La historiadora Ofelia Rey Castelao

La historiadora Ofelia Rey Castelao UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

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Ofelia Rey Castelao: "La inmigración de las mujeres es mayoritaria, pero sigue siendo invisible"

La catedrática de la Universidad de Santiago de Compostela, Premio Nacional de Historia, reúne sus estudios sobre la sociología de la emigración femenina en 'El vuelo corto', un ensayo sobre cómo los movimientos de población en la Edad Moderna han creado una determinada concepción de España

8 junio, 2023 19:40

Catedrática de Historia Moderna en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Santiago de Compostela, Ofelia Rey Castelao ganó el pasado año el Premio Nacional de Historia por su ensayo El vuelo corto, un detallado y riguroso estudio sobre el papel de las mujeres dentro de la historia de la migración en la Edad Moderna. Rey Castelao presta atención tanto al papel de las mujeres que emigraron, muchas de ellas a las grandes ciudades para trabajar en el servicio doméstico, como a aquellas que se quedaron en su lugares de origen, haciéndose cargo de las tierras en ausencia de sus maridos. El vuelo corto, señalaba en su deliberación el jurado del galardón, es “una investigación rigurosa con diversidad de fuentes históricas que ofrece una visión integral de las migraciones de las mujeres en la Edad Moderna”. 

-Su ensayo comienza interrogándose sobre la ausencia de la mujer en los estudios sobre migraciones. Así que déjeme empezar a mí también por esta misma cuestión. 

-Antes que nada, hay que tener en cuenta que el estudio de las migraciones ha sido muy tardío. Hasta los años setenta, además, solamente interesaba estudiar las migraciones internacionales, fundamentalmente las ultramarinas. Por tanto, se estudió bastante la inmigración de España a América en el siglo XVI, la de Francia a Canadá o la de Inglaterra a América del Norte. Y no se prestó atención en el interés que podían tener las otras migraciones, puesto que se consideraba que no tenían consecuencias a medio y largo plazo.

En torno a 1992, se empezaron a organizar congresos por toda Europa para volver a estudiar la emigración a América, obligando a revisar toda una serie de archivos que revelaron cosas muy interesantes. Le cuento mi caso: por entonces, yo estaba trabajando sobre el Valle del Ulla, zona que ya había estudiado porque está muy marcada por la migración. Al volver a las fuentes, me encontré que, paralelamente a la emigración hacia América que era poca y tardía, había un sinfín de movimientos migratorios hacia Andalucía o Portugal. Sabíamos que habían existido estos movimientos, pero hasta entonces no nos habíamos dado cuenta de la cantidad de gente que estaba implicada. 

-¿Es entonces cuando comenzaron a cambiar las cosas?

-Efectivamente. Empezó todo cuando Europa se dio cuenta de que el paso a América era solo el final de un proceso migratorio constituido por toda una serie de movimientos previos. Por lo que se refiere a España, muchos antes de América, la gente iba de un Norte muy poblado a un Sur necesitado de mano de obra. Al percibir esto, cambió radicalmente nuestra concepción de la migración masculina: observamos que no todos los hombres emigraban de la misma manera: había una emigración de solteros con unas características muy marcadas y una emigración de casados con otras características también muy marcadas. 

Ofelia Rey Castelao durante una conferencia

Ofelia Rey Castelao durante una conferencia

-Pero la historia de ellos, de los que emigraban, no se entiende sin la de ellas.

-Recuerdo perfectamente el día que le dije a un compañero: si todos los hombres estaban fuera, ¿quién trabajaba la tierra? ¿Quién pagaba los impuestos? Sabíamos que eran las mujeres, pero no habíamos prestado atención a este hecho: ante la emigración masculina, el sistema quedaba en manos de las mujeres. Asimismo, tampoco habíamos prestado atención a esas mujeres que también emigraban. Ya el padre Sarmiento había señalado que en las cuadrillas que partían hacia Castilla, un 30% estaba formado por mujeres, sin  embargo no habíamos puesto foco en este 30% ni nos habíamos preguntado quiénes eran estas mujeres. Por tanto, cuando cambiamos nuestro foco y nuestra manera de mirar las migraciones, las mujeres comenzaron a adquirir importancia. Si hubiéramos seguido fijándonos solo en América y en los territorios de colonización y explotación hubiéramos estado perdidos.

