El grabado Flammarion / WIKIPEDIA

El grabado Flammarion / WIKIPEDIA

Artes

Los oscuros motivos de Broyles

Algunos de los motivos que expone Broyles para amar la guerra remiten al famoso grabado de Flammarion en el que un peregrino de rodillas ha encontrado el punto donde el cielo y la tierra se tocan

7 octubre, 2023 19:02

Comentábamos el otro día, a propósito de la exposición de Hélène Delprat en el museo Picasso, los diez motivos que expone William Broyles Jr. En un ensayo titulado Why Men Love War, de su libro Brothers in arms, por los que, según sostiene, los hombres, por más que detesten la guerra, también, en muchos casos, les gusta, la disfrutan. Los veteranos de Vietnam como él, la añoran.

El domingo pasado expusimos los cinco primeros motivos: uno, es una experiencia de gran intensidad, ofrece infinitas experiencias exóticas; dos, la posibilidad de jugar como niños haciendo gamberradas; tres, la claridad de las cosas en un mundo de amigos y enemigos, sin las complejidades de la vida civil; cuatro, la liberación de los lazos familiares, laborales, comunitarios; y cinco, la camaradería que uno establece con compañeros a los que les confías tu vida.

Acabamos diciendo que estos cinco motivos son los más fáciles de exponer y entender. Vayamos ahora con los más raros y difíciles de explicar:

Uno, la iniciación al poder de la vida y la muerte. “Es como levantar una esquina del universo y mirar qué hay detrás”, dice textualmente, yo supongo que lo dice pensando en el famoso grabado de Flammarion en el que un peregrino de rodillas que ha encontrado el punto donde el cielo y la tierra se tocan, levanta la “piel” de la Naturaleza, como quien levanta el faldón de una cortina, y descubre que detrás de los conocidos fenómenos del sol, las estrellas, los árboles, los montes, los mares, se oculta un riguroso engranaje de ruedas dentadas colosales. “Ver la guerra es ver el oscuro corazón de las cosas, esa tierra de nadie entre la vida y la muerte”, dice Broyles.

'La batalla de San Romano', de Hélène Delprat

'La batalla de San Romano', de Hélène Delprat

Es un hombre que no se hace falsas ilusiones. Una de las razones más turbadoras por las que a los hombres les gusta la guerra es el gusto por la destrucción, la excitación de matar, y para refrendarlo cita el magnífico libro sobre la segunda guerra mundial Guerreros. Reflexiones del hombre en la batalla (Ed. Inédita) del veterano de esa guerra J. Glenn Gray: “Miles de jóvenes que nunca sospecharon la presencia en ellos mismos de semejante impulso aprendieron en la vida militar la loca excitación de destruir”.

No menos turbadora es la siguiente razón: hay alegría, verdadera alegría, en seguir vivo cuando los demás a tu alrededor han caído. “Y de la alegría de estar vivo en presencia de la muerte a la alegría de causar la muerte, por desgracia hay muy poca distancia”.

Otro de los raros motivos: una extraña variante de la belleza, que ya habíamos visto en algunas de las cuidadosas, casi acariciantes descripciones que hace Junger de los incendios y las destrucciones, las luces en la noche y los estampidos de los campos de batalla durante la primera guerra mundial, en Tempestades de acero, (Tusquets, pero creo que está agotado). En la guerra, reconoce Broyles, “me rendí a una estética que estaba divorciada de esa crucial cualidad de empatía que nos permite sentir los sufrimientos de los demás. Y ahí vi una terrible belleza”. Conectada con ésta, la belleza de las armas: “Los hombres aman a sus armas, no solamente porque les ayudan a mantenerse con vida, sino por un motivo más profundo. Les gustan sus rifles y sus cuchillos por la misma razón que los guerreros medievales amaban su armadura y sus espadas: son instrumentos bellos”.

Por fin apuntamos el último y quizá más extraño de los motivos: la mayoría de los hombres que han estado en la guerra y la mayoría de las mujeres que han estado cerca, recuerdan que nunca en su vida tuvieron una sexualidad tan elevada. “La guerra, para decirlo en dos palabras, te pone cachondo”. Quién lo hubiera dicho.