El fotógrafo Miguel Trillo / MIGUEL TRILLO

El fotógrafo Miguel Trillo / MIGUEL TRILLO

Artes

Miguel Trillo: “El placer visual es la nueva religión de nuestro tiempo”

El fotógrafo, documentalista de las tribus urbanas desde finales de los setenta en España, dedica una exposición en Madrid a las criaturas del ‘universo manga’

6 diciembre, 2021 00:10

Miguel Trillo (Jimena de la Frontera, 1953) parece vampirizar la juventud de los modelos que retrata desde que comenzó a radiografiar las tribus urbanas en España a finales de los 70. El fotógrafo nunca envejece en el avatar que usa por imagen de sí mismo en sus redes sociales y en la otra vida, la real, también parece un Dorian Gray camuflado bajo sus gafitas hispster y su gorra de béisbol con la visera girada hacia atrás. De esa guisa, Trillo, todavía apodado “el fotógrafo de la Movida” de una forma restrictiva que simboliza el desplazamiento de la jerarquía fotográfica de un autor al que la modernidad de los 80 desdeñó por hacer un documentalismo sobrio confinado en géneros vulgares, e imperdonablemente menores, como el fanzine, el sello o la postal, amplió su radar.

Entre 2007 y 2019 viajó por 23 ciudades, desde Barcelona hasta Kuala Lumpur o Seúl, capturando ejemplares del universo manga, esa muchachada cosplay con apariencia de personajes de cómic que han globalizado la imagen del mundo juvenil convirtiendo su realidad en una ficción, pues sus patrones y referencias son los iconos virtuales de un planeta que tampoco existe: el planeta manga. El resultado es Ficciones, 140 imágenes que se exponen hasta mediados de enero en el Centro de Arte de Alcobendas (Madrid). Trillo, que empezó su carrera disparando con mirada surrealista sobre hormigas y escarabajos, sigue siendo el entomólogo y taxidermista de unos jóvenes que ahora cuelgan de sus láminas como mariposas enfundadas en plástico. 

–Empecemos por el final. ¿Qué es Ficciones, tu último trabajo? De entrada, registras un desplazamiento: los jóvenes han derivado su identidad –que antes era muy física en vestuario, modos, etc…– para diluirla en una ficción porque el manga es irreal, una ficción virtual.

Ficciones, que está hecha en la segunda década del siglo, representa el paso de la música hacia la literatura. Antes, el público era fan de los grupos, de los sonidos… Todo muy vinculado a la calle. Ahora es fan de una historia inventada. Los grupos no son reales. Los personajes no son reales. Son cómics, videojuegos… Las ficciones ya no pertenecen al escenario musical. 

–También registras otro desplazamiento: antes los jóvenes eran fotografiados por tipos como tú. Hoy se fotografían ellos solos.

–Narciso se enamoró de sí mismo y fue condenado a morir lentamente viéndose en el estanque. Qué ocurre hoy? El joven tiene una componente visual muy fuerte, como la necesidad de otro yo, y hoy el otro yo es una cámara. ¡Y no digamos los móviles! El móvil es como la ninfa Eco que perseguía a Narciso diciendo: “¡Qué me gusta este chico!”. Pues hoy el móvil es el eco de aquel mito de Narciso. Si la Alicia de Lewis Carroll volviera hoy, no se metería en un espejo: se metería en un móvil. Dentro.

Miguel Trillo FICCIONES (Singapur, 2014)

Singapur, 2014 (Ficciones) / MIGUEL TRILLO

–Otro indicio: la exhibición de la identidad se ha exagerado, se ha multiplicado.

–Aquí hablamos ya de una identidad de camuflaje. Ser joven es un lujo de la Naturaleza, un exceso de la Naturaleza, que se manifiesta en la movilidad: nunca están quietos, van de acá para allá, aunque yo para eso no uso el video, aquí no hay video. A mí me gusta la imagen fija porque me gusta la idea de la contemplación, como si la imagen fuera una imagen religiosa. Aquí, el placer visual es la nueva religión de nuestro tiempo. Estos retratos son iconos, pero con libertad de interpretación porque yo he visto al mismo personaje en chico o en chica… Y a otros no se les ve la cara. Siempre se ha dicho que el retrato era la cara. Pues no. Aquí los personajes son mentales, artísticos. Y el arte es pura cabeza.