-¿Fijarse en América era más fácil porque había más documentación?

-Claro, para América teníamos la lista de pasajeros, pero ¿qué teníamos para todo lo demás? Había estudios de los años setenta y ochenta no destinados a la migración en los que se ofrecía documentación interesante sobre estos emigrantes, pero documentación toda ella vinculada a los lugares de llegada, no de partida, que es la más importante. Y, ¿dónde estaban estos otros documentos? La cuestión residía en saber extraer la información de esos documentos que, a priori, parecían no tener relevancia, pero que, en realidad, sí la tenían. Pienso, por ejemplo, en los testamentos notariales: en ellos, encontramos a padres y madres haciendo referencia a hijos que estaban fuera. ¿Cuál es el interés? Pues en el averiguar por qué los padres hacen hincapié en el hecho de que determinados hijos están fuera.

-¿Y cuál era la razón?

-Lo dicen porque están distribuyendo la herencia y tienen un hijo del que no saben nada, pero que puede volver y hacer una reclamación. De ahí su interés. Lo mismo pasa con los poderes notariales, con las compraventas de tierra e, incluso, con las listas de prófugos. Muchos eran jóvenes y, por tanto, solteros que huían para no ir al ejército. Un dato como este nos da una imagen de la migración y sus motivos completamente distinta, en cuanto no se debía solamente a razones económicas.

¿Qué consecuencias tenía esto para las mujeres? Pues que al irse los hombres, las mujeres no se podían casar. Y esto significaba mayor carga de trabajo, falta de escolarización de las niñas, que debían sustituir a los hermanos en los trabajos de campo. Esto es fundamental y nos muestra de qué manera un documento –la lista de prófugos– que teóricamente no habla de mujeres nos dice mucho sobre ellas y su situación. En lo que no se ve, hay muchísima información.  

El vuelo corto

El vuelo corto

-¿Se puede establecer un diálogo entre la migración del siglo XVI y la actual? 

-Para mí fueron esenciales los trabajos de los sociólogos que estudian las migraciones contemporáneas. Repito con frecuencia que en la prensa siempre se habla de los cayucos en el Mediterráneo, haciendo hincapié en la presencia mayoritaria de hombres. Si se pusiera el foco en los aeropuertos, se observaría que cada día llegan muchas mujeres provenientes de Latinoamérica en busca de trabajo. Si hacemos caso a la prensa, las mujeres migrantes son una minoría, pero no es así, todo lo contrario. Hace poco leía un artículo donde se afirmaba, con gran sorpresa, que en las ciudades había más mujeres que hombres. ¡Vaya novedad! Esto sucede desde la Edad Media. Hay lógicas que se mantienen. Por ejemplo, hoy la migración de mujeres es mayoritaria, pero sigue siendo invisible, ¿por qué? Por la sencilla razón de que las mujeres vienen para trabajar dentro de casa.

-De hecho, usted señala que en el siglo XVIII y XIX mucha emigración femenina se explica por el hecho de que las mujeres iban a la ciudad en busca de trabajo como doncellas.

