Daido Moriyama visto por DANIEL ROSELL

Daido Moriyama visto por DANIEL ROSELL

Artes

Moriyama y la fotografía japonesa

FotoColectania presenta en Barcelona una antológica de Daido Moriyama, fotógrafo japonés perturbador, subyugante y empeñado en registrar el mundo

8 agosto, 2020 00:10

Subyugante. Controvertido. Perturbador. Oscilando –según quien lo mire– entre la fascinación y la repulsión. Daido Moriyama (Osaka, 1938), ojo japonés del siglo, lleva cinco décadas golpeando la mirada con sus imágenes turbadoras e imprecisas resueltas con un altísimo contraste –casi como si las imágenes fueran fotocopias de las originales– con el grano muy gordo, una composición arbitraria, a veces casi azarosa y en general descompensada y un provocador fuera de foco: en sus fotografías más extremas, la estética de lo visualmente informe. La belleza no es su mundo. Al contrario: este creador radicalmente incómodo es profundamente contemporáneo por haber abrazado la idea de la ciudad moderna –escenario de la mayoría de sus miles de imágenes– como un decorado caótico y amorfo por el que deambulan seres humanos que a menudo se le antojan grotescos. Frente a las imágenes narrativas, claras y transparentes de otros fotógrafos, en el imperio de Daido Moriyama el mundo es oscuro, no está cifrado y es ilegible.

En Barcelona, y hasta el próximo 4 de octubre, la Fundación FotoColectania retoma Daido Moriyama. A Diary, la gran exposición celebratoria del Premio Hasselblad 2019 –como se suele añadir de coletilla: el Oscar mundial de la fotografía– que debió interrumpir en marzo con el estallido de la pandemia, solo un día después de abrirla. La muestra, intencionadamente organizada sin series, con las imágenes carentes de títulos, dataciones ni cartelas explicativas, desnuda nuestra mirada, huérfana de puntos de apoyo, frente a las bofetadas visuales de un fotógrafo compulsivo que trasluce en sus disparos la intensidad física con la que entiende el acto fotográfico. “Todo está muy a flor de piel en su obra. La de Moriyama es una fotografía que se hace con el cuerpo”, explica Pepe Font de Mora, director de FotoColectania. 

MORIYAMA 1© Daido Moriyama Photo Foundation

© Daido Moriyama Photo Foundation

Efectivamente, el compulsivo Moriyama, que ha publicado más de 400 libros, parece un escáner indesmayable del mundo: siempre en funcionamiento. Cuando fue a Götemborg (Suecia), a recoger el Hasselblad, cuentan que no dejaba de disparar ni un instante. Su idea motor siempre ha sido la fantasía borgiana de fotocopiar el mundo. Triturar el fluir de la vida en un catálogo de imágenes. Huir de la expresividad interior. Reivindicar la fotografía como documento, huella, índice. “Para Moriyama, la fotografía es el único medio que copia instantáneamente el mundo”, recuerda Mora, aunque otro especialista en la obra del japonés, Ramón Reverte, editor de RM, que publicó uno de los mejores catálogos de Moriyama en castellano, discrepa y señala que a Moriyama, y a la fotografía japonesa en general, no le interesa el registro de la realidad, “sino el de las emociones”.

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© Daido Moriyama Photo Foundation

Dos visiones de la fotografía enfrentadas cristalizan en Moriyama, como en gran parte de la fotografía oriental. Para los europeos, y según la etimología griega, fotografía es escribir con luz, una suerte de caligrafía que puede abrazar la conquista de las más elevadas aspiraciones literarias. Pero en japonés, fotografía significa shin shan, que es la reunión de dos ideogramas que significan reproducir y realidad. Es decir: grabar una reproducción de la realidad sobre la superficie sin más novelería ni retórica.

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© Daido Moriyama Photo Foundation

Moriyama traiciona las dos acepciones pero cumple con el precepto de no sobrecargar sus imágenes con el adorno de grandilocuentes discursos teóricos. Al revés: “Mis fotos no son un dibujo enigmático a modo de acertijo, como si pretendiera que los granos gruesos reflejaran la devastación del mundo, ni mis fotos movidas desean exponer la inestabilidad de una época”, escribió en El diálogo con la fotografía. Y añade: “No intento encontrarme a mí mismo en un disparo. Quizá solo quiera ver la posición del mundo en el que estoy”.

MORIYAMA 4© Daido Moriyama Photo Foundation

© Daido Moriyama Photo Foundation

Haciendo eso y disparando a menudo sin ni siquiera mirar por el visor –lo que no significa forzosamente disparar arbitrariamente sino dándole licencia a su oficio para que salga al encuentro del azar– Moriyama se ha convertido en uno de los fotógrafos más influyentes (cuando no literalmente imitados) del mundo. Su estela puede ser rastreada en otros autores radicales como D´Agata, Petersen o, en España, Ricky Dávila y Miguel Oriola. A su vez, en su obra flotan influencias decisivas como, sobre todo, la de su amigo William Klein quien, habiendo nacido en Nueva York, sería el más americano de los fotógrafos japoneses, un paladín de todas las modernas travesuras visuales que, en gran parte, fundó la estética de la fotografía contemporánea.