–Perdura el estilo: frontal, sobrio, austero, buscando un fondo como contexto…

–Sí, parece incluso que estoy a solas con los personajes, cuando en realidad muchas fotos están tomadas en ferias de cómics con miles de chavales alrededor… Lo mismo que los perros olfatean donde ser felices, voy buscando escenarios: aquella pared, aquel otro… Porque por un lado, si quiero tener la mortadela, ya tengo el pan, pero por otro tengo que buscar la mortadela: es decir, la escenificación fundida con su personaje.

–Otro indicio de este trabajo: podemos fotografiar en Barcelona, Kuala Lumpur o Tokio, da igual; todo es lo mismo, todo se ha vuelto uniforme. Esto es: informe. 

–Ya no hay una raza originaria de una zona. La raza es el manga. Miku, la estrella de la música manga, no existe, es virtual. Pero la gente paga por verla. Y la ven iluminándose con bastones de luz, que es un placer para un fotógrafo, claro. Le dan luz a una ficción. El mensaje hoy es estar en esta raza única que es el planeta manga.

Miguel Trillo FICCIONES (Valencia, 2016) copia

Valencia, 2016 (Ficciones) / MIGUEL TRILLO

–En la Movida tenías que llevarte a los personajes al lavabo porque era el único sitio donde había luz suficiente para fotografiar…

–Ahora ya no hace falta llevármelos a los lavabos. Tenemos el autofocus y los festivales son a plena luz del día…. Antes, en los conciertos de rock, la opción de ser fotografiado era eso: una opción que podía darse o no. Había gente a quien eso le gustaba y otra a la que no. Pero en estos festivales de manga, si vas y no eres fotografiado se considera un fracaso. De manera que esta exposición es la historia de un triunfo.

–¿Por que dices que esta exposición puede ser tu canto del cisne?

–No es de coña, eh. Después de la pandemia no me veo cogiendo un avión para ir a fotografiar a no se dónde. Dentro de dos años cumpliré 70: no me veo tirando con la cámara. Soy de proyectos lentos. Normalmente, un proyecto me dura diez años. Eso me duró “Geografía moderna” y el mismo tiempo me costó Los travestis de La Habana, la única vez, por cierto, que he pagado a la gente que fotografiaba. Ese trabajo fue el único de un fotógrafo español en PhotoEspaña y, siendo el único e inédito, fue el único que no se publicó… En fin, que he cumplido años y, más que a los menores, le tengo miedo a la ambulancia del Samur…Supongo que los chavales que fotografío me verán como una chatarra… Aunque sea una chatarra interesante….

–Suena a balance. En tu caso…

–Pues que tengo una trayectoria, aunque yo empecé tarde porque hasta los 19 años no hice mi primer disparo con una cámara malísima. Pronto harán 50 años de mi primer carrete. Mis primeros rollos son un desastre y hasta el 76 no tuve una réflex y no entré en un laboratorio. Por entonces uno no se convertía en fotógrafo hasta que entraba en uno porque la cubeta es musgo para los ojos. Ver las imágenes saliendo era como ver salir margaritas… Me gusta mucho la música, pero para la fotografía ha de ser lenta. La fotografía se hace con mucha rapidez, pero necesita contemplarse con mucha lentitud… Sí, he sido tardío, pero tengo mucho material y, al final, he hecho una trayectoria a la que me he podido dedicar aún más desde que me jubilé de la enseñanza en 2013. 

Miguel Trillo

–Sí, tienes una trayectoria. Sin embargo, permanece la idea de que eres un fotógrafo no del todo reconocido. De que has sido desplazado, esquinado.