-Pero para analizar este hecho antes que nada hay que desmitificar el servicio doméstico.  Este resultaba muy útil a todas aquellas mujeres que querían formar una dote. Normalmente trabajan durante algunos años, no siempre en la misma casa, pues había mucha rotación, favoreciendo así a una demanda que nunca estaba del todo cubierta. Para estas mujeres el servicio doméstico, sobre todo en el caso de las internas, era una oportunidad importante: era un trabajo que no exigía formación, que les permitía ganar un  salario y, además, que les ofrecía manutención y alojamiento pagado. Como se ha observado en algunos estudios, algunas de estas mujeres, en lugar de casarse, pasaban de trabajar en el servicio doméstico a abrir pequeños negocios: una mercería, una lavandería… También había mujeres que, tras abandonar el servicio doméstico, no regresaban al campo y se quedaban en la ciudad. Allí se casaban y comenzaban a trabajar junto a su marido.

Lo que quiero decir con esto es que muchas veces se ve el servicio doméstico como un sistema en la que las trabajadoras son una especie de víctimas, sin  percatarse que ese sistema les era muy útil, sobre todo a la hora de poder conseguir algo de independencia. Montserrat Carbonell estudió la casa de misericordia de Barcelona  y observó que allí no solo había jóvenes problemáticas o niñas sin familia, sino también muchas chicas, provenientes sobre todo del Pirineo, que voluntariamente ingresaban allí para así aprender un oficio.

-¿Había un deseo de emancipación?

-Absolutamente. Y, de hecho, como se ve en los mapas que he publicado, en la medida en que esas mujeres volvían al Pirineo lo que hacían era formar a otras mujeres más jóvenes de tal manera que, pasados algunos años, ya no era necesario ir a Barcelona o a Madrid para formarse. Hay que precisar otra cosa: el servicio doméstico es una realidad propia de la ciudad. No se puede hablar de criadas en el campo. Las mujeres que trabajaban las tierras de otros no eran criadas. Ellas se ocupaban del campo, no de las tareas del hogar: ni limpiaban, ni cocinaban… No se debería hablar de criadas hablando de estas mujeres. El problema es que no tenemos otro término.

Ofelia Rey Castelao en la Fundación Juan March

Ofelia Rey Castelao en la Fundación Juan March

-Hablando del mundo rural usted señala la importancia en términos económicos y sociales del trabajo de las mujeres en el campo. ¿Es un trabajo todavía hoy invisibilizado?

-Sí, en términos generales, el trabajo en el campo siempre ha estado invisibilizado por completo, pero todavía más cuando se trata de las mujeres. No se puede hablar del trabajo de la mujer en términos generales, porque cada zona tiene sus características. En el Norte, hombres y mujeres compartían la mayoría de las tareas, con algunas particularidades. Por ejemplo, conforme fue desapareciendo el ganado que pastoreaba y el maíz lo invadió todo, los animales estabulados fueron tarea exclusiva de las mujeres.

En cambio, en la viticultura, si bien tenían algunas tareas, las mujeres participaban poco, en parte porque existía el mito, originario de la época romana y que perduró hasta hace muy poco, de que la regla estropea el vino. Por ello, ellas no podaban ni pisaban la uva. En Andalucía, el trabajo en el campo es completamente distinto: allí las mujeres no iban al campo por la sencilla razón de que, a diferencia de lo que pasaba en Galicia, la tierra no pertenecía a quien la trabajaba. Andalucía es tierra de latifundio y, por ello, las mujeres no podían trabajar en el campo, porque se hubieran convertido en competencia para sus maridos. Esto, sin embargo, no significa que las mujeres del Sur fueran más domésticas: hacían tejidos, recogían leña en los comunales, recolectaban bayas… Y, además, cuidaban a los niños, que eran muchos más que en el Norte. No se puede hablar del trabajo como algo homogéneo, porque no lo es. ¿Qué puede tener que ver el trabajo en la Albufera con el que se realiza en la Sierra de Gredos? 

-¿El número de hijos era, además, un condicionante?

-Sin duda. En el Norte, además de que había menos niños, porque la edad de casarse era más tardía que en el Sur, había mujeres solteras con tierra que trabajan para ellas mismas., Puesto que el trabajo en su tierra apenas les permitía sobrevivir, muchas de ellas se dedicaban a tejer y muchas otras, al no tener ataduras, decidían emigrar. 

