Luis Gordillo, memoria del futuro
El Museo Universidad de Navarra muestra en una exposición la soberbia capacidad del artista sevillano para reinventarse tras más de seis décadas dedicado al oficio de pintar
11 marzo, 2021 00:00Lo ves acercarse y parece un fraile seco y severo, de bruscos movimientos, como desacostumbrado al exterior de la luz blanca de su casa-estudio situada a las afueras de Madrid. Luis Gordillo se ha pasado la vida trabajando lienzos donde volcar desvelos, impresiones y formas que han cristalizado en una de las trayectorias artísticas más fecundas y sobresalientes del arte español de las últimas décadas, propulsada desde esa punzada psíquica de preguntarse constantemente quién es y qué hace aquí.
Pero lo más admirable, en más de sesenta años de oficio, es la fulminante caloría de su plástica y la capacidad de transitar, sucesivamente, por el informalismo, el pop, el geometrismo y la figuración como si aquello no lo hubiese realizado nadie antes. De ahí que sus obras hayan quedado como espacios de una geometría poética y gamberra. Territorios en fuga donde las formas y los colores se desafían, colisionan, establecen un ruido o un silencio y, al final, alcanzan una extraña armonía o una lúcida carcajada.
Nació en Sevilla en 1934 y ahí sigue, con la cabeza como una zarza ardiente. De joven, se alistó a las clases de Derecho, pero se hizo pintor. Quiso ser músico –pianista, concretamente– y aprendió dibujo. Conoció el aire de las nuevas tendencias del arte en París y Londres a finales de los cincuenta y, de vuelta, acabó por apadrinar sin querer a los esquizos, los jóvenes de la nueva figuración madrileña allá por los setenta, para acabar haciéndose hueco en la experimentación fotográfica y digital.
Refracciones Refractivas (2019) preside una de las salas de la exposición Memorándum en Pamplona / MUSEO UNIVERSIDAD DE NAVARRA (MUN)
Así es posible descubrirlo en la exposición Memorándum, donde todos esos mundos de Gordillo han terminado por desplegarse en el Museo Universidad de Navarra como una fiesta de vendaval. Telas únicas, trípticos y polípticos surgidos de su mano zurda y de su mente, que cobija un espectáculo de inteligencia con ideas en llamas del tipo: “Cuando algo queda bonito, sospecho”. Porque en este hombre se da eso mismo, la expedición por la pintura sin saber muy bien qué mapa llevar ni a qué meta agarrarse.
“Memorándum no es una antológica sino una exposición a capricho, muy libre, como niños que juegan a un juego voluptuoso”, ha confirmado el artista, quien insiste en buscarse el fuego creativo en el requesón del subconsciente tras años tumbado en el diván del psicoanalista. Planteada a modo de peculiar escrutinio, la muestra pone el foco en los trabajos más sobresalientes realizados por Gordillo en el siglo XXI y sus conexiones con otras obras y series emblemáticas ejecutadas años atrás.
Chorus (2020), uno de los trabajos culminados por Luis Gordillo durante el confinamiento / MUSEO UNIVERSIDAD DE NAVARRA (MUN)
Explicado ya profusamente por el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (2000), el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (2007) y el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (2016), la actual propuesta diseñada por Sema D’Acosta –quien ha reunido más de un centenar de obras, el 70% de ellas inéditas hasta la fecha– indaga en la sintaxis y en los códigos empleados por el artista a modo de estilo personal, su manera de enfrentarse al hecho creativo sin prejuicios y máxima libertad.
En palabras del artista, este proyecto ‒abierto hasta el 12 de septiembre‒ permite observar “el desarrollo de la obra, como si se viera con microscopio, las moléculas de la pintura, cómo se hacen más complejas, cómo se unen, cómo se fabrican cuerpos. En mi pintura cada día es más importante cómo aglutinar cuerpos pictóricos, cogiendo síntomas directos de la sociedad o míos, y mezclándolos. Es como si estuviera fabricando otro Gordillo paralelo. Creo que eso define muy bien lo que quiero hacer”.
Algunas de las obras incluidas en la sala dedicada a las caras de Gordillo / MUSEO UNIVERSIDAD DE NAVARRA (MUN)
Los espectadores están llamados, por tanto, a ejercer un papel activo, dado que pueden desentrañar motivos y tensiones comunes en el trabajo del pintor a lo largo de décadas. Se ofrece una doble perspectiva: por un lado, una visión panorámica de familias afines de cuadros o temas recurrentes de su carrera; por otra, una observación de las motivaciones del artista en un momento concreto. Sucede así con el encierro a causa del coronavirus y la formulación de obras como Autobiografía Gordilliensis (2020).
Con cierta vocación didáctica, la exposición se divide en seis secciones, muchas de ellas dedicadas a esos motivos repetidos en la obra del artista. La primera de las salas está centrada en las caras y las cabezas, entre las que destacan la Serie Luna (1977), culminación de varios desarrollos en torno a un rostro sin rasgos de un peculiar personaje, junto a otros conjuntos como Lábil (1974), Nueva York (1975) y Blandas (1976) que combinan pintura y fotografía.
También se adentra este Memorándum en otras constantes de su producción, como la dualidad entre pintura horizontal y vertical y la pintura expandida, en lo que la obra escapa de los estrictos límites bidimensionales del plano. Finalmente, se exponen sus pioneras piruetas en el uso del ordenador y los procesos digitales y un variado repertorio fruto de sus procesos de creación, que dan lugar a un lenguaje multidisciplinar, híbrido y global.
“Un memorándum es un discurso público, como ir al notario a decir la verdad para que conste. Además de algo irónico, por la excesiva importancia de la palabra. Tiene también que ver con mi edad, no porque piense que no vaya a vivir más, sino porque te vas acercando a la sensación de que esto tiene algún fin. Es ese aroma el que queda en la exposición”, asegura Luis Gordillo, quien suele hacer uso de una ironía de tipo serio. “Tengo que seguir aprendiendo. La cosa está empezando…”.