El escritor Elías Canetti

El escritor Elías Canetti

Letra Global

Canetti en Kafka

Galaxia Gutenberg reúne en el volumen 'Sobre Kafka', al cuidado de Ignacio Echevarría, todos los escritos que el autor de 'Auto de Fe' escribió sobre el novelista checho, de cuya muerte se cumplirá un siglo dentro de un año

5 junio, 2023 13:36

“Con Kafka llegó al mundo algo nuevo, un sentimiento más preciso de su carácter discutible y problemático que, sin embargo, no va unido al odio, sino al respeto a la vida”, escribe Elias Canetti en uno de los apuntes incluidos en Sobre Kafka (Galaxia Gutenberg), el libro que reúne todo lo que el autor de Masa y poder escribió sobre el checo, de cuya muerte pronto se cumplirá un siglo, buena excusa para volver y reconsiderar su obra en este siglo XXI.

Editado, a partir de la edición alemana, por Ignacio Echevarría –la persona que más sabe en Europa sobre Canetti– y magistralmente traducido por Adan Kovacsics y Juan José del Solar, Sobre Kafka se basa sobre todo en el ensayo El otro proceso, publicado por primera vez en 1968 y en el que su autor analizó exhaustivamente la correspondencia de Kafka con Felice Bauer. A ese texto se le añaden ahora todos los cuadernos de anotaciones inéditas que Canetti tomó mientras trabajaba en su ensayo, al que le siguen otros como la ya conocida conferencia 'Proust, Kafka, Joyce', de 1948 o el breve discurso 'Hebel y Kafka' pronunciado en 1980.

El resultado es uno de los ejercicios de lectura más fértiles y excitantes que se han escrito en el siglo XX, el testimonio de toda una vida de relación y obsesión literaria y personal. Juntos, Kafka y Canetti conforman una única y poliédrica esfera en la que se representan, con una intensidad de la que todavía no somos del todo conscientes, los grandes problemas de nuestro tiempo, pero desde un ángulo oblicuo y libre de toda determinación. Kafka murió cuando Canetti empezaba a escribir y a participar en el mundo literario vienés.

En 1936 se publicaría la primera y única novela del segundo, Auto de fe, una obra maestra precoz que en su mitología privada quedaría como el único fruto de un gran proyecto narrativo sobre la locura humana que nunca tuvo continuidad y cuya inconclusión siempre pesó en su conciencia, sintiéndose, de alguna manera, incapaz de retomar el estado de gracia que le permitió escribir esa novela con apenas veinticinco años.

'Homenot' Franz Kafka

'Homenot' Franz Kafka FARRUQO

A partir de entonces y tras la experiencia de la segunda guerra mundial, la imaginación de Canetti sufrió una transformación que le impidió narrar con la libertad de su juventud y que le obligó en cambio a especular y teorizar, pero de un modo que podríamos calificar de nuevo, incluso de adánico, exento de cualquier filiación crítica o filosófica, contra la tradición moderna. Porque la forma de pensar de Canetti es, por así decirlo, el reverso de su impotencia como narrador. Y es ahí donde su intimidad con Kafka adquiere una dimensión problemática, elocuente, inagotable.

Claudio Magris ha dicho en alguna ocasión que el verdadero Canetti es el de Auto de fe y que su obra tardía, especialmente su celebrada autobiografía en tres volúmenes, Historia de una vida, no tiene el interés que se le ha reconocido y que propició la concesión del Premio Nobel a su autor en 1981. Curiosamente, Magris, amigo de Canetti en sus últimos años, justificó la decepción que le produjeron esas memorias comparándolas con la embarazosa experiencia que hubiera constituido leer una larga explicación de un Kafka envejecido y superviviente acerca de las claves de El proceso.

Dejando de lado la consideración que nos pueda merecer ese juicio, lo cierto es que la observación de Magris adquiere una dimensión positiva cuando uno lee Sobre Kafka. Canetti habla a menudo de sí mismo como contrafigura del checo, sintiéndose culpable por haber vivido más años que él, por ser grueso y no delgado como él, por estar sano y no enfermo, por amar –Canetti escribe la mayoría de sus apuntes en 1968, cuando empezaba su intensa relación con Hera Buschor, su segunda mujer y madre de su única hija– de un modo que Kafka nunca se permitió y por supuesto por no saber ya fabular de la manera pura e inmediata que Kafka siempre demostró.