-Usted dedica varias páginas a la importancia del trabajo textil para las mujeres: estas hilaban para las fábricas desde casa.  

-A partir de los años treinta y cuarenta del siglo XVIII hay un boom de la industria textil debido a dos motivos principalmente: el crecimiento urbano y la apertura paulatina del mercado americano. Además, en toda Europa se dio un fenómeno muy interesante: la llegada masiva de lino en bruto de Rusia y de Ucrania a través del Báltico. Nos empezó a llegar, por tanto, una fibra de mayor calidad y más barata. En Galicia, el lino que se produce sirve poco, porque aquí, por el frío que hace, lo que se necesita es lana. Así que el lino que se produce es todo para la venta.

Las grandes fábricas que abre la Corona, como la de Guadalajara, tenían 3000 y 4000 hombres trabajando, pero no podemos olvidar que, junto a ellos, había unas 18000 mujeres que trabajaban también para la fábrica, aunque no necesariamente en la misma fábrica. Muchas de las mujeres que trabajaban en la fábrica de Guadalajara eran mujeres que, antes, se habían dedicado al servicio doméstico en Madrid. Ten en cuenta de que se necesitaban muchas mujeres en la industria textil: para tejer una vara de lino se requería de seis personas que estuvieran haciendo hilo durante una semana por lo menos. Y, ¿quiénes hacían el hilo? Las mujeres. Por tanto, la industria del lino hizo que muchas mujeres no emigraran, pero cuando comenzaron a llegar los textiles baratos de Cataluña o de Inglaterra, el lino entra en crisis. 

Ofelia Rey Castelao

Ofelia Rey Castelao

-¿Qué consecuencias tuvo?

-Muchas mujeres se quedaron sin oficio ni beneficio. En el caso de Francia, muchas mujeres emigraron hacia París. Hay un estudio muy bueno en el que se observa cómo el 40% de las prostitutas de París eran hilanderas que habían perdido su trabajo. En España, lo que pasó es que muchas hilanderas, provenientes del Norte, terminaron en Madrid trabajando en el servicio doméstico. Se trata de un movimiento migratorio que duró hasta el siglo XX. Y cuando comenzó la emigración a América, fueron las mujeres del Norte, la mayoría de ellas solteras, las primeras que marcharon en busca de trabajo. Muchas terminaron en Buenos Aires trabajando en el servicio doméstico y la mayoría de ellas prosperaron porque las oportunidades eran muchísimas.

-Todo esto que comenta subraya la temprana vinculación de la mujer al mundo del trabajo, vinculación sobre la que muchas veces se pasa por alto. 

-El problema a la hora de reconstruir la historia de esta vinculación radica en la dificultad en encontrar la documentación que la atestigüe. Nosotros necesitamos contratos, pero durante mucho tiempo los contratos eran verbales. En el caso de Castilla, las fuentes fiscales que ofrece el catastro son esenciales para saber cuántas mujeres se dedicaban al servicio doméstico o cuántas criadas tenían las familias con dinero, pero más allá de esto hay muy poca información. Durante mucho tiempo, se dijo que las mujeres de los artesanos no trabajaban, pero no era así: lo que hacían era estar en la tienda vendiendo lo que construía el marido. Lo que pasa es que solo queda registro del trabajo de él y el trabajo de ella pasa a ser no computable. Como tampoco era computable el trabajo de las hilanderas: ellas hilaban en cualquier lugar y en cualquier momento. 

-En el siglo XX, la emigración en España fue de sur hacia el Norte, pero usted señala como a lo largo de dos siglos el movimiento migratorio fue justo el contrario.