–Sin contactos, no hay obra: eso está clarísimo. Mi libro La primera Movida ha sido uno de los 10 finalistas en Arles, aunque por supuesto el premio lo ganó uno sobre Daguerre. Yo pensaba que lo habían elegido porque era de La Fábrica, porque venía de los fondos del Archivo Lafuente, que es importante y tiene conexiones internacionales o por no se qué… En realidad creo que lo eligieron porque lleva un prólogo de Antoine de Beaupré, que lleva la feria del fotolibro en París… Simplemente. Al final, una cosa tan tonta puede hacer que un libro despegue… A la fotografía le ha pasado en España siempre eso, que no despegaba. En la época de Joan Colom, a los libros de fotografía que llevaban textos literarios se les ponía en grande el nombre de los escritores: Camilo José Cela, por ejemplo, en el caso de Colom. Bueno, ahora los nombres de los fotógrafos ya van más grandes: la cosa va lenta, pero algo hemos ganado.

–Te siguen llamando “el fotógrafo de La Movida”. ¿Te duele ese reduccionismo?

–La Movida duró un quinquenio, un lustro. Pero los medios de comunicación crean frases, marcas. Yo me fui a vivir a Barcelona, al campo enemigo, entre otras razones a quitarme de encima la losa de la Movida, su pesada lápida. Porque era una lápida muy pesada, eh. La Movida, como marca, ya estaba en manos de otras personas. No en las mías, precisamente. Yo fui el primer fotógrafo entrevistado en La Edad de Oro, pero cuando la revista La Luna –que fue un auténtico golpe de Estado cultural– hace su número especial, yo no salgo. Y para los de Madrid Me Mata, esos que contaron un Madrid arribista con Ramoncín jugando al futbolín con Juan Barranco, yo ya ni existo. En ese Madrid oficial y triunfador ya no estoy, no. Es la historia de la fotografía española, con muchos momentos guadiana. Yo estuve en la selección de Cuatro direcciones o en los 100 fotógrafos de la selección de Exit, pero cuando se creó la Sala del Canal Isabel II y se hizo Madrid, aquí ahora, se seleccionaron a 10 fotógrafos –algunos de primera y otros no tanto– y Luis Baylon y yo no estábamos. Hay quien, yendo de underground, funciona divinamente en los despachos.

Miguel Trillo, revista La Luna de Madrid, 1984 (1)

Miguel Trillo en la revista 'La Luna de Madrid' (1984)

–Esos rifirrafes se dan en todas las esferas culturales. ¿En la fotografía española son más sangrantes porque su cuota de negocio –comparada con la industria del cine o de la música– es miserablemente ridícula?

–No creo que fuera tanto por razones económicas –puesto que los fotógrafos de la Movida venían de buenas familias– como por la fama. La pelea era por la fama. El artista tiene un narcisismo muy fuerte y los hay más necesitados de Narciso que de dinero.

–Hubo un Miguel Trillo anterior a la etapa de la Movida que fue un fotógrafo surrealista. ¿Qué fue de él?

–Tuve mucha suerte. En el campus de la Universidad, en Sociología, encontré a unos ácratas que daban clase de fotografía en el césped. Uno de ellos era Garrido, luego director del Photocentro, así es que tuve un maestro de lujo, y luego Carlos Villasante que me enseñó a revelar en su casa, así es que tuve otro inicio de lujo. Por entonces, yo no sabía nada de fotografía y lo que yo quería –después de estudiar Filología– era director de cine. Pero por ahí entré en la foto, si bien, haciendo la mili en Sevilla, ya había visto cosas de Duane Michals que me dejaron trastornado. Cuando volví aquella noche al cuartel no podía dormir… No me atrevía a hacer retratos, porque en aquella época –finales del franquismo, primera democracia– eso generaba mucha desconfianza. Igual pensarían que yo era de la Brigada Político-Social: “¿Para qué quiere este tío una fota mía?” pensaría. Había mucho temor a los grises, a ser fichado… Hasta el 78 no hice mi primer retrato en un concierto en un colegio mayor con Cucharada, Kaka de Luxe… Y sí, me gustaba la literatura y la pintura de Dalí. Yo fotografiaba hormigas y escarabajos. Y algunas de esas cosas se publicaron en Nueva Lente. La fotografía, para mí, era algo cultural, no para hacer turismo y lo que se veía en Nueva Lente era eso, cultural. Cogía hormigas, las ahogaba, las fotografiaba… Con escarabajos también, anestesiados con alcohol primero, eh… No, no, las hormigas y los escarabajos no morían, eh.

