La artista Olga Cuenca

La artista Olga Cuenca CEDIDA

Artes

Olga Cuenca: "La vida es larga y hay que experimentar y expresar lo que llevamos dentro"

La artista, que expone en Madrid, se reiventó a partir de los 50 años tras una vida centrada en la medicina y la consultoría en comunicación: "pintaba bien desde muy pequeña"

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La serenidad de su mirada. El puente entre el “Interior doliente y el exterior prometedor”. Fotografías hermosas, pero que provocan algo mucho más complicado. “Nos enseña una filosofía desde el sentido de la vida, la alegría de vivir desde la serenidad de su mirada”. Son palabras de Luis Mayo, pintor y profesor de Bellas Artes sobre la artista Olga Cuenca (Barcelona, 1959), que ha sabido hacer de su vida un ejemplo sobre la perseverancia y el valor de la renuncia para abrazar aquello que siempre se ha anhelado. Y es que Cuenca, con cuatro exposiciones individuales en los últimos cinco años, dejó su profesión y sus negocios para dar rienda suelta a su pasión, para pintar, fotografiar y experimentar. Aunque esa inquietud la tuvo desde siempre. Sin embargo, ¿cuándo se cruza ese umbral entre la afición y la profesión? Cuenca precisa: "La vida es larga y hay que experimentar y expresar lo que llevamos dentro".

Olga Cuenca atesora una trayectoria profesional larga y densa. En esta conversación con Letra Global, la artista reclama el derecho de toda persona a “estar viva, una vez se ha considerado que ya está todo hecho”. Reivindica, por tanto, la posibilidad de buscar otros mundos, de aventurarse en laberintos, de realizar lo que uno entienda que puede emprender. Cuenca fue una niña que “pintaba muy bien”. Se le daba “bien”. Su madre lo tuvo en cuenta, y estudió en una escuela de arte en Barcelona. Pero Olga era buena estudiante y se decantó por la Medicina. Estuvo a punto, sin embargo, de matricularse en Bellas Artes. ¿Hay siempre en las vidas humanas ese punto azaroso, ese instante que retrató de maravilla Woody Allen en Match Point?

La artista Olga Cuenca en su estudio

La artista Olga Cuenca en su estudio CEDIDA

La vida le sonrió a Olga Cuenca, porque la profesión de médico le aportó muchas satisfacciones. Transcurrieron años de investigación, con dossiers sobre información de medicamentos. La chispa se encendió de nuevo, y producto de ese camino Olga Cuenca derivó hacia la consultoría de comunicación (Llorente & Cuenca, que mantiene su apellido).

Pero el arte seguía ahí, en el corazón y en las manos de Olga. “Hay una cuestión importante que todos deberíamos tener en cuenta, y es que podemos tener muchas facetas, no nos debemos reducir a una cosa. Es verdad que es vital lo que suceda cuando tienes pocos años, porque todas las experiencias que recibes las puedes interiorizar. Cuánto más te dan, más puedes absorber”, señala la artista que se da a conocer en las galerías de arte como TY Trias. “Vuelvo a jugar al ajedrez, algo que me parecía por completo ajeno, pero resulta que fue mi abuelo quien me introdujo, porque a él le gustaba mucho. He recordado que, de muy pequeña, jugaba con él al ajedrez, aunque en mi casa se jugaba más al bridge”, apunta Cuenca.

La experiencia acumulada

Pero, ¿cómo puede una doctora y consulta en comunicación dejarlo todo, venderse las acciones de la empresa y pasar a exponer obras de arte? Pasados los cincuenta años, Olga entendió que había llegado el momento. Cuenca jugaba de joven a baloncesto y con mucha dedicación. Y estudiaba, con el peso de cuatro generaciones en la familia centradas en la medicina. Estaba encaminada. No podía ni quería “pintar como una afición, cuatro horas hoy, y una hora en el fin de semana”. Pero cuando pudo dejarlo todo, y también con una menor presión económica, Olga Cuenca se dedicó por completo al arte.

'Red', de Olga Cuenca, muestra el conflicto entre el interior que sufre y el exterior, que ofrece esperanza

'Red', de Olga Cuenca, muestra el conflicto entre el interior que sufre y el exterior, que ofrece esperanza CEDIDA

Y, tal vez, sea la mejor decisión, porque en sus imágenes la artista expresa toda la experiencia vital acumulada. En eso le da la razón al crítico de arte Francisco Calvo Serraller, convencido de que las mejores obras de un autor llegan al final. La mejor producción es la que llega después de muchos años de vida, de experiencias acumuladas. Porque Olga Cuenca no ha dejado de pensar y de experimentar en el mundo del arte. Ahora goza en plenitud de ese cambio de vida.

Olga Cuenca habla del arquitecto Emilio Tuñón, quien señala que las personas se dedican a la segunda cosa que mejor saben hacer. “Por eso yo me he dedicado ahora al arte”, precisa. Pero, ¿qué sabemos hacer? “Muchas cosas, debemos aflorar lo que llevamos dentro, porque tenemos distintas dimensiones”, insiste Cuenca.

La creatividad llega con el trabajo

¿El médico con rostro severo que nos diagnóstica sólo vive por y para la medicina? ¿El ingeniero que lo tiene todo medido, ¿no puede explayarse en un club de lectura? Olga Cuenca incide en la fuerza de voluntad, en la necesidad de perseverar, de buscar lo que se desea, de ser lo que se ha querido ser. En el camino, en el intento, está la recompensa. Aunque también puede llegar de forma tangible, con una exposición, como la P20/21, una serie de fotográfica en el Ateneo de Madrid de la artista…Olga Cuenca.

Porque, ¿y la inspiración, y el talento natural? “Hay que trabajar, experimentar, porque la creatividad la podemos tener, pero llega también con el trabajo, con probar y probar, con la investigación permanente sobre lo que se desea obtener”, señala Olga.

'Blue', de Olga Cuenca, expresa tristeza, angustia y esperanza

'Blue', de Olga Cuenca, expresa tristeza, angustia y esperanza CEDIDA

Las fotografías de esa exposición muestran un trabajo sobre la superación de la pandemia del Covid. Como apunta Luis Mayo, “Olga confiesa que si con su instantánea no atrapa la esencia de la atmósfera, renuncia al resultado, por hermoso que sea”.

La artista disfruta ahora de lo que siempre quiso rodearse. Fotografías, esculturas, pinturas, con el objetivo también de incorporar la música. La idea de crear una atmósfera que nos haga un bien, que nos deje intuir la esperanza, que nos haga vivir.

Cuenca asegura que se decidió por “la vida”, jugando con aquel libro de Jorge Semprún, La escritura o la vida, sobre su experiencia en un campo de concentración. Y tras meditarlo con tiento, abandonó Llorente y Cuenca en 2011, justo pasados los 50 años, para elegir “la vida” y abrazar el arte.

Una pasión que podrá introducir a sus nietos, con los que juega “intensamente”, con prácticas que enlazan con sus lecciones de vida. “Leemos cuentos, corremos, cantamos, jugamos a juegos más pausados...explotamos una plasticidad que todos tenemos. Pero hay que sacarla a flote”.