Como es sabido, los grandes asuntos de Canetti son la muerte, el poder, la masa y las metamorfosis. Todos ellos están relacionados orgánicamente en su extraña, ecléctica y sin embargo coherente obra. Tras abandonar o aparcar sine die su producción narrativa y teatral, Canetti se encerró durante veinte años a escribir Masa y poder (1960), un ensayo inclasificable, mezcla de todos las disciplinas del espíritu, con el que se propuso “agarrar a su siglo por el cuello”. Solo cuatro años después de publicarlo, escribió el siguiente y esencial apunte:

No puedo ser como Kafka, su reino era la impotencia. Por eso se lo tendrá que amar siempre.

Por mí, cuyo reino es el poder, solo cabe sentir rechazo, pues a nadie le es dado odiar el poder tanto como para destruirlo sin previamente haberse entregado a él.

La rara naturaleza de Kafka (la más noble de este siglo) pudo sustraerse al poder. Por eso no había en su vida nada que lo deshonrara y por eso murió, además, mucho más temprano y en un estado de singular inocencia.

Yo he tenido que adquirir toda la culpa, en particular la más odiada, para no cederle nada al poder, para no pasarle nada por alto”.

Extracto de una carta manuscrita de Franz Kafka.

Extracto de una carta manuscrita de Franz Kafka.

Ese juego especular entre poder e impotencia (Macht und Ohnmacht) atraviesa toda la relación entre Kafka y Canetti y constituye en sí misma una visión total de nuestra era. La sustracción de Kafka a toda forma de poder, manifiesta en su constante voluntad de desaparecer, de adelgazar, de empequeñecer y e incluso al final de su vida de rechazar todo alimento –como el artista del hambre de su relato–, contrasta con la voracidad de Canetti, otro judío al otro lado del siglo, cargado con la conciencia de los grandes movimientos totalitarios, la Shoah y la disminución imaginativa que provocó aquel eclipse moral.

La impotencia de Kafka se convierte así para Canetti en un refugio contra todos los abusos del poder omnívoro de su tiempo que con tanto detalle quiso registrar y, entre todos ellos, sobre todo el de la muerte, que después de los campos de concentración se había convertido en el gran poder mecánico, industrial y generalizado. Frente a ello, la imaginación inviolable de Kafka, al otro lado de la teoría, su natural capacidad de narrar como quien respira, sin mediaciones ni prolegómenos, representa para Canetti el último estadio de una irrecuperable forma humana de estar en el mundo. Kafka es el mejor escritor del siglo XX porque supo mantener su imaginación a salvo de la destrucción del mito y la tradición sapiencial haciendo al mismo tiempo de su obra la metáfora perfecta de ese desahucio. 

Como decíamos antes, Canetti no pretende interpretar a Kafka, insertándolo en tal o cual corriente –en ese sentido representa la antítesis de Adorno, al que detestaba– sino pensar con él, seguir sus pasos, entender cómo funciona su imaginación, mimetizarse incluso con sus gestos. (“Una interpretación de las obras de Kafka nunca será posible. En ello reside su valor, en que cualquier interpretación le corta la respiración”).

Elias Canetti / WIKIPEDIA

Elias Canetti / WIKIPEDIA

Su lectura deviene así un ejercicio de posesión, de verdadera metamorfosis, una de las cuestiones a las que Canetti volvió una y otra vez en su obra hasta el punto de definir al escritor, en una expresión memorable, como “custodio de las metamorfosis”. Para él, la claudicación frente a la muerte y el olvido de los mitos eran una y la misma cosa. Al prescindir de la explicación mítica del mundo, el hombre había renunciado a hurtarle su poder a la muerte, librándose a su eficiencia. Interpretar a Kafka sería por tanto matarlo, por ello él, en El otro proceso, reconstruye la circunstancia de su noviazgo con Felice Bauer hasta el último detalle, entiende sus decisiones y asume y prolonga cada una de sus ideas:

“Para ser redimidos tenemos que echarnos entre los animales. La posición erguida es el poder de los hombres sobre los animales, pero justamente en esta posición tan ostensiva de su poder el hombre se halla expuesto, visible, atacable. Pues este poder es al mismo tiempo culpa, y solo yaciendo en el suelo, entre los animales, puede uno contemplar las estrellas, que lo liberan de este aterrador poder humano”.