Miguel Trillo FICCIONES (Kuala Lumpur,2016)

Kuala Lumpur, 2016 (Ficciones) / MIGUEL TRILLO

–Entras en el círculo de Nueva Lente, participas en una colectiva en Toledo y Jorge Rueda, que es el gran Papa del momento dice: “Todo esto es una mierda”, “La fotografía española es una mierda”…

–Bueno, es que él era así. Yo me decepcioné, sí, porque luego vi que todo era todo teatro. En Arles era uno de los famosos y dirigía Nueva Lente, con lo que de underground no tenía nada, aunque jugaba a… Años después se fue a vivir a un pueblo de Málaga. Sí, era un enfant terrible… Pero yo entonces era un forastero, no viví los 70 en Madrid y la cosa esa de las camarillas, las amistades… Todo eso duró poco. Llegó la Transición, la Nueva Ola,  La Movida y vi lo que me interesaba: no eran las alcantarillas donde estaban mis cucarachas, sino los empujes y los lapos de los conciertos…

–La historiadora de la fotografía Laura Terré ha sugerido que fuiste expulsado de la fotografía artística y empujado hacia la fotografía documental de tribus urbanas que a la fotografía que mandaba en ese momento no le interesaba nada…

–Es que la fotografía que había era la fotografía como grabado, la del paspartú… Es cierto que esa fotografía de los 70 ya se estaba acabando… Como luego se acabó la fotografía de gran formato de los 80, esa de cuando la gente empezó a decir: “No, no, yo no soy fotógrafo. Yo soy artista, pero uso la fotografía como soporte” y esas cosas que se decían en los 90. Esa fotografía ha desaparecido, afortunadamente, diría yo.  Esa fotografía de gran formato, de 2 metros por 2 metros, lo único que tenía era grandilocuencia. Pero la revista Exit, que yo sigo y está muy bien, le dedicó a eso 4 volúmenes…Había tantos fotógrafos de eso y tan imprescindibles… Todos han desaparecido.

Miguel Trillo, Movida 3

La primera Movida / MIGUEL TRILLO

–La fotografía está muy normalizada, como un gesto automático. Tú dices que las capturas de los móviles pueden acabar siendo “las nuevas legañas del ojo”.

–Eso es verborrea, siempre hay personas que hablan mucho. No pasa nada porque ahora haya una verborrea visual. Pero quien quiera usar bien la palabra, lo hará. La reacción a eso han sido los fotolibros, que últimamente tienen prestigio internacional. Yo los veo a veces muy intelectuales, muy difíciles. Como aquella reacción de artistas que en los 90 decían no ser fotógrafos, ahora llega esta reacción a la verborrea con un tipo de obra, como una exposición que vi de Laia Abril, muy compleja. ¿Me interesa eso? Yo lo que veo es que hoy una persona de treinta y pocos años no puede hacer una exposición solo de fotos. Son artistas, son creadores. Son punta de un iceberg generacional.

–De tus imágenes se ha dicho que son inexpresivas, carentes de emoción, que no tienen mérito fotográfico en el sentido de no hacer alardes de luz ni nada… A muchos fotógrafos de lo artístico les pareces un fotoperiodista.

–Para mí fueron un impacto las fotos de Diane Arbus o August Sander… ¡Más sencillez que eso! Se te pone la piel de gallina viendo las pequeñas copias de Sander… Todo no es encuadre, agacharse, coger un contrapicado… Pero mi fotografía no es parpadeo. Mi mirada es muy fija. ¿Es improvisación lo mío? No, lo he pensado: sigo a la persona, busco el sitio… La parte documental es básica. Yo sería incapaz de quedar con esa persona para el día siguiente. Pero en mi fotografía hay mucha construcción, reflexión de mi vivencia… A veces, de toda una tarde solo me traigo una foto. 