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© Daido Moriyama Photo Foundation

En los años siguientes al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando la fotografía japonesa, que había permanecido mucho tiempo cerrada o refractaria a la influencia de la europea y americana, se abre al fin al público coincidiendo con el final de su tradición imperial, Klein, con sus imágenes accidentales, sus deformaciones y sus evasiones del encuadre que crearon una suerte de fotomatón callejero en las antípodas de la elegancia y la mesura de Cartier-Bresson, iluminó como un faro de novedad y transgresión  a los jóvenes fotógrafos japoneses que, en 1968, dan un golpe sobre la mesa de la imagen contemporánea sacudiéndola con Provoque, la publicación que libera a la fotografía propulsándola hacia todo aquello que la razón y el lenguaje no pueden asir. En un ambiente de gran renovación y efervescencia cultural –vinculada al cine, las compañías teatrales o de performance– los fotógrafos y críticos de Provoque –Takanashi, Nakahira, Moriyama…– se rebelan ante la búsqueda de la belleza –otro concepto que en Japón no significa lo mismo que en Europa– y desatan una impactante y desconcertante catarata de imágenes que también expresan la voluntad democratizadora de la fotografía.

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© Daido Moriyama Photo Foundation

Ese factor democratizador es decisivo en Moriyama, un fotógrafo que cuando hace click parece estar imprimiendo sus imágenes a sangre en los fotolibros, pues Moriyama, aunque pueda ser disfrutado en una exposición, es un rotundo creador de libros pues fueron los fotolibros, como explica Ramón Reverte, los que construyeron la gran tradición de la nueva fotografía japonesa. No el prestigio de la copia exclusiva y única al alcance de muy pocos. No la cotización de la copia colgada en una galería de arte. Fue la reproductibilidad, como ya anticipó Walter Benjamin

MORIYAMA 7© Daido Moriyama Photo Foundation

© Daido Moriyama Photo Foundation

Fueron los libros: radicalmente diferentes a los europeos, impresos en maravillosos papeles, con una edición y un diseño calculadísimos, con sus tipografías insertadas, a menudo, dentro de la imagen, los que expandieron la semilla de la fotografía en Japón, hoy una potencia visual mundial. Moriyama también ha contribuido a construirla dando licencia para serigrafiar camisetas con sus imágenes.

MORIYAMA 8© Daido Moriyama Photo Foundation

© Daido Moriyama Photo Foundation

La pasión de Moriyama por los fotolibros es desbordante y lo convierte en un autor inabarcable que se extiende sobre una enorme mancha de tinta en alrededor de 500 títulos, además de su presencia en la mítica revista Record. Solo otro fotógrafo –japonés, por supuesto– supera su pulsión: Araki ha publicado unos 600. Ambos comparten algo más: una atracción hacia el erotismo y la sexualidad expresa que, en el caso de Moriyama, va más allá de los cuerpos y alcanza a las ciudades, de las que en medio de su caos y su uniformidad, extrae la presencia del erotismo urbano que carga a sus imágenes melancólicas de un aura de excitación. O la certificación del fracaso del deseo.

MORIYAMA 9© Daido Moriyama Photo Foundation

© Daido Moriyama Photo Foundation

Ordenadas sin distinción de rango, prescindiendo del orden jerárquico, las imágenes de Daido Moriyama pueden convertir en orfandad y desolación la errabundia de un perro callejero o en una experiencia psicotrópica su visión de una escena indescriptible reducida a grandes manchas de negros y blancos puros. Qué se ve en ellas? No lo sabemos, pero se apoderan de la mirada de muchos espectadores. A otros, sin embargo, desconcertados ante la ausencia de formas reconocibles, les espanta. Como les perturba su buena colección de figuras fetales, algunas encapsuladas en un tarro que parece iluminarlas interiormente como si fueran figuras flotantes.

Hay vértigo. Ansiedad. Crispación y toda una apología del fragmento urbano elevado a categoría en el imaginario visual de Moriyama, que a veces se nos expresa poéticamente –pequeñísimos pero sugerentes detalles de primeros planos– y otras muchas mórbida, prohibida y lascivamente, como en esos fragmentos de cuerpos de mujer expuestos como oscuros objetos de deseo rodeados de un  halo de misterio o de peligro.

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© Daido Moriyama Photo Foundation

El mundo es tenebroso en las imágenes cinéticas y alucinatorias de Daido Moriyama. Muchas de las más conocidas cuelgan en FotoColectania de Barcelona en esta expo que alterna un ritmo sincopado de copias gigantescas con otras mucho más pequeñas, una inmensa mayoría en blanco y negro, pero algunas otras en color, todas envueltas en un gran despliegue de fondos bibliográficos privados que recogen la amplia producción de Moriyama, pródigo incluso en fanzines –en cierto modo, fetiches para coleccionistas muy devotos de su mundo– pero que también dan cuenta de la implicación y el amor de una Fundación, FotoColectania, hacia un creador que tanto si te hipnotiza como si te repele, resultará siempre compulsivamente abusivo porque, como viene a decir una de las comisarias de la muestra, Sarah Walker, lo que vemos cuando miramos sus fotografías es el parpadeo incesante de su ojo que ante cada escena que ve hace un click, parpadea, camina, mira, alza la cámara y vuelve a hacer click.