-Efectivamente. Hay que tener en cuenta que los movimientos migratorios son modulares. De todas maneras, es cierto que, a partir de entrar en guerra con Portugal en el siglo XVII, la emigración del Norte se trasladó hacia el Sur y fue así durante todo el siglo XVIII. El campo andaluz necesitaba mucha mano de obra: pensemos, por ejemplo, en los trigales que rodean Sevilla o también en las viñas de Jerez de la Frontera. Todo esto lo hacían los gallegos que, por el contrario, no podían encargarse de varear la aceituna. En el siglo XX, fue el Sur quien comenzó a emigrar al Norte, sobre todo al nordeste. 

-Y durante todos esos siglos, las mujeres del Norte, que se quedaban, eran las que hacían que las tierras siguieran produciendo y que el sistema se manutuviera.

-Cuando los hombres gallegos se iban fuera, efectivamente, quienes se quedaban cuidando las tierras y haciendo absolutamente todo eran las mujeres. Y esto era así porque tal y como dictaban las leyes a partir de 1505, con la promulgación de  las leyes de Toro, cuando un hombre se iba tenía que dejar un poder, ante notario o ante algunos testigos, para que su mujer pudiera encargarse. Además, si el marido no volvía, los testigos podían atestiguar que él se había marchado y, por tanto, todo quedaba en manos de la mujer. Si pasado mucho tiempo, el hombre no volvía y no se sabía nada de él, lo que se hacía era acreditar su muerte. Las actas de defunción nos muestran cómo, si bien estaba prohibido por la iglesia, se hacían actos fúnebres a pesar de que no hubiera cuerpo y se anotaba así el nombre del supuesto fallecido.

Ofelia Rey Castelao

Ofelia Rey Castelao

De esta manera,  se podía seguir adelante con la vida: se podía repartir la herencia, la mujer se podía volver a casar… Hay que tener en cuenta de que muchos hombres no regresaban y los casos de bigamia no eran pocos. ¡El delito de bigamia llegó a ser del 18%! Los más bígamos eran los gallegos, precisamente porque eran los que mayormente emigraban. El tema es que, en el fondo, cuando había bigamia los problemas eran menores, porque, siendo delito, la primera mujer tenía toda la razón y no había discusión. Pero, cuando el marido desaparecía, no se sabía nada de él, se juntaba con otra mujer, pero sin casarse… es ahí donde aparecían los problemas. De ahí lo que comentaba antes: la única salida para la primera mujer era dar por muerto al marido.

-La historia de la migración es una historia abierta.

-Y es sobre todo la historia del fracaso de una sociedad. Teóricamente, el mundo debería estar organizado para que una familia pudiera mantener a sus hijos, hacerlos crecer y retenerlos en el lugar de nacimiento para que prosperen ahí. Pero esto no es así, nunca fue así. En Galicia, ¿cómo iban a comer cuatro hijos de una misma y pequeña parcela? Imposible. Algunos de ellos, debían marcharse. Y siempre se marchaban los hombres que estaban más alfabetizados.

Esto sigue siendo así: quien emigra tiene mayor nivel formativo que quien se queda. Porque quien se van considera que tiene posibilidades de prosperar porque tiene una formación; lo que sucede es que la mayoría de los que emigran terminan trabajando en oficios que nada tiene que ver con su formación. Cuando se hacer reportajes destacando que los emigrantes provenientes, por ejemplo, de África son ingenieros, médicos, titulados en general lo que se está diciendo es una obviedad, porque quien no está formado ni tan siquiera tiene la posibilidad de marchar.

El caso de las mujeres históricamente es distinto en cuanto la tasa de alfabetización femenina hasta el siglo XX era mínima y, por tanto, casi todas las mujeres que emigraban para trabajar en el servicio doméstico eran analfabetas. Por esto, las condiciones en las que ellas eran emigraban eran deplorables. Por ello, repito que la emigración es un fracaso colectivo, porque quien emigra lo que hace es sobrevivir. Algunos prosperan, es cierto, pero el fracaso sigue siendo el mismo: una tierra que obliga a muchos a marchar.