Miguel Trillo FICCIONES (Valencia 2016)

Valencia, 2016 (Ficciones) / MIGUEL TRILLO

–Tu trabajo es que es muy acumulativo…

–Sí, yo digo: “Insisto luego existo”.

–Acumulas tanto material que pareces un científico social, un entomólogo Volvemos a tus insectos: tus jóvenes parecen mariposas clavadas en una lámina…

–Sí, sí, sí. Por eso yo digo que mis fotografías nacen del pensamiento. Necesito que ellos me miren y que estén tranquilos… Para que se relajen primero hago la foto al grupo: se ponen los cuernos, se empujan y tal y cuando están relajados ya los fotografío. 

–No quiero enterrarte, pero en este momento en la fotografía española se habla mucho del problema de la preservación de los archivos. Muchos se han perdido y otros están en trance de hacerlo ¿Qué hay del tuyo?

–¡Solo es un canto del cisne, no me han torcido el cuello…, ja, ja, ja! No sé, no lo he pensado, necesitaré calma. Sí, será para una institución pero…. ¿para cuál, si no hay ninguna? Este es el problema de ser español. Y encima, tripartito. He vivido un tercio en Andalucía, otro en Madrid y otro en Cataluña… ¿Qué hago? Me apena que se pierda lo que tengo en el archivo. Hay tanta gente que he fotografiado… Viven ahí. Si se pierde esas personas sufren… En España, la fotografía ha sido la pobre. Cuando te dicen qué artistas conocidos, verdaderamente populares, pueden ser portadas de prensa y tal, aquí salen muy pocos: Almodóvar… ¿Pintores? Quizá Miquel Barceló, quizá… ¿Fotógrafos? Quizá Alberto García-Alix… Esto es así. Pero el problema ni siquiera es ese. El problema es que mientras eso es así en la Universidad española siguen hablando del Poema del Mío Cid. Eso sí que es un problema.

Miguel Trillo FICCIONES (Madrid, 2014)

Madrid, 2014 (Ficciones) / MIGUEL TRILLO

–Otro factor para explicar tu “desclasamiento” en la jerarquía de la fotografía española es que has trabajado formatos pobres: fanzines, postales, sellos…

–Yo me he educado en el kiosko de las pipas. Con tebeos de niño. Allí donde vendían los cromos, fui coleccionista de sellos… Las postales, las vistas que se decían… Pero yo llevaba el heavy-metal a la postal… Como souvenirs, quizá.

–Tampoco has hecho metafotografía de tu propia obra. No has vuelto a quedar 25 años después con el joven que fotografiaste una vez…  ¿Eso no te ha interesado?

–Para nada. Gervasio Sánchez, que lo ha hecho en Sarajevo, me lo ha dicho más de una vez. No, no, yo no vuelvo al lugar del crimen… Es que mis fotos no tienen tanto que ver con la persona concreta porque esa persona, fuera de ese contexto, ya no es quien era. No, no, yo no busco eso. La gente, para mí, es como yo la vi en su día. Y ya está. Ahí siguen, superorgullosos, jóvenes… Algunos me lo dicen, yo no he tenido problemas con ellos en mi vida. Mis personajes, entendidos como microrelatos, están vivos.

Miguel Trillo,  Movida

La primera Movida / MIGUEL TRILLO

–Has sido profesor de Literatura. De eso has vivido. ¿Dirías que la fotografía es un medio narrativo? ¿Dirías que tus imágenes cuentan historias?

–José Lebrero, que ahora dirige el Museo Picasso Málaga, habló de mis fotos como microrrelatos. Sí, yo insisto en eso: podrían ser relatos breves. Cortázar incluía fotos en sus últimas novelas… Juan Rulfo, que también era fotógrafo, hacía realismo mágico y ahora he pensado alguna vez que Ficciones, enlaza con el realismo mágico porque está basado en una cultura de la imaginación que está por encima de la sexualidad, de la lengua, de las razas… El mundo del universo manga no existe. Por eso, que un fotógrafo documentalista, como yo, refleje una ficción tiene un componente muy literario. Yo creo que la fotografía es lo más contemporáneo. Para mí, desde luego, lo ha sido: la herramienta ideal para poder ser yo. Yo quise ser escritor. Yo quise ser director de cine. Pues ni escribir ni dirigir: fotografiar.

