La escritora Liz Moore, autora de thrillers como 'El largo río de las almas' (Long bright river) / TWITTER

La escritora Liz Moore, autora de thrillers como 'El largo río de las almas' (Long bright river) / TWITTER

Cine & Teatro

Las dos huerfanitas

'El largo río de las almas' de la norteamericana Liz Moore es una novela policiaca, pero es mucho más: un artificio muy bien utilizado para explicar una historia humana

2 diciembre, 2020 00:00

La melancolía no es el elemento principal de ninguna novela negra, aunque la encontremos en infinidad de autores, de Raymond Chandler a Arnaldur Indridasson pasando por Georges Simenon. Sí lo es de El largo río de las almas (Long bright river), cuarta novela de la norteamericana Liz Moore (Framingham, Massachussets, 1983) que acaba de publicar entre nosotros AdN, sello perteneciente a Alianza Editorial, y que puede pasar fácilmente desapercibida tanto entre los lectores de thrillers como en los de literatura en general. Probablemente porque solo es una novela policiaca en apariencia: sí, hay unos crímenes horribles de prostitutas yonquis y un culpable inesperado que es detenido al final de sus casi 600 páginas, pero la intriga es un artificio eficazmente utilizado para explicar una historia humana tirando a triste que se devora, eso sí, a la velocidad del mejor thriller.

Esa historia es la de las hermanas Michaela (alias Mickey) y Kacey Fitzpatrick y transcurre en el barrio de Kensington, una de las zonas más degradadas de Filadelfia, ciudad en la que vive Moore desde hace una década. Su madre murió a causa de su adicción a las drogas y las niñas fueron criadas por una abuela no muy cariñosa que se hizo cargo de ellas a regañadientes, como si tuviesen la culpa de los vicios de su madre. Con el tiempo, la pequeña, Kacey, heredó dicho vicios y acabó siendo una más de las prostitutas que pululan por el barrio en busca de clientes que le financien la heroína; Mickey se metió en la policía y cada día patrulla por Kensington, cruzándose a menudo con Kacey, cuyo aspecto se deteriora a ojos vistas: todos sus esfuerzos por sacarla de la droga se han revelado inútiles, así que lo único que puede hacer por ella es patrullar por ese barrio venido a menos por si se le presenta la oportunidad de echarle una mano, a su hermana o a alguna otra amiga del colegio de monjas que siguió el mismo camino.

Un mal día, Kacey desaparece y Mickey se teme lo peor: el asesino de furcias lleva un tiempo actuando y, con cada llamada que recibe de la central, se le incrementa la angustia de ver cómo el siguiente cadáver puede ser el de su hermana. Dividida en dos partes --denominadas, sencillamente, ANTES y DESPUÉS-- que se van alternando en sendos capítulos, El largo río de las almas nos explica el pasado y el presente de las desdichadas hermanas Fitzpatrick (Mickey carga con su propia cruz, no tan espectacular como la de Kacey, pero también de las que dejan huella), mientras va dibujando un brutal mapa humano de un barrio echado a perder al que aún no ha llegado la gentrificación. Aquí no hay sueño americano ni nada que se le parezca, y sus habitantes solo parecen aspirar a sobrevivir un día más y a que no los mande a la tumba un camello sin escrúpulos con cualquier matarratas.

Aunque se resiste a hablar del tema, Liz Moore contó en una entrevista en The Guardian que Mickey está basada en ella misma, a la que también le tocó hacer de madre de su propia hermana porque la de verdad estaba muy ocupada metiéndose sustancias chungas. Puede que sea gracias a eso que su novela desprende tanta impresión de verdad y practica una fría capacidad de conmover --sí, tal cosa es posible-- que te acompaña hasta la última página. Puede que El largo río de las almas no sea un thriller al uso, pero no le hace ninguna falta: es uno de esos libros que te atrapa cuando lo lees y se queda contigo tras terminar de leerlo. Nada sé de las tres anteriores novelas de la señora Moore, inéditas en España --The words of every song (2007), Heft (2012) y The unseen world (2016)---, pero para eso se inventó Amazon, ¿no?