'Fer' y los paseos de Diderot
El dibujante leonés afincado en Barcelona, director de ‘El Jueves’ y colaborador de ‘El Punt Avui’, fue un maestro del ingenio y el capitán de la santa cofradía de la viñeta
17 septiembre, 2020 00:00El paseo de Fer por el Gótico barcelonés junto al llorado monologuista Pepe Rubianes, en una foto de La Vanguardia, lo dice todo: civilización y comedia; arte y combate. En otra imagen más reciente aparecen Fer y Pepe Farruqo (“tengo el alma rota”), el ilustrador de Crónica Global y del El Jueves, la revista satírica de la que Fer fue director. Su paso por la casa de Gin (Jordi Ginés Soteras, fallecido en 1996) le marcó definitivamente. Caricaturizar la realidad te convierte en sospechoso. Y, por eso, las dos instantáneas citadas, las de Rubianes y Farruqo, evocan para mí los paseos de Diderot, con sus amigos, en el patio del penal de Vincennes, patíbulo de pensadores y cadalso de Mata-Hari, donde el editor de la Enciclopedia pasaba una temporada en la sombra por contar verdades como puños.
Los dibujantes están a medio camino entre la filosofía y los salones de los peluqueros del XVIII. Los tocadores de féminas, abundados por hombres libres, fueron el crisol del pensamiento crítico; podríamos decir que la radicalidad de Fígaro sembró la Europa de la razón que hemos heredado. Será por eso que Charlie Hebdó, El Jueves, Le Canard Enchaîné o el mismo Papus son templos del ingenio para los inocentes que pecaron al nacer, como Segismundo (“¿qué delito cometí…?”).
Cuando este lunes falleció, José Antonio Fernandez, conocido con el alias profesional de Fer, dibujante de El Punt Avui, sus camaradas de armas en el diario catalán nos revelaron que él había entregado a tiempo su último trabajo para la edición del día. Publicaba una viñeta diaria y esta última estuvo dedicada a la vuelta al cole; es decir, murió con las botas puestas, algo que solo vale para los grandes. Fer tenía dos debilidades: la música de Johny Cash y el cocido de su tierra; era leonés, nacido en Mansilla de las Mulas. Llevaba camisetas con el careto de Cash, la voz patibularia, y en su móvil sonaba el tono de Ring of fire. Lo del cocido es mundial; para cuatro comensales, el dibujante utilizaba 450 gramos de garbanzos extra de la Bañeza, tuétano, morcillo, hueso de rodilla, morcilla de Cigales, oreja y botillo. Recordó siempre que, en su primer contacto con el Manolo Vázquez Montalbán, el cocido fue el portal de una bella amistad.
El dibujante Fer / EL JUEVES
Las viñetas son a menudo como barricadas de adoquines en medio de la calle; derrumban las fortalezas del pasado y prefiguran el futuro a través de la desacralización cómica; “lo más venerado debe ser vencido por la risa” (Moliere). Así lo hace El Jueves, la revista satírica más antigua de España (fundada en 1977), que cada diez años le da por culo a la monarquía. Como lo oyen; literalmente. En 2007, un juez mandó secuestrar el número 1.573. El motivo era que la portada, en la que aparecía un dibujo de los actuales reyes manteniendo relaciones sexuales en la postura del perrito, “denigrante para la monarquía”. Diez años después, en 2017, la revista volvió a las andadas publicando una portada casi idéntica, con la infanta Cristina y su marido, Iñaki Urdangarín. La cita de Moliere es pertinente; el padre de la comedia desnudaba a la corte de Versalles delante de Luis XIV, mientras el Rey Sol y sus amigos se reían a calzón quitado; después, ciertamente, algún censor decidía que era lo que podía ver el pueblo en los teatros de París. En todas partes cuecen habas.
La troupe de Fer es así. No le teme a nada. El dibujante se despachó a gusto con los poderes matones; todos, incluida la banda terrorista ETA, que le tuvo en su punto de mira. La redacción de El Papus soportó una enorme tragedia, un salvaje atentado con bomba, el 20 de septiembre de 1977, reivindicado por el grupo de extrema derecha, La Triple A, que le costó la vida a Juan Peñalver, el portero de la finca, y produjo heridas a diecisiete colaboradores del semanario. Muchos años después, en 2017, a los excedidos batallones de Policía Nacional del 1-O, aparcados en el Piolín del Puerto de Barcelona, el mundo satírico les cayó encima en forma de polvo blanco. Hay leña para todos; la viñeta es la corrosión del statu quo; no hace ruido, solo susurra: despiértate.
Caricatura de Any de sobres / FER
Fer era “un referente del historietismo y el humor gráfico”, dice el president Quim Torra al filo de su inhabilitación; él le entregó al dibujante la Creu de Sant Jordi en 1918. A lo largo de su trayectoria el dibujante fallecido editó varios recopilatorios como Per aquí, per allá (1996), Adéu Presi (2003), Any d’estelades (2012), Any de sobres (2013) y Any de consulta (2014), algunos sólo con historietas suyas y otros compartiendo publicación con dibujantes como Ferreres, Batllori, Kap, Farruqo, Ermengol o Napi. También coordinó el libro Comunica con Humor y fue uno de los principales impulsores del Premio Internacional del Humor Gat Perich. Recibió el premio Ivà al mejor dibujante humorístico, en 1996. En sus comienzos colaboró en publicaciones como Mata Ratos, Patufet y Oriflama; dejó auténticas perlas en Barrabás, la irrupción del humor, no precisamente blanco, en el mundo del deporte.
La despedida de Fer, en Mollet (Barcelona), la ciudad en la que se crió tras llegar sus padres desde León, estuvo marcada, el pasado día 15 de septiembre, por el luto inesperado que producen los infartos. Allí alternó su profesión de docente con el dibujo; muchos años después de consolidarse como artista, dejó El Jueves para recorrer su penúltima etapa y volvió puntualmente a la docencia.
En los últimos días, los momentos de recogimiento y añoranza llegan de todo el país. El Faro de Vigo recuerda, en su edición de ayer, que el pasado mayo Fer homenajeó a Juste de Nin con una viñeta de despedida donde este llegaba al cielo y era recibido por su colega Perich y por Vázquez Montalbán. Y se pregunta si ahora son ellos quienes le estén recibiendo a él en el Olimpo de los humoristas gráficos. Que haya sido justamente el papel que dirigió en vida Álvaro Cunqueiro, quien conecte el cielo y tierra, le gustaría al dibujante. El sello leonés nunca abandonó a José Antonio Fernández, ciudadano barcelonés de mirada atlántica. A estas horas se habrá conectado ya con el cielo plomizo galaico-leonés de Las crónicas del sochantre. La santa compaña le protege, aunque a la procesión de las ánimas, los leoneses le llaman Estantigua.