. Y es que, como decía Debbie Harry en un film de Isabel Coixet, There´s no such thing as normal people (No existe la gente normal).