–Muchos fotógrafos que hacen retrato se quejan de la deriva que ha tomado la pose, que es una construcción visual que, con respecto a la pintura, cambió y se disparó con la invención de la fotografía. Con la avalancha de imágenes actual, ¿se ha vuelto histriónica, falsa, impostada? ¿Cuesta más trabajo hoy hacer un retrato veraz porque la gente se esconde tras una pose mucho más acentuada, elaborada?

–El espejo siempre ha existido, ¿no?, no vamos a quejarnos ahora de eso. No ha habido casas sin espejos. Desde los 80 yo he visto que los jóvenes tienen mucho kilometraje de espejo, de lucirse. Son personas muy narcisistas y ahora, con el móvil, se saben de memoria su cuerpo de tanto mirarse … ¿Que si sus poses son falsas? No, son las suyas, las de su edad. Siempre ha habido gente con atracción visual. Iconos: Mick Jagger, James Dean… Yo no he sido un cazador de talentos, pero sí he buscado iconos callejeros, gente con atractivo, y la gente con atractivo se mira en los escaparates… Tampoco sé si he sido, exactamente, un retratista. Lo mío ha sido siempre crear algo fugaz. Un retratista necesita un estudio. La pregunta que siempre me he hecho es por qué salía a la calle a retratar jóvenes si yo, que daba clase y tal, no necesitaba el dinero. 

Miguel Trillo FICCIONES (Bangkok 2016)–¿Y cuál es la respuesta?

–Yo creo que era por una lucha. Era el final del franquismo yla calle me tenía en pie de combate. Había que fotografiar la lucha de la calle. Lo mío es fotografía documental, vivencial. El fotógrafo documental que yo era no sé si existe ahora, sencillamente, porque ya no hay acto sin fotografía. Antes, yo accedía a un cierto nivel público de la vida de los jóvenes, pero ahora ellos mismos fotografían su intimidad. Fotografían su vida. Su vida es fotografía. Y la fotografían ellos solitos. Con un móvil. Yo creo que a veces hasta se asustan de lo que hacen…

–Otros fotógrafos, a veces hasta rozar el malditismo, fotografiaron los extremos de la aventura juvenil desde dentro: drogándose… Pero en tu caso, y habiendo fotografiado el mundo de la música y otros aledaños a las drogas, en absoluto.

–Mi droga ha sido la cámara. Y la música, que fue mi salida de emergencia para un joven como yo, que en Radio Gibraltar –vivía al lado de la Verja– oía otra música distinta a la del folclore unida al nacionalcatolicismo de entonces… Siempre he tenido una banda sonora. Soy incapaz de hacer fotos si no tengo una banda sonora detrás. Pero lo del mito del ángel caído ni me lo he creído nunca ni tiene nada que ver conmigo, no. Mira que he estado rodeado de cosas, pero no sé si es porque era asmático, porque los tripis no me interesaban, porque era hipocondríaco o porque los porros me daban sueño o arcadas… La cosa es que el leitmotiv ese de las drogas –que si eran eléctricas y tal y que si la vida del verdadero artista tenía que ir unida a ellas– pues no iba conmigo. No es que yo pidiera agua mineral en las barras –que, por otra parte, entonces no había– porque yo me tomaba mi cervecita o mi gintonic, pero nada más. He estado rodeado de drogas y he estado en sitios complicados. Por ir a fotografiar el mundo del reggaeton, en Panamá me robaron el equipo a punta de pistola… Pero eso son gajes del oficio.

–Y pensar que el arranque de tu carrera con el primer fanzine que hiciste fue el resultado de un portfolio que Miguel Oriola rechazó publicar en Poptografía, la revista que dirigía… Como nunca se publicó ahí, lo editaste tú mismo…

–El despecho, que da para mucho, ja, ja, ja…