Canetti logra así meterse en la cabeza de Kafka e imaginar su imaginación en uno de sus periodos de mayor creatividad. La novela El proceso habría surgido del clima de opresión, duda y angustia que le generó aquel compromiso al final abortado, pero en realidad las cartas le sirven a Canetti para entender las principales estrategias de fuga que se observan en toda su obra:

“Confrontado por doquier con el poder, su obstinación le ofrecía a veces un respiro. Pero cuando este no era suficiente o fracasaba, él recurría a la desaparición; aquí se pone de manifiesto el aspecto positivo de su delgadez, por la cual, como sabemos, solía sentir desprecio. Mediante la disminución física, se restaba poder a sí mismo y, por lo tanto, tomaba menos parte en él. Este ascetismo también iba dirigido contra el poder. La misma tendencia a desaparecer se observa en relación con su nombre. En sus dos novelas, 'El proceso' y 'El castillo', reduce su nombre a la inicial K. En las cartas a Felice ocurre asimismo que el nombre se va reduciendo más y más y al final desaparece por completo. Pero el medio más sorprendente es otro, que él domina como solo saben hacerlo los chinos: metamorfosearse en algo pequeño. Como aborrece la violencia y a la vez carece de la fuerza necesaria para combatirla, lo que hace es aumentar la distancia que lo separa del más fuerte, disminuyendo de tamaño con respecto a él”.

'Sobre Kafka'

'Sobre Kafka' GALAXIA GUTENBERG

Canetti fue un asiduo lector de la gran tradición sapiencial china y su coincidencia en ese aspecto con Kafka es uno de los motivos de constante reconocimiento y alegría que atraviesan estas páginas. Sobre ello habló a menudo con Arthur Walley, el sinólogo inglés, que estaba de acuerdo en la afinidad del checo con esa cultura. Canetti, por su parte, ahondaba así en la obsesión por aquella fuente de inocencia perdida que había supuesto para él Auto de fe, una novela que de alguna manera juzga contemporánea de Kafka y en general anterior a la catástrofe que le impidió volver a narrar con libertad y sencillez, al otro lado de la muerte. En una fecha tan tardía como 1972 escribe:

“La seguridad de 'Auto de fe', que podría parecer misteriosa, no lo es: proviene de la Odisea. Aún la tendría hoy en día si pudiera decidirme a olvidar que existe una literatura moderna. Si moderno significa que ya nada puede decirse de forma simple y homogénea, sino de manera desintegrada, entonces soy el menos moderno de todos los escritores vivos hoy en día”.

A pesar de que la mayoría de apuntes son los escritos para la elaboración de El otro proceso, durante la década de 1960, cuando él vivía la gran experiencia amorosa de su vida con Hera Buschor y Europa conocía las revueltas de mayo del 68 –experiencias públicas y privadas que se van trenzando con su lectura–, la devoción por Kafka le acompañó hasta el final de sus días. Canetti murió casi nonagenario, padre de una hija veinteañera y después de haber visto morir a Hera, mucho más joven que él, de un cáncer. En 1991 todavía escribía:

“Los diarios de Kafka, la edición completa. Conmovido por lo nuevo en ellos, que no conocía. Regreso a la época de 1968, cuando escribí 'El otro proceso'. Disgusto por la plenitud de la impotencia, que me recuerda a la pérdida de Hera: ella, que más que yo, más que cualquier otra persona, se parecía a Kafka en su esencia”.

Canetti es uno de los escritores del siglo XX que está desplegando toda su fuerza en nuestro tiempo, entre otras cosas porque su obra se halla aún en formación. El año que viene se cumplirá el plazo que estipuló para la publicación de sus diarios, al parecer muy extensos. De la misma manera que él redescubrió a Kafka en la segunda mitad de su siglo, nosotros tendremos el privilegio de leer nuevos libros de Canetti –editados por Echevarría, otro privilegio– y de seguir admirando la maravilla de su inteligencia libre, la vinculante osadía de su propuesta existencial, la generosidad de su imaginación, tan afín a Kafka, por ejemplo en la consideración y la restitución de todos los seres vivientes, en la escucha de todas las voces, en el milagro aún de las metamorfosis a ras de tierra. Con Kafka llegó al mundo algo nuevo que gracias a Canetti se mantuvo a salvo.